El numeral 14
del documento final del Sínodo de Obispos nos instruye sobre “dos expresiones de la vida de fe que nos
parecen de especial relevancia” que deben regir la modalidad o la animación
de la evangelización: la contemplación y el rostro de los pobres.
Este tema es
muy importante ponderarlo en sus verdaderas dimensiones, pues sobre la
contemplación y sobre los pobres, ISAMIS tiene una visualización engañosa,
diferente de la de la Iglesia. “El silencio orante” no es de donde parte el
impulso de ISAMIS. Parte, precisamente “de los ruidos del mundo”. No hay más
que asistir a una asamblea diocesana donde la máxima dosis de espiritualidad es
dada en dinámicas, danzas y guitarreos. O, también, para comprobar esto, se
puede sintonizar Radio Sucumbíos, la niña de los ojos de ISAMIS; ahí todo es
ruido del mundo y nada de oración. Las músicas que escogen, las opiniones que
vierten, los temas que tratan, las políticas que propician…¡cuán lejos de la
contemplación y de la educación, y cuán próximo de los ruidos del mundo.
Cuanto a “conventos
y monasterios”, no los hay en Sucumbíos, a pesar de más de ochenta años de
presencia carmelita. Una lástima. Monseñor Sádaba, que simpatiza con ISAMIS,
tiene en el vecino Vicariato un monasterio de contemplativas. En Sucumbíos
tenemos, en cambio, “Puerto Libre” al que llaman “centro de espiritualidad”
pero que en realidad es un centro de propaganda ideológica donde religiosos/as
desvirtúan sus carismas específicos. Veamos la propuesta del Sínodo:
“Contemplando el misterio y cercanos a
los pobres.
En esta óptica queremos indicar a todos los fieles dos expresiones de la vida de la fe que nos parecen de especial relevancia para incluirlas en la nueva evangelización.
El primero está constituído por el don y la experiencia de la contemplación. Sólo desde una mirada adorante al misterio de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sólo desde la profundidad de un silencio que se pone como seno que acoge la única Palabra que salva, puede desarrollarse un testimonio creíble para el mundo. Sólo este silencio orante puede impedir que la palabra de la salvación se confunda en el mundo con los ruidos que lo invaden.
Vuelve de nuevo a nuestros labios la palabra de agradecimiento, ahora dirigida a cuantos, hombres y mujeres, dedican su vida, en los monasterios y conventos, a la oración contemplativa. Necesitamos que momentos de contemplación se entrecrucen con la vida ordinaria de la gente. Lugares del espíritu y del territorio que son una llamada hacia Dios; santuarios interiores y templos de piedra que son cruce obligado por el flujo de experiencias que en ellos se suceden y en los cuales todos podemos sentirnos acogidos, incluso aquellos que no saben todavía lo que buscan” (14).
En esta óptica queremos indicar a todos los fieles dos expresiones de la vida de la fe que nos parecen de especial relevancia para incluirlas en la nueva evangelización.
El primero está constituído por el don y la experiencia de la contemplación. Sólo desde una mirada adorante al misterio de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sólo desde la profundidad de un silencio que se pone como seno que acoge la única Palabra que salva, puede desarrollarse un testimonio creíble para el mundo. Sólo este silencio orante puede impedir que la palabra de la salvación se confunda en el mundo con los ruidos que lo invaden.
Vuelve de nuevo a nuestros labios la palabra de agradecimiento, ahora dirigida a cuantos, hombres y mujeres, dedican su vida, en los monasterios y conventos, a la oración contemplativa. Necesitamos que momentos de contemplación se entrecrucen con la vida ordinaria de la gente. Lugares del espíritu y del territorio que son una llamada hacia Dios; santuarios interiores y templos de piedra que son cruce obligado por el flujo de experiencias que en ellos se suceden y en los cuales todos podemos sentirnos acogidos, incluso aquellos que no saben todavía lo que buscan” (14).
En Sucumbíos,
ni santuarios interiores ni templos de piedra. La pobre gente busca a Dios y
pide pan y les dan piedras, piden huevo y les dan escorpiones.
Ahora sobre la
cercanía a los pobres:
“El otro símbolo de autenticidad de la nueva
evangelización tiene el rostro del pobre. Estar cercano a quien está al borde
del camino de la vida no es sólo ejercicio de solidaridad, sino ante todo un
hecho espiritual. Porque en el rostro del pobre resplandece el mismo rostro de
Cristo: “Todo aquello que habéis hecho por uno de estos mis hermanos más
pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40).
A los pobres les reconocemos un lugar privilegiado en nuestras comunidades, un puesto que no excluye a nadie, pero que quiere ser un reflejo de como Jesús se ha unido a ellos. La presencia de los pobres en nuestras comunidades es misteriosamente potente: cambia a las personas más que un discurso, enseña fidelidad, hace entender la fragilidad de la vida, exige oración; en definitiva, conduce a Cristo.
El gesto de la caridad, al mismo tiempo, debe ser acompañado por el compromiso con la justicia, con una llamada que se realiza a todos, ricos y pobres. Por eso es necesaria la introducción de la doctrina social de la Iglesia en los itinerarios de la nueva evangelización y cuidar la formación de los cristianos que trabajan al servicio de la convivencia humana desde la vida social y política.” (14).
A los pobres les reconocemos un lugar privilegiado en nuestras comunidades, un puesto que no excluye a nadie, pero que quiere ser un reflejo de como Jesús se ha unido a ellos. La presencia de los pobres en nuestras comunidades es misteriosamente potente: cambia a las personas más que un discurso, enseña fidelidad, hace entender la fragilidad de la vida, exige oración; en definitiva, conduce a Cristo.
El gesto de la caridad, al mismo tiempo, debe ser acompañado por el compromiso con la justicia, con una llamada que se realiza a todos, ricos y pobres. Por eso es necesaria la introducción de la doctrina social de la Iglesia en los itinerarios de la nueva evangelización y cuidar la formación de los cristianos que trabajan al servicio de la convivencia humana desde la vida social y política.” (14).
Estar cercano
a los pobres, “no es solo ejercicio de solidaridad, sino ante todo un hecho
espiritual”. ¡Hay! qué equívoco lamentable: les damos caminos y puentes y no
les enseñamos el camino, la verdad y la vida… aunque proclamen impertérritos
estar “sembrando vida”.
“Un puesto
que no excluye a nadie”, dice el documento. Por lo tanto no excluir a
comerciantes, empresarios, periodistas, movimientos, militares, policías, etc.
etc. La enseñanza de la doctrina Social de la Iglesia ha sido, en la práctica,
suplantada por el programa de Alianza País.
Continuará.
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