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martes, 30 de octubre de 2012

Sínodo en Roma: Luces para nuestro Vicariato (III)

Continuamos con nuestra serie comentando el documento final del Sínodo de Obispos. Lo hacemos con una mirada aplicada a la realidad vivida en Sucumbíos.

En el numeral 8, se nos dice: “En esta perspectiva emerge sobre todo el papel de la parroquia como presencia de la Iglesia en el territorio en el que viven los hombres, “fuente de la villa”, como le gustaba llamarla a Juan XXIII, en la que todos pueden beber encontrando la frescura del Evangelio. Su función permanece imprescindible, aunque las condiciones particulares pueden requerir una articulación en pequeñas comunidades o vínculos de colaboración en contextos más amplios.

En la parroquia continúa siendo decisivo el ministerio del sacerdote, padre y pastor de su pueblo. A todos los presbíteros, los obispos de esta Asamblea sinodal expresan gratitud y cercanía fraterna por su no fácil tarea y les invitamos a unirse cada vez más al presbiterio diocesano, a una vida espiritual cada vez más intensa y a una formación permanente que los haga capaces de afrontar los cambios sociales”.

La función de la parroquia “es imprescindible” y allí es “decisivo el ministerio del Sacerdote”. Para ISAMIS la parroquia es prescindible e imprescindible son las Comunidades y los ministerios no sacerdotales. El sacerdote, es más bien un estorbo; cuanto más laicos, mejor. Así, vemos que ISAMIS no se adapta a este consejo sinodal.

Junto a los sacerdotes reconocemos la presencia de los diáconos así como la acción pastoral de los catequistas y de tantas figuras ministeriales y de animación en el campo del anuncio y de la catequesis, de la vida litúrgica, del servicio caritativo, así como las diversas formas de participación y de corresponsabilidad de parte de los fieles, hombres y mujeres, cuya dedicación en los diversos servicios de nuestras comunidades no será nunca suficientemente reconocida. También a todos ellos les pedimos que orienten su presencia y su servicio en la Iglesia en la óptica de la nueva evangelización, cuidando su propia formación humana y cristiana, el conocimiento de la fe y la sensibilidad a los fenómenos culturales actuales.

Mirando a los laicos, una palabra específica se dirige a las varias formas de asociación, antiguas y nuevas, junto con los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades. Todas ellas son expresiones de la riqueza de los dones que el Espíritu entrega a la Iglesia. T
ambién a estas formas de vida y compromiso en la Iglesia expresamos nuestra gratitud, exhortándoles a la fidelidad al propio carisma y a la plena comunión eclesial, de modo especial en el ámbito de las Iglesias”.


Es claro que laicos y “tantas figuras ministeriales y de animación” tienen su papel, pero “cuidando su propia formación humana y cristiana, el conocimiento de la fe y la sensibilidad a los fenómenos culturales actuales”. En esto ISAMIS a fallado en Sucumbíos: nula o poca formación, escaso conocimiento de la fe y sensibilidad atrofiada para valorar los fenómenos culturales. También ISAMIS erró al rechazar “varias formas de asociación. Antiguas y nuevas, junto con los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades”. Ellos son excluyentes, solo ellos cuentan.

En el numeral siguiente (10) se nos dice algo importante: “La vía de la belleza es un camino particularmente eficaz de la nueva evangelización”. ¿Dónde está el cuidado por la belleza, los detalles, la armonía, la limpieza, la corrección? Totalmente ausente de ISAMIS, donde ha reinado la dejadez y el mal gusto.

Sobre el diálogo entre las religiones nos dice que la Iglesia “rechaza todo fundamentalismo y denuncia cualquier violencia que se produce contra los creyentes y las graves violaciones de los derechos humanos” (10).

Está más claro que el agua: el odio y la arbitrariedad constante demostrada contra los católicos de Sucumbíos a los cuales se les han cerrado espacios en iglesias y en asambleas, violando los más elementales derechos humanos.

Continuará

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