En el numeral
8, se nos dice: “En esta perspectiva
emerge sobre todo el papel de la parroquia como presencia de la Iglesia en el
territorio en el que viven los hombres, “fuente de la villa”, como le gustaba
llamarla a Juan XXIII, en la que todos pueden beber encontrando la frescura del
Evangelio. Su función permanece imprescindible, aunque las condiciones
particulares pueden requerir una articulación en pequeñas comunidades o
vínculos de colaboración en contextos más amplios.
En la parroquia continúa siendo
decisivo el ministerio del sacerdote, padre y pastor de su pueblo. A todos los
presbíteros, los obispos de esta Asamblea sinodal expresan gratitud y cercanía
fraterna por su no fácil tarea y les invitamos a unirse cada vez más al
presbiterio diocesano, a una vida espiritual cada vez más intensa y a una formación
permanente que los haga capaces de afrontar los cambios sociales”.
La función de
la parroquia “es imprescindible” y allí es “decisivo el ministerio del
Sacerdote”. Para ISAMIS la parroquia es prescindible e imprescindible son las
Comunidades y los ministerios no sacerdotales. El sacerdote, es más bien un
estorbo; cuanto más laicos, mejor. Así, vemos que ISAMIS no se adapta a este
consejo sinodal.
“Junto a los sacerdotes reconocemos la
presencia de los diáconos así como la acción pastoral de los catequistas y de
tantas figuras ministeriales y de animación en el campo del anuncio y de la
catequesis, de la vida litúrgica, del servicio caritativo, así como las
diversas formas de participación y de corresponsabilidad de parte de los
fieles, hombres y mujeres, cuya dedicación en los diversos servicios de
nuestras comunidades no será nunca suficientemente reconocida. También a todos
ellos les pedimos que orienten su presencia y su servicio en la Iglesia en la
óptica de la nueva evangelización, cuidando su propia formación humana y
cristiana, el conocimiento de la fe y la sensibilidad a los fenómenos
culturales actuales.
Mirando a los laicos, una palabra específica se dirige a las varias formas de asociación, antiguas y nuevas, junto con los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades. Todas ellas son expresiones de la riqueza de los dones que el Espíritu entrega a la Iglesia. También a estas formas de vida y compromiso en la Iglesia expresamos nuestra gratitud, exhortándoles a la fidelidad al propio carisma y a la plena comunión eclesial, de modo especial en el ámbito de las Iglesias”.
Mirando a los laicos, una palabra específica se dirige a las varias formas de asociación, antiguas y nuevas, junto con los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades. Todas ellas son expresiones de la riqueza de los dones que el Espíritu entrega a la Iglesia. También a estas formas de vida y compromiso en la Iglesia expresamos nuestra gratitud, exhortándoles a la fidelidad al propio carisma y a la plena comunión eclesial, de modo especial en el ámbito de las Iglesias”.
Es claro que
laicos y “tantas figuras ministeriales y de animación” tienen su papel, pero “cuidando su propia formación humana y
cristiana, el conocimiento de la fe y la sensibilidad a los fenómenos
culturales actuales”. En esto ISAMIS a fallado en Sucumbíos: nula o poca
formación, escaso conocimiento de la fe y sensibilidad atrofiada para valorar
los fenómenos culturales. También ISAMIS erró al rechazar “varias formas de asociación. Antiguas y nuevas, junto con los
movimientos eclesiales y las nuevas comunidades”. Ellos son excluyentes,
solo ellos cuentan.
En el numeral
siguiente (10) se nos dice algo importante: “La
vía de la belleza es un camino particularmente eficaz de la nueva
evangelización”. ¿Dónde está el cuidado por la belleza, los detalles, la
armonía, la limpieza, la corrección? Totalmente ausente de ISAMIS, donde ha
reinado la dejadez y el mal gusto.
Sobre el
diálogo entre las religiones nos dice que la Iglesia “rechaza todo fundamentalismo y denuncia cualquier violencia que se
produce contra los creyentes y las graves violaciones de los derechos humanos”
(10).
Está más
claro que el agua: el odio y la arbitrariedad constante demostrada contra los
católicos de Sucumbíos a los cuales se les han cerrado espacios en iglesias y
en asambleas, violando los más elementales derechos humanos.
Continuará
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