Los
isamitas hablan y hablan del “proyecto” de Jesús (cuando no del “sueño” de
Jesús) y dale que dale con la palabra proyecto en todos sus escritos que firman
pagolas, tamayos y/o boffs.
La
palabra “proyecto” no es la más adecuada para materias religiosas. Un proyecto
está a menudo asociado a una idea (ideología), a una empresa (lucro), a un
cálculo (presupuesto), a una actividad (“hacer”, mucho más que “ser”). El
cristianismo o la Iglesia -o el “reino”, como gustan también de decir los
isamitas- poco tienen que ver con un proyecto. Es rebajar la Buena Nueva del
Evangelio equipararla a un proyecto. Por otro lado, la palabra proyecto se
presta bien para ser concebida tanto en un sistema socio-político neoliberal
cuanto totalitario; aquí, los proyectos son sencillamente “decretos”.
Y
entonces, ¿qué es el reino o qué es la Iglesia? Vamos a la Biblia: