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miércoles, 7 de noviembre de 2012

Como quisiéramos…


Próximamente será beatificada en Ecuador Sor María Troncatti, hermana salesiana y misionera gigante e infatigable que evangelizó en nuestro país, en las regiones del Oriente: Macas, Méndez y Sucúa, muy especialmente entre los indígenas de la etnia Shuar. Su obra por la promoción de la mujer Shuar florece en centenares de nuevas familias cristianas.

Catequista y evangelizadora, rica de maravillosos recursos de fe, de paciencia y de amor fraternal, nunca olvida que tiene que vérselas con seres débiles y pecadores. Ha tratado la naturaleza humana bajo todos los aspectos, aun los más miserables y lo ha hecho con esa superioridad y gentileza que en ella era algo espontáneo y natural. En todo y siempre seguía siendo exquisitamente mujer. Se diría que “cuanto más virgen, tanto más madre”.

Sor María murió en un accidente aéreo en Sucúa el 25 de agosto de 1969, ofreciendo su vida por la reconciliación entre colonos e indígenas.



Otro ejemplo de evangelización entre indígenas es el de la Madre Laura Montoya, colombiana, cuyas religiosas –las lauritas- están en Sucumbíos. Fue beatificada en 2004 y está en curso su proceso de canonización.

Ella formó a sus religiosas para convivir con el indígena, compartir con ellos sus necesidades y angustias. Aprender su lengua, defender sus tierras, recuperar tradiciones válidas de su cultura, elaborar diccionarios, catecismos, dar a conocer al mundo el valor y la dignidad de un pueblo.

Su empeño era conquistar almas para Jesús, bautizar a los indígenas que no conocían a Cristo ni a su Iglesia y educarlos en la fe.

Ella vive en la Iglesia y para la Iglesia, amándola entrañablemente, su profundo anhelo es dilatar sus fronteras. La Jerarquía, los sacerdotes y seminaristas eran objeto de su gran veneración y aprecio. “Miren la Santa Sede y la Jerarquía eclesiástica como el asiento de la sabiduría de Dios.”, escribió.

A la vista de estos ejemplos heroicos de dos mujeres fuertes, sentimos dolor al ver a ciertas religiosas que tenemos en nuestro Vicariato que no están en la misma sintonía. Dolor, no solo por ver a monjas que no cumplen su deber, sino por ver a indígenas que no salen de su paganismo y no llegan a conocer la fe cristiana, el Padre Nuestro o la devoción a María.

¡Cómo quisiéramos en el Año de la Fe, ver que el apostolado de nuestras religiosas sea fecundo y que de frutos! Como quisiéramos ver a las lauritas fieles al carisma de su Fundadora, a las Anas ídem, a las Teresianas, ídem; etc. etc. etc.

Pero este deseo lo vemos bastante utópico, más o menos como ven en ISAMIS a su llamado “reino”.

¿Se imaginan a Melbis (la del ex hogar infantil) o a Susana Alonso de Puerto Libre, beatificadas por la Iglesia Católica? Difícilmente. ¿O a laicas como Elsa Encarnación o Delia Malbay?

Lo que sí puede ser es que las beatifique otra iglesia: la iglesia comunidad ministerial al servicio del reino…

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