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miércoles, 1 de junio de 2016

Con qué desvergüenza… (II)

Continuamos comentando trechos del desacertado artículo del Padre carmelita de Burgos Eduardo Sanz de Miguel. Se puede ver dicho artículo en este link: https://padreeduardosanzdemiguel.blogspot.com.br/2016/05/la-herencia-de-un-misionero.html#more

Dice a propósito del cambio de administración en nuestro Vicariato hace poco más de cinco años atrás:


"La sociedad de Sucumbíos y de Ecuador se dividió. Algunas minorías apoyaban a los influyentes y económicamente poderosos miembros del nuevo grupo, pero la mayoría del pueblo estaba con los misioneros antiguos."

La sociedad de Sucumbíos y de Ecuador ya estaba dividida. Más bien puede decirse que la división se disipó y la opinión pública se cristalizó esperanzada con la nueva realidad después de cuatro décadas de aridez espiritual:

Comenzaron las Eucaristías diarias en iglesias y capillas, confesiones disponibles a todo momento, atención de enfermos y celebración del sacramento de la Unción, catequesis de niños y adultos, las solemnidades de adviento, navidad, cuaresma y Pascua celebradas con esplendor, procesiones con la Virgen, visitas a las casas y rezo del rosario en familia, etc. Todo eso era desconocido por el pueblo fiel que se fue desafectando de la isamis y, lo que es muy de lamentar, asumiendo la religión evangélica.

Sucumbíos y Ecuador no se dividieron, se unieron en la fe de siempre, nuestra fe católica, muy diferente de la Pachamama, de las reivindicaciones sociales y políticas, del descarte de los sacramentos…

“Algunas minorías apoyaban” dice. ¿Qué minorías son esas? ¿Por qué no citarlas? El pueblo entero se volcó a los templos y a las calles para manifestar su alegría con los nuevos misioneros. Por ejemplo, el Vía crucis del Vicariato congregó a casi seis mil personas mientras que, paralelamente, Isamis y Radio Sucumbíos celebraban un vía crucis con tan solo 150 personas comandadas por el Padre Jesús Arroyo… Otra prueba: la “vigilia permanente” contra la nueva administración apenas juntaba media docena de personas intermitentes, mientras que la “marcha blanca” de apoyo al Vaticano y a los herladistas congregó a tres mil personas, algo nunca visto aqui. Para no hablar de las manifestaciones cotidianas, ¡más de 150! en que marchaban decenas de fieles pidiendo a vuelta de los padrecitos heraldos. Todo Sucumbíos y todo Ecuador sabe eso. Parece que este fraile no se enteró de nada.

“Influyentes y económicamente poderosos miembros del nuevo grupo” ¿Y eso? Más que influyentes, obedientes. Fueron mandados, vinieron. Fueron invitados a irse, se fueron. Nada trajeron más que su fe y su amor a la Iglesia y al pueblo. Y nada se llevaron de aquí, dejando gran parte de la administración y de la pastoral con un nuevo impulso… a pesar de la guerra sin cuartel impulsada por carmelitas y diocesanos.

¿De qué poder económico habla el padre Eduardo? ¿Qué lujos, gastos o derroche se permitieron los nuevos misioneros? Solo el decoro de las celebraciones, el apego a las normas litúrgicas (totalmente descuidadas por los isamitas) y la riqueza de su corazón y de su servicio a la comunidad.

Cuanto a los “misioneros antiguos”… mejor no poner vinagre en la herida y hacer una oración por ellos. Por los vivos y los difuntos.

Contra hechos evidentes no se puede argumentar. El Padre Eduardo Sanz de Miguel no solo tuerce la realidad sino que la envenena con el prejuicio y la ignorancia.

Alguien dijo que tres clases hay de ignorancia: “no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse”. En estos tres grados de ignorancia cae el blogero carmelita. El saber lo que no debiera saberse es, quizás, el peor grado de ignorancia. Porque significa saber desinformar, mentir y calumniar.

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