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sábado, 27 de octubre de 2012

Sínodo en Roma: luces para nuestro Vicariato (I)

Se ha dado a conocer el mensaje final de los Obispos reunidos en Sínodo junto a Santo Padre. Es un documento muy iluminador de los caminos a seguir para la evangelización. No hay nada sorprendentemente nuevo o revolucionario, como algunos desearían. Es muy recomendable su lectura, especialmente para los que se dicen llamados a la construcción del reino y hasta se invisten de originales ministerios…

El mensaje comienza con una recomendación: “Hoy son muchos los pozos que se ofrecen a la sed del hombre, pero conviene hacer discernimiento para evitar aguas contaminadas. Es urgente orientar bien la búsqueda, para no caer en desilusiones que pueden ser ruinosas” (1). Por lo tanto, mucho cuidado de contaminarse con los errores pastorales en boga, mucho peores que la contaminación de la Amazonía.

Luego nos da otra recomendación saludable: la vigilancia “En todos los lugares se siente la necesidad de reavivar una fe que corre el riesgo de apagarse en contextos culturales que obstaculizan su enraizamiento personal, su presencia social, la claridad de sus contenidos y sus frutos coherentes” (2). Por ejemplo, en el Oriente amazónico, decimos nosotros.

En el tercer numeral nos dice de la importancia de los sacramentos para el encuentro personal con Cristo: “La Iglesia es el espacio ofrecido por Cristo en la historia para poderlo encontrar, porque Él le ha entregado su Palabra, el bautismo que nos hace hijos de Dios, su Cuerpo y su Sangre, la gracia del perdón del pecado, sobre todo en el sacramento dela Reconciliación” (3). Justamente, el Sacramento de la Reconciliación que casi no conocimos durante los negros 40 años de iglesia diferente. También en este tópico se nos enseña a valorar la comunión, la cordialidad y la belleza, trazos desconocidos por la política excluyente de ISAMIS que margina a los que no caminan como ellos (supuestamente “con los dos pies”): “Hemos de constituir comunidades acogedoras, en las cuales todos los marginados se encuentren como en su casa, con experiencias concretas de comunión que, con la fuerza ardiente del amor, -“Mirad como se aman” (Tertuliano, Apologetico, 39, 7) – atraigan la mirada desencantada de la humanidad contemporánea. La belleza de la fe debe resplandecer, en particular, en la sagrada liturgia, sobre todo en la Eucaristía dominical. Justo en las celebraciones litúrgicas la Iglesia muestra su rostro de obra de Dios y hace visible, en las palabras y en los gestos, el significado del Evangelio”. Cuanto a la belleza que debe resplandecer en la liturgia, mejor ni hablar.

En la evangelización, “No se trata de inventar nuevas estrategias, casi como si el Evangelio fuera un producto a poner en el mercado de las religiones”. A ver si tomamos nota…

Continuará.


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