El periódico El País de Madrid publica el 8/11/12 una noticia titulada “La teología de la liberación, herida pero viva”, en la que Pedro Ribeiro de Oliveira, sociólogo y profesor en la maestría en Ciencias de la Religión de la Universidad Católica de Minas Gerais (Brasil), declara que “en estos 50 años esa opción ha ido perdiendo fuerza. Los miembros de la Iglesia no se sienten más comprometidos y la jerarquía tiene más preocupación por sumar fieles que por el diálogo con los pobres”.
Al hablar de cuestiones religiosas no se tiene, a veces,
el cuidado de matizar las afirmaciones. “Sumar fieles” parece algo
despropositado y suena antipático. Sobretodo si se opone esa opción tan noble
como es “el diálogo con los pobres”. Pero en realidad sumar fieles no es otra
cosa que evangelizar, atraer las personas a la práctica religiosa, hacer crecer
el número de cristianos que sean fieles a su compromiso bautismal: tarea
eminentemente loable y necesaria. Es la preocupación irrenunciable de la
Jerarquía.
Es significativo (y a eso vamos) el reconocimiento de que
la teología de la liberación está herida. Su herida es de muerte. Sigue viva,
pero en realidad, sobrevive. Su tiempo pasó.
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También es sugestivo esta otra noticia de un conocido
blog católico llamado infocatolica, siempre bien informado y actualizado: “La teología de
Ratzinger en la tierra de Boff” (Del Vatican Insider).
“Brasil ha sido, durante años, uno de los
centros neurálgicos de la Teología de la Liberación latinoamericana. Cuna de
personajes como Leonardo Boff, ex religioso franciscano contestatario y
ecologista, ideólogo de esa corriente de pensamiento de inspiración
marxista. Pero el catolicismo brasileño es más que “liberacionistas” y
“comunidades eclesiales de base”, es también germen de movimientos de profunda
fidelidad al Papa. Uno de ellos, los Heraldos del Evangelio, llevará a su país
nada menos que la teología de Joseph Ratzinger”.
Unos están en la
hora del crepúsculo y otros en su amanecer. Así son los movimientos del corazón
y de las mentes, mucho más decisivos y vinculantes que los terremotos o los
tornados.
Son los signos de los tiempos a los cuales no cabe más que aplicarles el método
tomista de ver, juzgar y actuar.
En Sucumbíos ¿estamos en el atardecer o en la aurora?
Juzgue el lector.
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