lunes, 29 de julio
de 2013
Lucas 11, 1-13
Una de las cosas
quizás más desconcertantes para los contemporáneos de Jesús era su oración. Una
oración que no tenía nada que ver con haber contraído un compromiso diario. Un
hombre que de madrugada se levanta para orar o que termina el día retirándose a
orar, es alguien que realmente tiene “necesidad” de interpretar lo que sucede,
de encontrarse con Dios desde el interior de su propia vida, desde el fondo de
las realidades que le tocan, realidades de gente sufrida, realidades de
injusticia acumulada. Un hombre para quien no es suficiente el rezo
litúrgico en la sinagoga, ni mucho menos las largas recitaciones de la
Torá. Un hombre que debe mantenerse a la intemperie si quiere llevar
a buen término su proyecto de Reino, necesita profundizar su diálogo con Dios y
estar en continuo discernimiento para no endurecerse en su radicalidad
ni tampoco dejarse llevar por intereses personales.
Así la petición
de “enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos” puede esconder una
pequeña trampa. Enséñanos a orar de esta manera puede significar algo así como
enséñanos el discipulado de Juan. La experiencia espiritual de Jesús
le había llevado por otros derroteros. Así que no podía enseñar a orar como
Juan. El discipulado en Jesús tiene por otra parte otras características que el
de Juan porque incluía a mujeres como Marta y María y otras, es decir, no
imponía ciertas fronteras culturales que el discipulado de Juan había dejado
intactas.
Así Jesús decide
no enseñar un método sino expresar una palabra salida de su propia experiencia
interior:
- Presenta a un Dios que se comparte y que a su vez
invita a la fraternidad. Dios no es individual sino una experiencia colectiva
de justicia. Eres Padre porque eres nuestro. Estás en los cielos porque lo
abarcas todo.
- Se desea a Dios en cuanto que se desea el Reino.
Dios se identifica fundamentalmente porque tiene un reino e invita a participar
en él.
- Con este Dios se tiene una relación de criatura, no
se trata de un contrato moral, sino una disposición permanente a vivir desde
una verdad confiada: ¡hágase tu voluntad!
- Dios es providente en cuanto que libra del mal. Así
quiere, así se muestra su misericordia. Pero hay que pedirlo para que esa
petición pueda cumplirse en cada persona.
No importa por
tanto la bondad o la maldad, la oportunidad o la amistad inoportuna. A Dios no
le importa el comportamiento sino esa tenacidad para buscar lo que de verdad
puede hacer feliz al ser humano.
Dejarnos enseñar
por Jesús. ISAMIS quiere ponerse en esta disposición en este momento de su
historia. Necesitamos orar y necesitamos que oren por nosotros y nosotras para
no caer en la tentación que imponen los acontecimientos. Necesitamos irnos
liberando hoy también de ciertos males que nos corroen y que imposibilitan la
vida plena en las comunidades. Necesitamos continuamente recuperar el “nuestro”
en la oración de Jesús. Ese “nuestro” que nos enseña la horizontalidad en las
relaciones, la participación en las decisiones y la implicación en la
compasión.
Debemos
transitar CIERTOS LUGARES que no se corresponden con lugares sagrados
necesariamente pero que son nuestros. Esos lugares se deben convertir para cada
uno y cada una en una manifestación de Dios. Dejemos que Jesús nos lleve y nos
enseñe.
Publicado por ISAMIS 2012 en 22:12
Echando luz y
retirando la piel de oveja…
Espantosa y contraria a la revelación, a la
tradición y al magisterio, es la meditación que el blog de ISAMIS publica sobre
el Evangelio dominical en que Jesús nos enseña la insistencia y la importunidad
que debemos tener en la oración.
En primer lugar, el título “Desde cierto
lugar”, no tiene nada que ver con el desarrollo del tema, a no ser para el
autor o los iniciados. Esta vez no firma la meditación ningún Pagola, Boff o
Castillo. Lo escribe un anónimo llamado ISAMIS.
La primera frase: “Una de las cosas quizás más desconcertantes para los
contemporáneos de Jesús era su oración”. No es así. Todos los judíos oraban.
Jesús oraba a menudo, Juan oraba, hasta los fariseos oraban… solo que en las
plazas y para ser vistos (como los isamitas en sus vigilias públicas…)
La oración de Jesús no tendría nada
que ver “con un compromiso diario”. Aquí se incita claramente a descuidar la
oración y a no tener constancia en ella, precisamente lo contrario del consejo
evangélico. Pero la oración de Jesús sí era un compromiso permanente. Todo en
Jesús es compromiso y disciplina, nada es arbitrario u ocasional. Su alimento
es hacer la voluntad del Padre.
Como los isamitas no rezan, imaginan
que Jesús tampoco rezaba y que los cristianos no deben rezar. Ellos cambian la
oración por esas cosas como “discernimiento”, “trabajo por el reino”,
resentimiento por “injusticia acumulada”, etc. A sus problemas existenciales
les dan el título de oración.
Jesús enseñaba a orar antes que nada
con su ejemplo. Los discípulos, fascinados, quisieron saber más. No hay ninguna
“trampa” o malevolencia en el pedido que le hacen y que Jesús atiende
maravillosamente enseñando el Padre Nuestro. Es claro que más que aprender una
fórmula, aspiran al discipulado. No se sabe por qué la “meditación” de Isamis
opone “fórmula” (al fin y al cabo el Padre Nuestro también es una fórmula…) al
deseo de ser plenamente discípulos. En ellos todo es lucha y conflicto. No
pueden armonizar las cosas.
De golpe, el artículo llega a afirmar
una herejía y un disparate colosal: “Dios no es individual sino una experiencia
colectiva de justicia”. Niegan la unidad y la trinidad de Dios, ni más ni
menos. ¡Dios es persona!
Atribuyendo no se sabe qué divinidad
a la naturaleza humana, proclaman: “Eres Padre porque eres nuestro”, siendo que
la verdad es que somos de Él que es nuestro Padre. No son detalles… son puntos centrales de la
fe.
Después, vuelve el disco rayado del “reino”
nunca definido, y funden y confunden el ser de Dios con el reino. “Yo soy Rey”,
dijo Jesús. Pero “mi reino no es de este mundo”. Por eso, el reino mundano y
temporal que idolatra Isamis, tiene por soberano al padre de la mentira, no al
Padre Nuestro.
Contrariamente a lo que escriben,
con Dios no se tiene una relación de criatura sino de hijo, una relación
filial. Al menos los cristianos; por eso le llamamos Padre. Oponen lo que llaman “contrato moral” a una
“disposición permanente”. Esto es otra utopía de Isamis que considera al hombre
inmaculado como si el pecado original no existiera. Esa aversión a un “contrato
moral” es muy de ellos que son amorales.
En esta sucesión de errores y de
horrores, viene de repente una afirmación demasiado fuerte: “No importa la
bondad o la maldad”. “No importa el comportamiento”… Pero ¿Y los mandamientos?
¿Y la conciencia? Todo salta por los aires, como cuando explota un mortero
guerrillero en el Putumayo.
¿Esto es teología o demonología?
Por fin, ¿podrían decirnos cuáles
son y dónde están esos misteriosos “CIERTOS LUGARES que no se corresponden con
lugares sagrados”? Esto ya es delirar.
Dejémonos enseñar por Jesús, el divino Maestro. Apartemos
nuestras vidas de las utopías anticristianas, igualitarias y sentimentales de
gente que se ha fabricado un dios a su mediocre medida y que pretende hacerlo
adorar por la gente sencilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario