A la espera de la publicación del texto
completo de la encíclica “Lumen Fidei”
del Papa Francisco, Radio Vaticana nos ofrece una síntesis de lo que contiene.
http://es.radiovaticana.va/news/2013/07/05/s%C3%ADntesis_de_la_enc%C3%ADclica_del_papa_francisco_lumen_fidei/spa-707739 Por la importancia y actualidad del tema, se reproducen aquí algunos puntos esenciales de la encíclica.
http://es.radiovaticana.va/news/2013/07/05/s%C3%ADntesis_de_la_enc%C3%ADclica_del_papa_francisco_lumen_fidei/spa-707739 Por la importancia y actualidad del tema, se reproducen aquí algunos puntos esenciales de la encíclica.
En
la introducción, se nos invita a “confesar la fe en
la unidad y la integridad”.
En
el primer capítulo se nos dice que “la
existencia creyente se convierte en existencia eclesial” porque la fe
se confiesa dentro del cuerpo de la Iglesia como “comunión real de los
creyentes”.
En
el segunda capítulo se enseña que “la fe sin
verdad no salva”. La verdad se la asocia erróneamente a las verdades
exigidas por los regímenes totalitarios del siglo XX. La verdad común da miedo,
se identifica con la imposición intransigente de los totalitarismos. El
magisterio de la Iglesia no es un límite a la libertad teológica, sino un
elemento constitutivo porque garantiza el contacto con la fuente original, con
la Palabra de Cristo.
En
el tercer capítulo se pone de relieve la
importancia de la evangelización. Es imposible creer cada uno por su cuenta por
que la fe no es una opción individual, sino que abre el yo al nosotros y se da siempre
dentro de la comunión de la Iglesia.
Un “medio particular” de transmisión de la fe
son los sacramentos, especialmente el bautismo y la Eucaristía. Se nos
dice que la fe es una sola y que tiene que ser confesada en toda su pureza e
integridad. La unidad de la fe es la unidad de la Iglesia. Quitar algo
de la fe es quitar algo a la verdadera comunión.
En
el capítulo cuarto se habla de los ámbitos
iluminados por la fe. En primer lugar, la familia bien constituida. Se
nos dice también que la fe da un nuevo significado a la fraternidad
universal entre los hombres, que no es mera igualdad, sino la experiencia de la
paternidad de Dios, comprensión de la dignidad única de la persona singular.
Hablando de las justas formas de gobierno,
nos enseña que la autoridad viene de Dios y está al servicio del bien común.
En
la conclusión se ensalza a María como “la que ha
creído”, ícono perfecto de la fe.
Aquí
está un avance de la encíclica, escrita en íntima sociedad entre Benedicto y
Francisco, del que rescatamos:
La importancia de la comunión eclesial, la
necesidad de profesar la verdad en su pureza e integridad y de no asimilarla a
una imposición totalitaria; la idea de que la fraternidad no es mera igualdad
sino comprensión de la dignidad única de la persona singular; el hecho de que
la autoridad viene de Dios (y no del pueblo ni de la mayoría, como se profesa
en una concepción atea de la democracia) y la necesidad de la devoción a la Virgen
María.
Abordamos
estos puntos porque echan luz para evaluar la pastoral isamítica.
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