La “mística” todavía campeaba un tanto cuando en sus micrófonos hablaba Jesús Arroyo. Ya no con Pablo Gallegos y menos aún con Pablo Torres.
El lazo tenue que tenía con el Vicariato de San Miguel de Sucumbíos va desapareciendo; se trata de una vulgar substracción, de un robo. Con ella, pasa lo que pasó con Doña Godina, con Companet y con otras iniciativas “sociales y comunitarias” nacidas a la sombra de los carmelitas.
La que pierde con estas maquinaciones isamitas es, siempre, nuestra Iglesia que ya no evangeliza ni por las por las ondas de su propia radio… ¡desde hace tiempo!
Con 21 años, la radio no es una joven bonita y atractiva. Es una pobre creatura que, a pesar de su corta edad, la mala vida la desnaturalizó y la llenó de arrugas.
A fuerza de optar por el mundo, la política y el vil metal, dejando de lado a la espiritualidad cristiana, la radio se hunde en el descrédito, aunque no le faltan apoyos exteriores y nacionales.
Los festejos de su nuevo aniversario, con sus danzas y músicas estridentes y sensuales, no conseguirán ocultar el dolor y la indignación de nuestra provincia por esta joven perdida que se alejó de los caminos de Dios.
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