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sábado, 18 de mayo de 2013

Como los de isamis



Un ejemplo de hasta dónde puede llegar la soberbia, la pertinacia y la rebelión

El rostro de este hombre ya es toda una “profesión de fe”, especialmente sus ojos turbios y el humo que sale de su corazón. ¡Pero lo que dice es aún peor!


El ‘párroco’ de San Carlos Borromeo de Vallecas:
«Pueden excomulgarme pero no voy a irme»

HABLA DE ‘ABSURDO CELIBATO’, ABORTO Y VOCACIÓN

‘Así en la tierra. La iglesia de los que no se callan’ es el título del libro sobre Enrique Castro, ‘párroco’ del centro pastoral de San Carlos Borromeo del barrio madrileño de Vallecas, que ha publicado el escritor Marçal Sarrats Ferrés. Un polémico libro que refleja las ideas de este sacerdote sobre temas muy importantes de la actualidad religiosa y social.
(Religión Confidencial/InfoCatólica) En este libro el que ya es conocido como el ‘cura rojo’, responde así a los que se preguntan por qué sigue en la iglesia si no está ‘a gusto’: «En mi familia hay cosas que no me gustan y no me voy. Tengo sus genes y tengo su cariño. Pueden excomulgarme, si quieren. Pues que lo hagan, porque yo no voy a irme. Que me excomulguen por intentar seguir a Jesús. Sigo pensando que haces un servicio a la gente cuando eres crítico y trabajas para aclarar las cosas. Cuando explicas el Evangelio y ves que la gente se acerca, lo entiende y lo vive. Se trata de dar la buena noticia. Si entienden esto, yo voy a seguir haciéndolo dentro».
También habla del celibato como «algo absurdo, ¡Que cada cura haga lo que quiera! Lo de los curas casados tendría que ser lo más normal del mundo».
En otra parte, habla de su postura frente al aborto: «Lo único que puedes decirles a aquellas que quieren abortar es que si deciden no hacerlo no les faltará nada, ni a ellas ni a sus hijos, pero la decisión siempre es personal. La Iglesia ha gastado más tiempo condenando el aborto que la doble moral. Cuántas personas de derechas, estando en contra del aborto, han llevado a abortar a sus hijas».
Sobre el tema del de la homosexualidad en relación con la Iglesia, opina: «Los gays son personas iguales que las demás. Y punto. ¿Cómo va a ser el cristianismo incompatible con la homosexualidad? No existe ningún código de moral en el Evangelio y mucho menos de moral sexual».
Incluso propone ciertas formas de reivindicación ‘violenta’: «Creo que es muy importante aprender a decir no, porque decir sí es lo más fácil. No crear controversia es cómodo porque te ahorra problemas, pero sin embargo si te niegas estás creando una cierta violencia. [...] Esta violencia de la que hablo puede pasar por quitar las cuentas corrientes del banco y tratar de organizar una banca solidaria, como de hecho ya se están haciendo pequeños ensayos. ¿Por qué para recibir una nómina es obligatorio tener una cuenta en un banco?»
Por último, el sacerdote recuerda los primeros pasos de su vocación: «Mi madre me decía muchas veces que le parecía mentira que fuera cura, porque le quitaba su fe». Para Enrique, dice el autor del libro, los obispos son como su propia madre con la misma fe, la misma manera de pensar y el mismo anclaje en el pasado. Y como a su madre, los escucha, aunque con diferencias «porque a una madre se la quiere como ella quiere al hijo y se comparte mesa con ella, mientras que con los obispos ni se come ni existe este mismo amor recíproco. Es una cuestión de cariño o falta de cariño».



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