La Iglesia católica tiene una organización
jerárquica, pero no se trata de un ejercicio de la autoridad al uso,
como el que se puede dar en cualquier empresa o institución. La misión
esencial de cualquier católico, desde el último bautizado hasta el propio Papa, es
siempre la misma, el anuncio del Evangelio y el ejercicio de
la caridad.
Pese a ello, dentro de la Iglesia hay
una diversidad de ministerios, cuyas responsabilidades y tareas
están reguladas por el Código de Derecho Canónico en el libro que se refiere al
«Pueblo de Dios», en concreto, la sección II sobre «La constitución jerárquica de la
Iglesia».
1. El Papa. Elegido
por los cardenales electores durante el cónclave, el Papa representa a Cristo
en la Tierra, por eso se le denomina el Vicario de Cristo.
En el Santo Padre permanece la función que el Señor encomendó singularmente a Pedro, primero entre los apóstoles. Además es la cabeza del Colegio de obispos, que le prestan su cooperación de distintas maneras, al igual que los cardenales.
En el Santo Padre permanece la función que el Señor encomendó singularmente a Pedro, primero entre los apóstoles. Además es la cabeza del Colegio de obispos, que le prestan su cooperación de distintas maneras, al igual que los cardenales.
2. Los cardenales. Son «creados» por el Papa. Los que tienen menos de 80 años de
edad pueden votar al nuevo Pontífice en caso de que se celebre el Cónclave.
Asisten al Santo Padre tanto colegialmente, cuando son convocados para tratar
juntos cuestiones de más importancia, como personalmente, mediante los distintos
oficios que desempeñan, ayudando al Pontífice sobre todo en su gobierno
cotidiano de la Iglesia universal. Para poder ser nombrado cardenal basta con
ser sacerdote, aunque el candidato deberá recibir la ordenación episcopal antes
de recibir el anillo y la birreta de manos del Santo Padre.
3. Los obispos. Ejercen una triple misión: enseñar, santificar y gobernar una
porción de la Iglesia con un criterio propio, como cada uno de los sucesores de
los Apóstoles. Ningún obispo, aunque haya sido nombrado cardenal, tiene
autoridad sobre otro, sino que cada uno depende directamente del Papa.
En sus respectivas diócesis, son
responsables de atender a sus presbíteros; cuidar de que cumplan debidamente
las obligaciones propias de su estado, y de que dispongan de aquellos medios e
instituciones que necesitan para el incremento de su vida espiritual e
intelectual.
Ayudados por los presbíteros, sus colaboradores, y por los diáconos, los obispos
tienen la misión de enseñar auténticamente la fe, de celebrar el culto, sobre
todo la Eucaristía, y de dirigir su Iglesia como verdaderos pastores.
Para poder ser nombrado obispo se requiere
que el interesado sea: insigne por la firmeza de su fe, tenga buenas
costumbres, buena fama y cuente con al menos treinta y cinco años. También
tiene que llevar al menos cinco años de presbítero y ser doctor o al menos
licenciado en Sagrada Escritura, teología o derecho canónico, o al menos
verdaderamente experto en esas disciplinas.
4. Los párrocos. Es el pastor propio de la parroquia que se le confía, y ejerce
el cuidado pastoral de la comunidad que le está encomendada bajo la autoridad
del obispo diocesano. Entre sus tareas está la de conocer a los fieles que se
le encomiendan. Para ello, visita las familias, a los enfermos, especialmente a
los moribundos, fortaleciéndoles con la administración de los sacramentos.
También está pendiente de los pobres y de aquellos que sufren especiales
dificultades.
5. Los fieles laicos. Son los encargados de descubrir o de idear los medios para
impregnar de vida cristianas las realidades sociales, políticas y económicas.
Están llamados a ser testigos de Cristo en todas las cosas, también en el
interior de la sociedad.
Atención:
No confundir jerarquía con tiranía, ni colegialidad con democracia.
Los cargos, títulos, honores y ministerios son para el servicio del
pueblo de Dios y no para la ventaja personal de los que los detentan.
El Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica,
consagran la dimensión jerárquica de la
Iglesia.
Los malos católicos, las sectas y los enemigos de la Iglesia, niegan y
combaten a la Jerarquía. Ellos, imaginan una comunidad utópica, diferente de la
Iglesia Católica.
La constitución jerárquica de la Iglesia no tiene nada que ver con la
Curia Romana, ni con los palacios vaticanos, ni con la Guardia Suiza.
Disparates de esos se dicen en
Sucumbíos.
¿Se imaginan una Iglesia donde no se manda ni se obedece, y donde se
imponen arbitrariamente normas… aunque cada fiel haga lo que quiera? Esa
iglesia entre nosotros tiene un nombre. ¿Ya adivinaron?
No hay comentarios:
Publicar un comentario