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lunes, 13 de mayo de 2013

La constitución jerárquica de la Iglesia católica

Pese a que todos sus miembros comparten «una única misión», dentro de la Iglesia «hay diversidad de ministerios»

La Iglesia católica tiene una organización jerárquica, pero no se trata de un ejercicio de la autoridad al uso, como el que se puede dar en cualquier empresa o institución. La misión esencial de cualquier católico, desde el último bautizado hasta el propio Papa, es siempre la misma, el anuncio del Evangelio y el ejercicio de la caridad.

Pese a ello, dentro de la Iglesia hay una diversidad de ministerios, cuyas responsabilidades y tareas están reguladas por el Código de Derecho Canónico en el libro que se refiere al «Pueblo de Dios», en concreto, la sección II sobre «La constitución jerárquica de la Iglesia».

1. El Papa. Elegido por los cardenales electores durante el cónclave, el Papa representa a Cristo en la Tierra, por eso se le denomina el Vicario de Cristo.
En el Santo Padre permanece la función que el Señor encomendó singularmente a Pedro, primero entre los apóstoles. Además es la cabeza del Colegio de obispos, que le prestan su cooperación de distintas maneras, al igual que los cardenales.

2. Los cardenales. Son «creados» por el Papa. Los que tienen menos de 80 años de edad pueden votar al nuevo Pontífice en caso de que se celebre el Cónclave. Asisten al Santo Padre tanto colegialmente, cuando son convocados para tratar juntos cuestiones de más importancia, como personalmente, mediante los distintos oficios que desempeñan, ayudando al Pontífice sobre todo en su gobierno cotidiano de la Iglesia universal. Para poder ser nombrado cardenal basta con ser sacerdote, aunque el candidato deberá recibir la ordenación episcopal antes de recibir el anillo y la birreta de manos del Santo Padre.

3. Los obispos. Ejercen una triple misión: enseñar, santificar y gobernar una porción de la Iglesia con un criterio propio, como cada uno de los sucesores de los Apóstoles. Ningún obispo, aunque haya sido nombrado cardenal, tiene autoridad sobre otro, sino que cada uno depende directamente del Papa.

En sus respectivas diócesis, son responsables de atender a sus presbíteros; cuidar de que cumplan debidamente las obligaciones propias de su estado, y de que dispongan de aquellos medios e instituciones que necesitan para el incremento de su vida espiritual e intelectual.

Ayudados por los presbíteros, sus colaboradores, y por los diáconos, los obispos tienen la misión de enseñar auténticamente la fe, de celebrar el culto, sobre todo la Eucaristía, y de dirigir su Iglesia como verdaderos pastores.

Para poder ser nombrado obispo se requiere que el interesado sea: insigne por la firmeza de su fe, tenga buenas costumbres, buena fama y cuente con al menos treinta y cinco años. También tiene que llevar al menos cinco años de presbítero y ser doctor o al menos licenciado en Sagrada Escritura, teología o derecho canónico, o al menos verdaderamente experto en esas disciplinas.

4. Los párrocos. Es el pastor propio de la parroquia que se le confía, y ejerce el cuidado pastoral de la comunidad que le está encomendada bajo la autoridad del obispo diocesano. Entre sus tareas está la de conocer a los fieles que se le encomiendan. Para ello, visita las familias, a los enfermos, especialmente a los moribundos, fortaleciéndoles con la administración de los sacramentos. También está pendiente de los pobres y de aquellos que sufren especiales dificultades.

5. Los fieles laicos. Son los encargados de descubrir o de idear los medios para impregnar de vida cristianas las realidades sociales, políticas y económicas. Están llamados a ser testigos de Cristo en todas las cosas, también en el interior de la sociedad.

Atención:

No confundir jerarquía con tiranía, ni colegialidad con democracia.

Los cargos, títulos, honores y ministerios son para el servicio del pueblo de Dios y no para la ventaja personal de los que los detentan.

El Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica, consagran  la dimensión jerárquica de la Iglesia.

Los malos católicos, las sectas y los enemigos de la Iglesia, niegan y combaten a la Jerarquía. Ellos, imaginan una comunidad utópica, diferente de la Iglesia Católica.

La constitución jerárquica de la Iglesia no tiene nada que ver con la Curia Romana, ni con los palacios vaticanos, ni con la Guardia Suiza. Disparates  de esos se dicen en Sucumbíos.

¿Se imaginan una Iglesia donde no se manda ni se obedece, y donde se imponen arbitrariamente normas… aunque cada fiel haga lo que quiera? Esa iglesia entre nosotros tiene un nombre. ¿Ya adivinaron?




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