Siglos después, todo se fue complicando. La casa se convirtió en templo, la comida en “sacrificio”, la mesa en altar, la gracia en obligación. E instituyeron sacerdotes para presidir y hacer la consagración del pan y del vino, como si éstos no fueran sagrados de por sí. Y lo llamaron “misa”, pero esto no estuvo mal, pues “misa” significa misión. “Ite missa est”, se decía al final: “Id en paz. Es la hora de la misión”.
Es hora de que volvamos a lo más sencillo y pleno, más allá de cánones y rúbricas y presidencias sacerdotales que nada tienen que ver con Jesús. Basta que nos reunamos dos o más en una casa cualquiera o en cualquier ermita libre, para recordar a Jesús, compartir la palabra, tomar pan y vino, resucitar la esperanza, mientras los pájaros cantan. Si te sientes triste, Jesús te consuela. Si te sientes alegre, Jesús es tu alegre comensal. Y no importa que el pan sea de trigo, de maíz o de centeno, ni si el vino es de uva, de cebada o de arroz. Lo que importa es que sea fruto de la tierra y del trabajo, sacramento de la vida y del mundo nuevo. Ésa es la misa verdadera, la verdadera misión”. José Arregui, teólogo de la liberación, ex sacerdote español. http://www.atrio.org/2013/05/pan-y-vino-en-memoria-de-jesus/#more-9012
Así conciben las Misa los inventores y seguidores de ISAMIS.
Consecuencia o moraleja: ¿Cómo es posible reconciliación, paz y comunión con pseudo-católicos que piensan así del misterio más grande de nuestra religión?
Los católicos de Sucumbíos creemos en la eucaristía, en la presencia real, en la transustanciación. Sabemos que la consagración se produce después de la fórmula pronunciada por un sacerdote ordenado y que el sacerdocio católico fue instituido por Jesús, al igual que la Eucaristía, en la última cena. Esa es nuestra fe.
Desde que ciertos frailes carmelitas de Burgos, con Mons. Gonzalo a la cabeza, empezaron sus andanzas por nuestro oriente ecuatoriano, “todo se fue complicando”. La Misa se desnaturalizó completamente, cuando no, dejó de celebrarse, sin más. Aquí teníamos parodias de misas con aplausos, chicha, danza, invocación a la madre tierra y, por supuesto, su “compartir” tan preciado… que embolsaban piamente “mientras los pájaros cantan”.
Bien se comprende por qué los isamitas, que adoran a chamanes y a los ritos y costumbres de los indígenas, tienen alergia de la bandera vaticana y de las autoridades de nuestra Iglesia.
Esto no es calumnia, ni difamación, ni mentiras, como dicen, haciéndose las víctimas. Son las cosas claras, como son. En realidad son ellos los que nos mienten al camuflar su doctrina y sus prácticas y al hacerse pasar por “católicos” cuando en realidad no lo son.
Muy buena reflexion! Seria interesante si de igual forma de profundiza el tema indigenista mezclado en la iglesia.!!
ResponderEliminarlos isamitas son peores que judas
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