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viernes, 15 de noviembre de 2013

ISAMIS: TOMAR NOTA

¿Por qué invita el Papa a bautizar cuanto antes a los niños? 
«Los sacramentos no son ritos, son la fuerza de Cristo». El magisterio de Francisco sobre la esencia de la fe y la práctica de las Iglesias europeas

ANDREA TORNIELLI
CIUDAD DEL VATICANO


Durante la audiencia de hoy 6 de noviembre, Papa Francisco (añadiendo, como suele, explicaciones que hacen más comprensible e intenso el discurso preparado) habló sobre la «fuerza» de los sacramentos. Explicó que «no son apariencias, no son ritos; los sacramentos son la fuerza de Cristo, está Cristo en los sacramentos. Cuando celebramos la misa, en la Eucaristía está Jesús vivo, justamente Él, que nos reúne, nos hace comunidad, nos hace adorar al Padre».

Bergoglio subrayó que «cada encuentro con Cristo, que en los sacramentos nos ofrece la salvación, nos invita a “ir” i comunicar a los demás una salvación que hemos podido ver, tocar, encontrar, acoger, y que es verdaderamente creíble porque es amor». Es por ello que «los sacramentos nos impulsan a ser misioneros, y el compromiso apostólico de llevar al Evangelio a todos los ambientes, incluso a los más hostiles, constituye el ruto más auténtico de una asidua vida sacramental, en cuanto participación de la iniciativa de salvación de Dios, que la quiere ofrecer a todos».


«Y por ello –explicó el Papa– es importante hacer la comunión; es importante que los niños sean bautizados pronto; es importante que sean confirmados». Porque «ésta es la presencia de Jesucristo en nosotros, que nos ayuda» Y también «Es importante, cuando nos sentimos pecadores, ir al Sacramento de la reconciliación. "No, Padre, ¡tengo miedo, porque el sacerdote me bastoneará!" No, no te bastoneará, el sacerdote. ¿Tú sabes que encontrarás en el Sacramento de la reconciliación? A Jesús, Jesús que te perdona. Es Jesús que te está esperando allí, y esto es un Sacramento. Y esto hace que crezca toda la Iglesia».
Así pues, Fracnisco insistió en la importancia del bautismo para los niños y sobre la importancia de la comunión. En muchas ocasiones, cuando todavía era cardenal, Bergoglio repitió que la Iglesia debe «facilitar» la fe de las personas más que regularla. Y justamente con respecto al acceso a los sacramentos, siempre administró muchos bautismos, incluso en ocasión de los peregrinajes y de las grandes fiestas dedicadas a los santos. Los administraba después de breves catequesis.
En el libro-entrevista con Francesca Ambrogetti y Sergio Rubin, el entonces arzobispo de Buenos Aires contó que acababa de bautizar a siete hijos de una mujer sola, una viuda pobre, que se ganaba la vida limpiando casas y que había tenido a sus hijos de padres diferentes. La muejr estaba muy preocupada porque no había bautizado a sus hijos, por lo que se dirigió a Bergoglio en una celebración de la fiesta de San Cayetano. No había podido bautizarlos porque no tenía dinero para la fiesta ni para que viajaran los padrinos que vivían lejos. Así que Bergoglio le dio una cita: «Nos hablamos por teléfono y vino a verme; me decía que nunca lograba encontrar a todos los padrinos y reunirlos... Al final le dije: “Hagamos todo solo con dos padrinos, en representación de los demás”. Vinieron todos aquí y después de una pequeña catequesis los bauticé en la capilla del arzobispado. Después de la ceremonia tuvimos un pequeño refrigerio». La madre de los niños dijo a Borgoglio que no lo podía creer y que la hacía sentir importante. Entonces el entonces cardenal respondió: «Pero, señora, ¿qué tengo que ver yo? Es Jesús la que la hace importante a usted».

«Después de una pequeña catequesis...». Al escuchar estas palabras uno pensaría en esos recorridos de iniciación cristiana de las Iglesias europeas. A menudo el sacramento de los hijos es la ocasión para dirigirse también a sus padres, para proponerles de nuevo el anuncio del Evangelio. Y es comprensible que se trate de recorridos de una cierta duración. Las que retrasan los bautismos son las familias, mientras que son las diócesis las que retrasan cada vez más las comuniones y las confirmaciones. Con el riesgo de que se piense que el sacramento es el punto de llegada, el objetivo de una preparación. Y que este dependa de la preparación de quien lo recibe. Obviamente es necesario estar preparados. Pero se corre el peligro de no dar el justo peso a esa «fuerza» del sacramento de la que habla Francisco, como si la eficacia dependiera exclusivamente de la (larga) preparación de quien lo recibe.

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