Contradice así al documento de Aparecida que
nos dice que debemos se discípulos y misioneros de Jesucristo para que en Él
nuestros pueblos tengan vida. Aquí es lo contrario: la vida nos vendría de los
pueblos ancestrales. Por lo tanto nada de evangelizar; más bien nosotros
aprendamos lo que nos enseñan los chamanes y demos culto a la Madre Tierra.
Según nuestro Evangelio, hay que convertirse
porque el reino de Dios está próximo (Mt. 3, 1-2). Según el evangelio del padre
Pierre, hay que preocuparse por vivir bien, sin ser perezoso, mentiroso y ladrón (?), según
el espíritu de nuestros ancestros. Es decir, lo opuesto. Porque conversión
significa morir al hombre viejo y renacer para Cristo. Pero para Pedro Pierre
hay que renegar de Cristo y volver al hombre viejo.
Interesante es comparar su lamentable
artículo con este trecho de una encíclica de Pío XII que se llama, curiosamente
(y sin ninguna ironía), Evangelii Praecones (Heraldos del Evangelio) del 2-VI-1951:
58. (…) La Iglesia, desde sus orígenes hasta nuestros días, ha
conseguido siempre la prudentísima norma que, al abrazar los pueblos el
Evangelio, no se destruya ni extinga nada de los bueno, honesto y hermoso que,
según su propia índole y genio, cada uno de ellos posee. Pues cuando la Iglesia
llama a los pueblos a una condición humana más elevada y a una vida más culta,
bajo los auspicios de la religión cristiana, no sigue el ejemplo de los que sin
norma ni método cortan la selva frondosa, abaten y destruyen, sino más bien
imita a los que injertan en los árboles silvestres la buena rama, a fin de que
algún día broten en ellos frutos más dulces y exquisitos.
59. La naturaleza humana, aunque inficionada con el pecado original por
la miserable caída de Adán, tiene con todo en sí «algo naturalmente cristiano»
(Tertuliano, Apologético c. 17: PL 1, col. 377A); lo cual, si es iluminado con
la luz divina y alimentado por la gracia de Dios, podrá algún día ser elevado a
la verdadera virtud y a la vida sobrenatural.
60. Por lo cual, la Iglesia católica ni despreció las doctrinas de los
paganos ni las rechazó, sino que más bien las libró de todo error e impureza, y
las consumó y perfeccionó con la sabiduría cristiana. De la misma manera acogió
benignamente sus artes y disciplinas liberales que habían alcanzado en algunas
partes tan alto grado de perfección, las cultivó con diligencia y las elevó a
una extrema belleza a la que antes tal vez nunca había llegado. Tampoco
suprimió completamente las costumbres típicas de los pueblos y sus
instituciones tradicionales, sino que en cierto sentido las santificó; y los
mismos días de fiesta, cambiando el modo y la forma, los hizo que sirviesen
para celebrar los aniversarios de los mártires y los misterios sagrados...”.
Esta Encíclica y este Papa son,
sin duda, anteriores al Concilio Vaticano II, a Medellín y a ISAMIS. Por eso,
el columnista de El Telégrafo los rechazará olímpicamente. Con eso dará una
prueba más, entre tantísimas otras, de que no profesa la religión católica,
aunque nos diga que es sacerdote (cuando le conviene) “acompañador” de las CEBS.
Concluye su columna diciendo “Unamos
nuestras espiritualidades, indígenas, negras y cristianas, para vivir mejor”.
Le faltó decir “rifemos el Evangelio” que nos manda
“Sea vuestro lenguaje sí, sí, no, no” (Mt. 5, 37); “el
que no junta conmigo desparrama” (Mt. 12, 30) y “no he venido a traer la paz
sino la división” (Mt.10, 34).
“El evangelio de las
naciones originarias”
Así reza el Mensaje final del 7° Encuentro
Continental de Teología India que tuvo lugar hace unos días en la ciudad de
Pujilí en la provincia de Cotopaxi. Participaron más de 2.000 personas
representantes de las naciones originarias de Abya Yala y de varias religiones
cristianas. He aquí algunos de los párrafos más relevantes.
“Les anunciamos una buena noticia para todas y para
todos: ¡El Buen Vivir!... El Buen Vivir/Buen Convivir se manifiesta en no ser
perezoso, mentiroso y ladrón; es actuar, soñar, reconstruir la vida misma; se
trata de una radical apuesta por la vida plena y abundante, para todas y para
todos, no solo para unos cuantos. Nos muestra el horizonte de nuestras luchas
hacia una vida digna y justa… Así también nos lo exige el mismo Jesucristo: ‘He
venido para que tengan vida y vida en abundancia’ (Jn. 10,10).
A pesar de este oscuro panorama, nosotras y
nosotros, pueblos y naciones del Abya Yala, creemos y trabajamos por el Buen
Vivir: haciendo memoria y recogiendo las sabidurías ancestrales… a través de
los espíritus de nuestros ancestros. El Sumak Kawsay, el Buen Vivir/Convivir es
una utopía que animó la vida de nuestras abuelas(os), es una propuesta de vida
y sanación actual y para siempre.
Sabemos que hoy es tiempo de Pachakutik, de
renovación y cambio del sistema estructural, de economía, de estructura de
gobiernos, etc. Nos anima también nuestra fe en el pobre de Nazareth, que vino
a traer vida plena para los más débiles y a hacernos prójimos con los cojos,
ciegos, mudos, leprosos, paralíticos, mujeres, niños, desplazados; levantando
una y otra vez la voz contra los dominadores de su época, como señal profética
del Reino. Por lo tanto, nosotras y nosotros, pueblos originarios del Abya Yala
afirmamos que el Sumak Kawsay y el Evangelio son el mismo proyecto del Dios de
la Vida”.
Unamos nuestras
espiritualidades, indígenas, negras y cristianas, para vivir mejor.
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