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viernes, 8 de noviembre de 2013

“El evangelio de las naciones originarias”

El Padre Pierre cambia el Evangelio de Jesucristo por el de “las naciones originarias”, el “buen vivir”, el “Abya Yala”. “Pachakutik”, “Sumak Kawsay”, etc.


Contradice así al documento de Aparecida que nos dice que debemos se discípulos y misioneros de Jesucristo para que en Él nuestros pueblos tengan vida. Aquí es lo contrario: la vida nos vendría de los pueblos ancestrales. Por lo tanto nada de evangelizar; más bien nosotros aprendamos lo que nos enseñan los chamanes y demos culto a la Madre Tierra.
Según nuestro Evangelio, hay que convertirse porque el reino de Dios está próximo (Mt. 3, 1-2). Según el evangelio del padre Pierre, hay que preocuparse por vivir bien, sin ser perezoso, mentiroso y ladrón (?), según el espíritu de nuestros ancestros. Es decir, lo opuesto. Porque conversión significa morir al hombre viejo y renacer para Cristo. Pero para Pedro Pierre hay que renegar de Cristo y volver al hombre viejo.

Interesante es comparar su lamentable artículo con este trecho de una encíclica de Pío XII que se llama, curiosamente (y sin ninguna ironía),  Evangelii Praecones (Heraldos del Evangelio) del 2-VI-1951:

 58. (…) La Iglesia, desde sus orígenes hasta nuestros días, ha conseguido siempre la prudentísima norma que, al abrazar los pueblos el Evangelio, no se destruya ni extinga nada de los bueno, honesto y hermoso que, según su propia índole y genio, cada uno de ellos posee. Pues cuando la Iglesia llama a los pueblos a una condición humana más elevada y a una vida más culta, bajo los auspicios de la religión cristiana, no sigue el ejemplo de los que sin norma ni método cortan la selva frondosa, abaten y destruyen, sino más bien imita a los que injertan en los árboles silvestres la buena rama, a fin de que algún día broten en ellos frutos más dulces y exquisitos.
59. La naturaleza humana, aunque inficionada con el pecado original por la miserable caída de Adán, tiene con todo en sí «algo naturalmente cristiano» (Tertuliano, Apologético c. 17: PL 1, col. 377A); lo cual, si es iluminado con la luz divina y alimentado por la gracia de Dios, podrá algún día ser elevado a la verdadera virtud y a la vida sobrenatural.
60. Por lo cual, la Iglesia católica ni despreció las doctrinas de los paganos ni las rechazó, sino que más bien las libró de todo error e impureza, y las consumó y perfeccionó con la sabiduría cristiana. De la misma manera acogió benignamente sus artes y disciplinas liberales que habían alcanzado en algunas partes tan alto grado de perfección, las cultivó con diligencia y las elevó a una extrema belleza a la que antes tal vez nunca había llegado. Tampoco suprimió completamente las costumbres típicas de los pueblos y sus instituciones tradicionales, sino que en cierto sentido las santificó; y los mismos días de fiesta, cambiando el modo y la forma, los hizo que sirviesen para celebrar los aniversarios de los mártires y los misterios sagrados...”.

Esta Encíclica y este Papa son, sin duda, anteriores al Concilio Vaticano II, a Medellín y a ISAMIS. Por eso, el columnista de El Telégrafo los rechazará olímpicamente. Con eso dará una prueba más, entre tantísimas otras, de que no profesa la religión católica, aunque nos diga que es sacerdote (cuando le conviene)  “acompañador” de las CEBS.

Concluye su columna diciendo “Unamos nuestras espiritualidades, indígenas, negras y cristianas, para vivir mejor”.

Le faltó decir “rifemos el Evangelio” que nos manda “Sea vuestro lenguaje sí, sí, no, no” (Mt. 5, 37); “el que no junta conmigo desparrama” (Mt. 12, 30) y “no he venido a traer la paz sino la división” (Mt.10, 34).

Veamos el artículo que hemos comentado:

“El evangelio de las naciones originarias”
Pedro Pierre
Así reza el Mensaje final del 7° Encuentro Continental de Teología India que tuvo lugar hace unos días en la ciudad de Pujilí en la provincia de Cotopaxi. Participaron más de 2.000 personas representantes de las naciones originarias de Abya Yala y de varias religiones cristianas. He aquí algunos de los párrafos más relevantes.
“Les anunciamos una buena noticia para todas y para todos: ¡El Buen Vivir!... El Buen Vivir/Buen Convivir se manifiesta en no ser perezoso, mentiroso y ladrón; es actuar, soñar, reconstruir la vida misma; se trata de una radical apuesta por la vida plena y abundante, para todas y para todos, no solo para unos cuantos. Nos muestra el horizonte de nuestras luchas hacia una vida digna y justa… Así también nos lo exige el mismo Jesucristo: ‘He venido para que tengan vida y vida en abundancia’ (Jn. 10,10).
La Madre Tierra está enferma, por consiguiente, nosotras(os) sus hijas e hijos también lo estamos, y lo está todo el planeta. Nos queda claro que la causa principal de estos males y enfermedades es el sistema estructural dominante; todo lo que observa y toca lo convierte en mercancía… Promueve estructuras verticales y muchas veces corruptas, debilita la organización en nuestros pueblos y desarmoniza los vínculos comunitarios con la naturaleza y el Creador, pues fundamenta su crecimiento únicamente en lo monetario y en la privatización. ¡O extirpamos este cáncer de la humanidad o terminará por destruirnos!
A pesar de este oscuro panorama, nosotras y nosotros, pueblos y naciones del Abya Yala, creemos y trabajamos por el Buen Vivir: haciendo memoria y recogiendo las sabidurías ancestrales… a través de los espíritus de nuestros ancestros. El Sumak Kawsay, el Buen Vivir/Convivir es una utopía que animó la vida de nuestras abuelas(os), es una propuesta de vida y sanación actual y para siempre.
Sabemos que hoy es tiempo de Pachakutik, de renovación y cambio del sistema estructural, de economía, de estructura de gobiernos, etc. Nos anima también nuestra fe en el pobre de Nazareth, que vino a traer vida plena para los más débiles y a hacernos prójimos con los cojos, ciegos, mudos, leprosos, paralíticos, mujeres, niños, desplazados; levantando una y otra vez la voz contra los dominadores de su época, como señal profética del Reino. Por lo tanto, nosotras y nosotros, pueblos originarios del Abya Yala afirmamos que el Sumak Kawsay y el Evangelio son el mismo proyecto del Dios de la Vida”.
Unamos nuestras espiritualidades, indígenas, negras y cristianas, para vivir mejor.


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