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jueves, 28 de noviembre de 2013

De nuevo

Mostramos primero el artículo del Padre Pierre y después lo comentaremos:

Tres finalistas sudamericanas
Pedro Pierre

No estoy hablando de la Copa del Mundo de fútbol en Brasil 2014, sino de las misses que ganaron el concurso internacional de belleza. Efectivamente, las 3 finalistas del certamen mundial de belleza fueron tres sudamericanas: de Venezuela, Brasil y Ecuador. Primero me llamó la atención. Luego me pareció curioso: Generalmente se asocia a estos tres países por los cambios políticos y económicos que se han dado en el continente. ¿Qué pasó para que se los uniera desde las reinas mundiales de belleza, según los cánones de la propaganda imperialista?
Al nivel continental las mujeres están cada vez más presentes y protagonistas en el quehacer político para orientar a nuestros países hacia un cambio favorable a los sectores populares. Lo vemos por las mujeres que ocupan el primer cargo de varios países y que buscan la primera magistratura en Chile y Honduras. En nuestro país las mujeres copan con igualdad con los varones puestos de mando y toma de decisiones nacionales. Y lo logran bastante bien…

Tal vez demasiado bien, por lo que empieza una campaña mundial para hacerlas mirar hacia otros liderazgos más superficiales y sumisos, como el de la belleza corporal, según criterios ajenos a nuestra realidad. ¿No será en este momento la mayor propaganda de los grandes medios de comunicación, la que se dedica al cuerpo de la mujer en cosméticos y cirugías plásticas?

¡Mujeres: dedíquense a otras cosas que el espacio político, el protagonismo popular, las luchas por la no violencia contra la mujeres y la equidad de género!, parece decirnos este grupo transnacional que promueve y elige a las más bellas del planeta, según su bien montado sainete. ¡Que en Venezuela las mujeres se olviden de Chávez! ¡Que en Brasil se dediquen al carnaval de Río de Janeiro! ¡Que en Ecuador regresen a sus tareas de cocineras, niñeras, lavanderas al servicio de los machos postergados!

Felizmente en estos días las mujeres escuchan sus voces interiores y milenarias de parir no solamente a hombres y mujeres visionarios, sino también pueblos y países protagonistas de un nuevo bien vivir.

Ya San Pedro, que era casado, lo escribía en su tiempo: “Igualmente ustedes, mujeres… bastará ver su modo de ser responsable y sin reproche. No se preocupen tanto por lucir peinados rebuscados, collares de oro y vestidos lujosos, todas cosas exteriores, sino que más bien irradie de lo íntimo del corazón la belleza que no se pierde”.

Sí, irradien, mujeres, lo más bello del ser humano y hermano, rostro del hombre nuevo, rostro de Dios.

http://www.telegrafo.com.ec/opinion/columnistas/item/tres-finalistas-sudamericanas.html

 

Un principiante europeo

Ahora Pedro Pierre nos habla en El Telégrafo de las reinas de belleza. Imagina una conspiración de las fuerzas imperialistas (?) para debilitar los cambios sociales en Venezuela, Brasil y Ecuador, los tres países de donde salieron las tres reinas. Esto es más que risible. Pero bueno, ya se ha visto que las afirmaciones de este columnista oscilan entre lo falso y lo absurdo, como si se tratase de un adolecente irresponsable (él, que está ya en la octava década de su vida!)



“¡Mujeres: dedíquense a otras cosas que el espacio político, el protagonismo popular, las luchas por la no violencia contra la mujeres y la equidad de género!, parece decirnos este grupo transnacional que promueve y elige a las más bellas del planeta, según su bien montado sainete. ¡Que en Venezuela las mujeres se olviden de Chávez! ¡Que en Brasil se dediquen al carnaval de Río de Janeiro! ¡Que en Ecuador regresen a sus tareas de cocineras, niñeras, lavanderas al servicio de los machos postergados!”.

Escribir esto, sencillamente, es reírse de la mujer y usar su nombre demagógicamente. Evidentemente que la mujer bien podría dedicarse a mejores funciones que la política y que el protagonismo popular, como son la maternidad responsable y la educación de los hijos; de eso, ¡ni una palabra!


Sería muy sano que las mujeres venezolanas se olvidaran de la pesadilla que significó Chávez, y que las damas brasileñas se desinteresen del carnaval que es cada vez más indecente. Sobretodo mucho aprecia y espera la sociedad ecuatoriana de la calidad de sus mujeres y de su excelencia en cocinar, educar, lavar y ser fieles a sus maridos, entre muchas otras cosas. Es ridículo negar la evidencia. Como es ridículo poner a un hombre a cambiar los pañales del bebé o a una mujer a ser albañil en una construcción.


Al final de su escrito viene el peor veneno, que es una reincidencia, pues ya nos sirvió este plato indigesto en un artículo anterior. Es que a este articulista equilibrista le encanta repetir que San Pedro era casado, tal vez para justificar su propia conducta que viola un compromiso asumido… si es que es un sacerdote por el sacramento del Orden, porque bien puede ser un impostor.


“Ya San Pedro, que era casado, lo escribía en su tiempo: “Igualmente ustedes, mujeres… bastará ver su modo de ser responsable y sin reproche. No se preocupen tanto por lucir peinados rebuscados, collares de oro y vestidos lujosos, todas cosas exteriores, sino que más bien irradie de lo íntimo del corazón la belleza que no se pierde”.


No pone la cita bíblica de rigor, como lo haría un columnista, un sacerdote o un historiador que se precie. Aquí la ponemos: 1 Carta del Aposto San Pedro, capítulo 3, versículo 1.


El columnista equilibrista omite una parte esencial del consejo petrino. En lugar de los tres puntos suspensivos debería colocar: “estén sometidas a sus maridos”, pues eso es lo que nos dice el apóstol “casado”. Escribe San Pedro (según lo registran las Biblias católicas): “Igualmente ustedes, mujeres, estén sometidas a sus maridos para que, si alguno se muestra rebelde a la palabra, sea ganado, sin palabras, por la conducta de su mujer, considerando su respetuoso y honesto comportamiento”.


Después viene la consideración de que “no se preocupen tanto por lucir peinados”… etc., es decir, que más importante es lo interior y el corazón que esas exterioridades. Esa es la moral de la cosa.

¿Pretenderá el padre Pierre que las mujeres no se peinen, no se adornen, ni se vistan? ¿Las quiere como las selvícolas que no se han beneficiado con los valores de la fe y de la civilización? ¿O como las mujeres de París de la revolución de mayo del 68, proletarias, sin pudor y sin nada del encanto femenino que debe caracterizarlas?


Que se vaya a escribir y a predicar sus utopías a su país de origen. Aquí en Ecuador las buenas mujeres (porque las hay no tan buenas…) quieren seguir los consejos de San Pedro, que era bien casado, y de San Pablo (que parece que era soltero ya que escribió: “Quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propio don de Dios, uno a la verdad de un modo, y otro de otro. Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo;” 1 Corintios, 7, 7).


San Pablo es todavía más contundente y hasta chocante en sus afirmaciones. Dice:

La mujer está ligada mientras viva a su marido (1 Corintios, 7, 39)

La mujer no es dueña de su propio cuerpo: es el marido. (1 Corintios 7, 4)

Quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo; y la cabeza de la mujer es el hombre; y la cabeza de Cristo es Dios (1 Corintios 11, 13)

Las mujeres cállense en las asambleas porque no les toca a ellas hablar, sino vivir sujetas, como dice la ley. (1 Corintios 14, 34).

La mujer se salvará por la crianza de sus hijos si permaneciere en la fe, en la caridad y en la castidad, acompañada de la modestia” (1 Timoteo, 2, 15)

Estos textos se iluminan con lo que dice el mismo Apóstol en otros pasajes: “Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal. 3, 28). Y también: “Porque si la mujer procede del hombre, a su vez, el hombre nace de la mujer y todo procede de Dios” (1 Corintios, 11).

¿Por qué éste columdote sacernista no nos habla claro y nos dice las cosas cómo son? ¿Por qué tijeretea las Sagradas Escrituras?

Por una razón muy simple: Porque no es un auténtico sacerdote ni un verdadero columnista.

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