“A quien nuestro Señor hiciere esta merced, déle muy muchas gracias… y verá cómo recibe más y más. Sea bendito por siempre jamás, amén” (Santa Teresa de Jesús de Ávila: 6 Moradas 2,5).
Una pecadora… vino con un frasco de perfume y ungía con el perfume. Una pecadora se acerca a Jesús. Sabe quién es y todos saben quién es y lo que se dice de ella en el pueblo. Pero lo más importante es que esta mujer, a la que le han quitado el nombre y ya todos llaman ‘la pecadora’, ha intuido quién es Jesús. No entiende por qué la ama tanto, por qué no la condena. El amor de Jesús, tan gratuito y sorprendente, despierta en ella el perfume que llevaba escondido en el corazón y se pone a amar a Jesús con el callado amor, sin importarle lo que digan a su alrededor. Así podemos comenzar hoy a orar: dejándonos empapar por este espíritu tan lleno de Evangelio de esta mujer. Saber que tú, Jesús, me amas. Ahí está todo.
‘Simón, tengo algo que decirte’. Un fariseo, Simón, éste sí tiene nombre y renombre, ha invitado a Jesús a su casa. Especialista en juzgar y condenar, se aleja de la pecadora y desprecia a Jesús, porque se deja tocar por ella. Sabe mucho de normas, pero no de Dios. Ve sombras en los demás, pero no ve las suyas. No tiene corazón, no sabe amar. Parece que está vivo y está muerto. Jesús tiene algo que decirle, tiene mucho que decirle. Nuestra oración continúa así: dejar que Jesús nos diga el amor y saque a la luz el fariseo escondido que llevamos. Dime lo que tengas que decirme, Jesús.
‘¿Ves a esta mujer?... Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor’. Jesús ofrece al fariseo los ojos de Dios, cuya santidad no se contamina al tocar nuestro pecado; le invita a que abandone la mirada de desprecio y estrene una mirada de bondad. Jesús todo lo pone del revés, presenta a la pecadora como evangelio, porque ha amado mucho y el amor está por encima del pecado. Oramos mirando a los que consideramos pecadores en nuestra mente; ellos pueden sacar fuera nuestro pecado y liberar nuestro corazón para acoger el amor entrañable de Jesús. Bájame, Jesús, de este pedestal de falsa santidad al que he subido. Bájame, Jesús.
Jesús dijo a la mujer: ‘Tu fe te ha salvado, vete en paz’. La pecadora ha entrado en la dinámica del amor; sabe que es amada. Marcha con una paz alegre por los caminos; ha sido salvada por Jesús. El perdón gratuito de Jesús la ha despertado a amar. Ahora sabe lo que es vivir. Puede trabajar por un futuro nuevo desde la compasión y la ternura. Detrás queda Jesús con más enemigos. Su mensaje suena escandaloso a los que se creen mejores que los demás. ¿Por qué ama a los malos? ¿Por qué se deja amar por los que son malos? Tienen miedo de Él. Nuestra oración no puede terminar de otra manera que confiando totalmente en Jesús, el que perdona nuestros pecados. Nos conoce, nos acepta como somos. Te alabo y te bendigo, Jesús. Confío en ti.
¡FELIZ DOMINGO! Desde el CIPE – junio 2013
‘¿Ves a esta mujer?... Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor’. Jesús ofrece al fariseo los ojos de Dios, cuya santidad no se contamina al tocar nuestro pecado; le invita a que abandone la mirada de desprecio y estrene una mirada de bondad. Jesús todo lo pone del revés, presenta a la pecadora como evangelio, porque ha amado mucho y el amor está por encima del pecado. Oramos mirando a los que consideramos pecadores en nuestra mente; ellos pueden sacar fuera nuestro pecado y liberar nuestro corazón para acoger el amor entrañable de Jesús. Bájame, Jesús, de este pedestal de falsa santidad al que he subido. Bájame, Jesús.
Jesús dijo a la mujer: ‘Tu fe te ha salvado, vete en paz’. La pecadora ha entrado en la dinámica del amor; sabe que es amada. Marcha con una paz alegre por los caminos; ha sido salvada por Jesús. El perdón gratuito de Jesús la ha despertado a amar. Ahora sabe lo que es vivir. Puede trabajar por un futuro nuevo desde la compasión y la ternura. Detrás queda Jesús con más enemigos. Su mensaje suena escandaloso a los que se creen mejores que los demás. ¿Por qué ama a los malos? ¿Por qué se deja amar por los que son malos? Tienen miedo de Él. Nuestra oración no puede terminar de otra manera que confiando totalmente en Jesús, el que perdona nuestros pecados. Nos conoce, nos acepta como somos. Te alabo y te bendigo, Jesús. Confío en ti.
¡FELIZ DOMINGO! Desde el CIPE – junio 2013
Un comentario a la “lectura orante del
Evangelio” que publica el blog de Isamis “desde el CIPE”. Es probable que sea
escrita por el carmelita Pedro Navajas, director del Centro de Iniciativas de
Pastoral de la Espiritualidad (CIPE), Burgos.
Aunque Isamis ya dejó de tener mandato para
ejercer su ministerio en el Vicariato de Sucumbíos, aunque a los carmelitas se
les mandó dejar la provincia y, aunque los frailes de Ecuador no dependan más
de España, siguen desde Burgos en su empeño de estar presentes. O Burgos nutre
el blog, o el blog se nutre de Burgos; el orden de los factores no altera el
producto. Pero, digamos que se explica esta persistencia, después de cuatro
décadas que dejaron huellas y en un mundo de redes sociales omnipresentes.
Veámoslo así…
Son cuatro párrafos bien redactados. Tres de
impecable interpretación y muy edificantes, propios a producir hondo
crecimiento espiritual. Pero uno, el último, contiene el veneno, contamina al
conjunto y acaba echándolo todo abajo.
En efecto, su “lectura orante” destila algo
que es totalmente opuesto al Evangelio que es buena noticia y llamado a la
conversión. Nos dice que después que la pecadora pasa a saber que es amada, entra
en la dinámica del amor y se marcha en paz. Perfecto. Pero dice “Puede
trabajar por un futuro nuevo desde la compasión y la ternura”. Esto es
equívoco: porque al hablar de que “puede trabajar”, se es llevado a pensar (ya
que no hay contrafuertes en sentido opuesto… y el tema los pide a gritos) de
que se trata de la continuación de su “trabajo” de pecadora. Más, por otro
lado, al hablar de “futuro nuevo” se puede presuponer que contaría con un
cambio de profesión... (es que cuando no hay la precisión necesaria, se navega
en las hipótesis. La nebulosa es dañina; al final, ¡somos hijos de la luz!).
Empeora todavía más la cosa al decir que
trabajará desde “la compasión y la ternura”, insinuando una labor más bien
sentimental y dulzona que pareciera estar a años luz del dolor de los pecados y
del propósito de enmienda, condiciones sin las cuales no hay paz ni amor
verdaderos.
Como se ve, trabajamos en función de
futuribles; a ello nos induce la pluma del Padre Navajas…
¡Qué comentario retorcido y mal intencionado!
dirán “desde el CIPE” a lo que aquí se dice.
Ahora viene el tiro de gracia. Hay que ir a la
conclusión de la meditación, y ver como la “lectura orante” orienta al lector en
el sentido comentado. Desde el CIPE se nos dice: Jesús “Nos conoce, nos acepta como somos”.
Aquí está, en la conclusión, el error; como en cierto género literario que
construye un edificio admirable para, en la última frase, derrumbarlo, dejando
pasar así un mensaje utópico.
Jesús nos conoce y nos ama como somos, sí,…
pero nos quiere amantes y llenos de restitución hacia su amor transformante. ¡No nos acepta como somos, así, sin más!
Nos quiere nuevos, limpios, en paz con él y con los demás. En otras palabras, hay
que dejarse amar y no hay que abusar del amor.
“Nos acepta como somos”… solo que dándonos
gracias para pasar a ser otros y para que Él no tenga que proferir aquella
sentencia terrible en el día de la ira: ¡jamás os conocí, apartaos de mí,
obradores de iniquidad! (Lc. 13, 27) ¿Se considera esta perspectiva “desde el
CIPE”? Si la respuesta es afirmativa, ¿por qué no traerla a colación, de alguna
manera, en su “lectura orante”? ¿No sería mucho más fecunda si nos hablase de
la necesaria metanoia?
Si “la virtud está en el medio” (San
Agustín), forzando la nota de un lado y descuidando del otro, se desmarca de
ella, se pierde el equilibrio y se profesa un extremismo. Es
incomprensible que desde esa sigla (CIPE), es decir, en nombre de la espiritualidad,
se desvirtúe el Evangelio.
La nota, que comienza con una cita bellísima
de Santa Teresa de Jesús, termina con un escupitajo jactancioso de satanás, totalmente
opuesto al amor, a la paz y al perdón.
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