Religión en Libertad, 25 de junio de
2013
Con razón, Juan Bautista puede decir del Señor nuestro
Salvador: "hace falta que él crezca y que yo disminuya" (Jn 3,30).
Esta afirmación se realiza en este mismo momento: al nacimiento de Cristo, los
días aumentan; al de Juan, disminuyen... Cuando aparece el Salvador, el día,
con toda evidencia, aumenta; retrocede en el momento en el que nace el último
profeta, porque está escrito: "la Ley y los profetas reinaron hasta
Juan" (Lc 16,16). Era inevitable que la observancia de la Ley se
ensombrezca, en el momento en el que la gracia del Evangelio empieza a
resplandecer; a la profecía del Antiguo Testamento le sucede la gloria del
Nuevo. (San Máximo de Turín Sermón 99)
¿Quién desea decrecer mientras otro aumenta y crece por
encima suya? La sociedad actual ve el servicio como algo que compromete la
dignidad del ser humano, por lo que es muy complicado encontrar a una persona
que deje a un lado sus expectativas y ambiciones, para ayudar a los demás a
crecer.
La figura de Juan el Bautista es apasionante. Es la voz
que clama en el desierto, anunciando la venida del Salvador y como indica el
Papa Francisco "es una voz sin Palabra, porque la Palabra no es Él. Es
otro". Lo maravilloso de Juan es que "nunca se adueña de la
Palabra", Juan es "aquel que indica, el que señala. El sentido de la
vida de Juan es señalar a otro". ¿Cuál es nuestro sentido en la vida?
San Máximo de Turín nos dice que la ley se ensombrece
cuando el evangelio aparece, pero no desaparece. La ley que muchas veces
despreciamos o que reconvertimos a nuestro gusto. A veces utilizamos el
Evangelio de forma sesgada y parcial, con el fin de sostener o apoyar nuestras
ideas. Justo lo que Juan el Bautista nunca hizo. La voz de Juan anuncia sin deformar el mensaje. Sobre esto, el Papa Francisco nos dice:
"¿Por
qué Juan era santo y no pecaba? Porque nunca asumió una verdad como propia, no
se hizo un ideólogo. El hombre, se negó a sí mismo, para que la Palabra
llegase. Y nosotros, como Iglesia, debemos pedir hoy la gracia de no
convertirnos en una Iglesia ideologizada..."
No
hay nada más triste que la instrumentalización del Mensaje cristiano por parte
de cualquier ideología. Por desgracia, la crisis económica que vivimos
predispone a que algunos nos exijan que tomemos partido por determinada
ideología y lo pregonemos en los medios. Quién quiera de la Iglesia haga más,
que ponga sus manos, tiempo y voluntad a las órdenes del Evangelio. No exijamos que los obispos pongan fin a la crisis o que
cambien la doctrina para ajustarla a la ideología de quien lo solicita. El
ejemplo de Juan el Bautista es maravilloso para todos, ya que nos enseña que
debemos ser herramientas útiles en sus manos de Dios, sin reclamar nada a
cambio y sin crear división interna.
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