Javiera Corvalán Azpiazu |
Un error, un acierto y tres omisiones. A esto podemos reducir el documento titulado “¿Fue
condenada la Teología de la Liberación?”, que publicó en Facebook el
autodenominado Grupo U¿C?. Todo partió por la afirmación que efectuó el
boletín Vértice, controlado por el Movimiento Gremial, donde se
señaló el trasfondo que subyacería al conflicto entre la ex Pontificia
Universidad Católica de Perú y la Santa Sede.
Según Vértice, aquella casa de
estudios había adherido, en especial a partir de los años setenta, a la
teología de la liberación, doctrina que habría sido fuertemente criticada y
condenada por Juan Pablo II[1]. La reacción no se hizo esperar. El referido
Grupo U¿C? salió al ruedo de la denuncia, haciendo casi una apología de la
teología de liberación[2]. Pero ese documento, a mi juicio, se compone de
error, acierto y omisiones.
De error,
porque no es cierto que los principales teólogos de la liberación hayan acogido
las críticas de las instrucciones pontificias. En sus doctrinas aún queda mucho
de marxismo[3]. De acierto, porque efectivamente los documentos
pontificios que se han pronunciado sobre la teología de la liberación critican
sólo ciertos aspectos ella, sin indicar algo así como: “todo el que se
llame teólogo de la liberación, sea anatema”. Y tres omisiones que
cambian radicalmente el panorama.
En primer lugar, se callan las diversas
condenas a importantes teólogos de la liberación como Jon Sobrino y Leonardo
Boff. Éste fue, en 1985, condenado a guardar silencio y a la privación de todos
sus cargos, mientras que el primero tiene prohibido, desde 2007, dar clases en
centros eclesiales y publicar libros sin permiso previo de la autoridad
eclesiástica. Sobrino y Boff, que son de los más influyentes y emblemáticos
teólogos de la liberación, sirven para ilustrar la poca ortodoxia de si bien no
todas las tesis, al menos las centrales de la “teología liberadora”[4].
En segundo lugar, se calla también que Juan
Pablo II, en el discurso que hizo en 1979 en Puebla, acotó bastante qué debía
entenderse por “liberación”: “Hay que alentar los compromisos
pastorales en este campo con una recta concepción cristiana de la liberación.
La Iglesia tiene el deber de anunciar la liberación de millones de seres
humanos, el deber de ayudar a que nazca esta liberación; pero siente
también el deber correspondiente de proclamar la liberación en su sentido
integral, profundo, como lo anunció y realizó Jesús. «Liberación de todo lo que
oprime al hombre, pero que es, sobre todo, liberación del pecado y del maligno, dentro
de la alegría de conocer a Dios y de ser conocido por Él (…)”[5]. Para Juan
Pablo II, la liberación dentro de la misión propia de la Iglesia no
puede reducirse a la simple y estrecha dimensión económica, política, social o
cultural[6].
En fin, para salvaguardar la originalidad
de la liberación cristiana y las energías que es capaz de desplegar, es
necesario a toda costa, como lo pedía el papa Pablo VI, evitar
reduccionismos y ambigüedades. De otro modo, la Iglesia perdería su
significación más profunda. Señaló el Papa: “Su mensaje de liberación
no tendría ninguna originalidad y se prestaría a ser acaparado y manipulado por
los sistemas ideológicos y los partidos políticos. Hay muchos signos que ayudan
a discernir cuándo se trata de una liberación cristiana y cuándo, en cambio, se
nutre más bien de ideologías que le sustraen la coherencia con una visión
evangélica del hombre, de las cosas, de los acontecimientos”[7].
En tercer lugar, en el documento del Grupo
U¿C? se omite hablar de la existencia de un documento de la Comisión Episcopal
del Departamento de Acción Social del CELAM, de junio de 1972. Allí se
denuncia, entre otras cosas, la instrumentalización del cristianismo por el
marxismo, mediante tácticas como aprovechar las comunidades eclesiales de base
como organizaciones no jerárquicas y convertirlas en auténticas “vanguardias”,
que, participando de movimientos revolucionarios, busquen nuevas formas de
revolución dentro de la Iglesia[8]. Agrega el mismo documento: “Los
planteamientos que, a título de ejemplo, enumeramos en los párrafos anteriores,
nos están indicando claramente que en la actualidad no se pretende combatir
directamente a la Iglesia, sino que se la quiere instrumentalizar, partiendo de
categorías cristianas -como “liberación”, “salvación”, “solidaridad”, “amar
hasta la muerte”, etc.- a las que, vaciadas de su contenido evangélico, les
infunde inspiración marxista”[9].
En resumidas cuentas, bajarle el perfil a
las instrucciones de la Santa Sede sobre la teología de la liberación, como
parece hacer en este caso el Grupo U¿C?, ha sido siempre una argucia para
desviar la atención de lo esencial. Que no haya una instrucción que condene
a todos los teólogos de la liberación sobre todos los
aspectos de su doctrina no es, a mi juicio, exigible a la Iglesia, ni tampoco
lo primordial. ¿Acaso es esperable que la Santa Sede conozca cada uno de los
cambios y matices de cada señor que se hace llamar “teólogo de la liberación”?
De hecho, el papa Pío X, en su encíclica Pascendi, denunció que
aquella era una de las tácticas usadas por los seguidores del modernismo
teológico, el que si bien no podemos identificar inmediatamente con la
“teología de la liberación”, porque en ese entonces aún no existía, sí contenía
lo que es germen y sustrato teológico de esta última.
Para resolver la cuestión, lo fundamental
es comparar si lo que enseñan la mayoría de estos teólogos es compatible con el
Magisterio de la Iglesia: si creen o no que Cristo es una persona divina en dos
naturalezas, y en el misterio de la transustanciación eucarística; si creen o
no en la virginidad de María, en los sacramentos, en el pecado original y en la
historicidad de los Evangelios. Quien haya leído obras, incluso actuales, de
los principales teólogos de la liberación, notará que muchas de estas cosas se
niegan total o parcialmente[10]. Creo que son preguntas como éstas las que
ponen los puntos sobre las íes. Es fácil demostrar, una vez que dichos teólogos
afirmen claramente qué es lo que piensan sobre temas como aquellos, si están o
no en concordancia con el Magisterio de la Iglesia.
Por último, cabe hacer una consideración no
menor. La “opción preferencial por los pobres” de que habla el artículo
no es patrimonio exclusivo de la teología de la liberación. El tener un
singular amor a los más necesitados es un hecho inseparable de la historia de
la fe. La encontramos en el Evangelio y en diversos documentos
pontificios a lo largo de la historia.
Por este motivo, me parece errada la
interpretación que el comentado Grupo U¿C? hace del siguiente fragmento de una
instrucción eclesiástica: “Esta llamada de atención de ninguna manera
debe interpretarse como una desautorización de todos aquellos que quieren
responder generosamente y con auténtico espíritu evangélico a ´la opción
preferencial por los pobres´”[11]. Este fragmento no representa
una condescendencia por parte del Vaticano a la teología de la liberación. No
estamos frente a un espaldarazo de Roma hacia aquella aproximación teológica.
Es simplemente un recordatorio de lo que la Iglesia ha enseñado desde todos los
tiempos, como puede apreciarse en los ejemplos que consigno al pie de esta
página y que invito a revisar [12].
Con todo, sin perjuicio de lo dicho,
sigue faltando hasta aquí lo más importante: un mea culpa por parte de los
católicos. Y es que si bien es verdad que la Iglesia siempre ha tenido una
doctrina favorable a los más pobres, quienes la conformamos no siempre hemos
tenido una práctica en consonancia con dicha doctrina. Esto tocó fondo con la
llamada Revolución Industrial y la consiguiente “cuestión social”, la que, al
intensificarse las injusticias con el paso de las décadas, fue el caldo de
cultivo de la teología de la liberación en Hispanoamérica. Así, a partir de un
diagnóstico correcto, esto es, “los católicos no estamos construyendo una
sociedad según el Evangelio”, salió, no obstante, un remedio equivocado,
con desafortunadas consecuencias doctrinales y prácticas.
Si queremos que la historia no se repita,
hay que empezar, desde ahora, a jugar en cancha propia. Basta de ser cómplices
de un sistema económico injusto y que nada tiene que ver con el cristianismo.
Basta de la hipócrita autocomplacencia cuando decimos: “no importa si
acumulas y acumulas riquezas, lo que importa es la pobreza de espíritu”.
Porque si una visión marxista de la historia y la sociedad no soluciona las
cosas, tampoco lo hace la visión individualista del protestantismo que
implícitamente a veces adoptamos muchos de los unidos a Roma.
Si no queremos que, por no buscar nosotros
el salvavidas, lo encuentren otros y sea de plomo, asumamos de una vez por
todas las ineludibles consecuencias sociales que debe traer la puesta en
práctica del Evangelio. Para desarrollarlas, eso sí, haría falta una nueva
columna.
Javiera Corvalán Azpiazu
[1] Cfr. VÉRTICE, agosto 2012. Disponible
en: http://issuu.com/mgpuc/docs/vertice_agosto_2
[2] Cfr. GRUPO U¿C?, “¿Fue
condenada la teología de la liberación?”. Disponible en: http://es.scribd.com/doc/104734973/%C2%BFFue-condenada-la-Teologia-de-la-Liberacion
[3] De hecho, quien lea la edición de
“Teología de la Liberación. Perspectivas” (Gustavo Gutiérrez) que salió después
de las instrucciones magisteriales, notará que muchos errores permanecen. Así,
por ejemplo, si bien su autor reconoce que para la comprensión del Evangelio
hay que aproximarse a él desde una visión realista, a través de sus análisis
bíblicos deja ver el uso de una hermenéutica que mantiene los rasgos de la
dialéctica marxista, lo que a su vez se ve en sus conclusiones.
[4] Digo que no todas, porque, en efecto,
puede darse una verdadera teología de la liberación, es decir, del pecado y de
sus consecuencias (tanto materiales como inmateriales). Para ello hay que tener
en cuenta que “una de las condiciones para el necesario enderezamiento
teológico es la recuperación del valor de la enseñanza social de la Iglesia’”
(Instrucción sobre algunos aspectos de la ‘Teología de la Liberación’
Libertatis nuntius).
[5] JUAN PABLO II, Discurso inaugural de la
III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.
[6] Cfr. JUAN PABLO II, Ibid.
[7] PABLO VI, Exhortación Apostólica Evangelii
nuntiandi.
[8] Cfr. CELAM, Documento de Puebla de la
III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.
[9] CELAM, Ibid.
[10] Cfr. MIGUEL ÁNGEL FUENTES
IVE, “¿Qué es la Teología de la Liberación? ¿Qué se puede decir de
ella?”. Disponible en: http://www.teologoresponde.com.ar/respuesta.asp?id=133
[11] Cfr. GRUPO U¿C?, “¿Fue
condenada la teología de la liberación?”. Disponible en: http://es.scribd.com/doc/104734973/%C2%BFFue-condenada-la-Teologia-de-la-Liberacion
[12] Ya en el año 70 D.C tenemos un exhorto
que hace la “Didaché” a responder a las necesidades de los pobres: “No
rechazarás al necesitado, sino que comunicarás en todo con tu hermano, y de
nada dirás que es tuyo propio. Pues si os comunicáis en los bienes inmortales
¿cuánto más en los mortales?”. Otra de entre muchas muestras de lo señalado
es el reproche que hace el fraile dominico Antonio de Montecinos, en 1511, del
trato inhumano que daban los conquistadores españoles a los indígenas: “Estáis
en pecado mortal, y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis
con estas inocentes gentes (…). ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin
darles de comer ni curarlos de sus enfermedades, que de los excesivos trabajos
que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los matáis por sacar y
adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan
a su Dios y Criador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y los
domingos?”. Más tarde, la encíclica Rerum Novarum de León XIII (1891)
afirma: “Es hacia las clases desafortunadas hacia donde el corazón de
Dios parece inclinarse más (…). Jesucristo abraza con una caridad más tierna a
los pequeños y a los oprimidos (…). Lo mismo debe suceder con el comportamiento
de los cristianos. La misión del Estado es la de asegurar particularmente la
defensa de los débiles y oprimidos (…). Es necesario denunciar “la miseria inmerecida”
de la que los proletarios son hechos víctimas graves, y la Iglesia quiere dar
su aporte para “resolver el problema social””. Tenemos posteriormente,
también, el catecismo del Papa San Pío X (1905), en el que se incluyen dentro
de los “pecados que claman al Cielo” la opresión del pobre y
la retención del jornal del obrero (lo que tiene por fuente el Evangelio
mismo). Mencionemos por último una de las cosas señaladas por la Constitución
Pastoral Gaudium et Spes (1965): “La Iglesia tiene la firme voluntad de
responder a las inquietudes del hombre contemporáneo, sometido a duras
opresiones y ansioso de libertad. La gestión política y económica de la
sociedad no entra directamente en su misión (…). Pero el Señor Jesús le ha
confiado la palabra de verdad capaz de iluminar las conciencias. El amor
divino, que es su vida, la apremia a hacerse realmente solidaria con todo
hombre que sufre. Si sus miembros permanecen fieles a esta misión, el Espíritu
Santo, fuente de libertad, habitará en ellos y producirán frutos de justicia y
de paz en su ambiente familiar, profesional y social”. Y podríamos seguir.
El blog http://sucumbiosecuadorpazyverdad.blogspot.com/ ha tomado este artículo de: http://blogtertulia.wordpress.com/2012/09/04/teologia-de-la-liberacion-una-historia-contada-a-medias/
Excelente columna!!
ResponderEliminarSigue un orden muy claro y lógico en la argumentación. Además, respalda con citas muy precisas todo lo afirmado.
Realmente estamos frente a un texto muy útil para conocer los errores de la Teología de la Liberación, y la actitud humilde, propositiva y, sobre todo, caritativa, que debemos los católicos adoptar frente a la peligrosa heterodoxia dentro de la Iglesia.
¡Que Dios la bendiga, y bendiga a todos los hombres de buena voluntad!