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domingo, 8 de septiembre de 2013

Lumen Fidei


El Papa Francisco hace poco acabó de publicar una encíclica sobre la fe: Lumen Fidei. Parece que ha sido escrita a cuatro manos entre los dos Pontífices, lo que aumenta mucho su valor. Este documento sigue a otras dos encíclicas del Papa Benedicto XVI: Deus Caritas est y Spe salvi. Así, como regalo a toda la Iglesia, se honran las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad.

¿Cómo nos tocan a nosotros estos mensajes? Poniendo el dedo en la llaga, digamos que en Sucumbíos constatamos grandes fallas en la caridad por parte de la gente que se embandera con la sigla Isamis: soberbia, autosuficiencia y un desprecio no pequeño a los que no piensan como ellos, especialmente oposición en relación a la autoridad de la Iglesia. A los lobos, sean desenmascarados o disfrazados, se los escucha y se los sigue, mientras que a los pastores se los desacata. Y a las ovejas, se las oprime ¿Eso es odio o caridad?

En materia de esperanza, profesando un extraño culto a lo que llaman “el reino”, han desviado el rumbo de todas las energías espirituales y materiales hacia una utopía que no tiene nada que ver con el Reino social de Jesucristo ni, mucho menos, con el Paraíso celestial. Quien puede explicar esta confusa teoría es el no muy creíble Padre Edgar Pinos.

Pero lo más grave es lo que toca a la fe. Sin duda, si existiesen aún los tribunales de la inquisición, su iglesia estaría condenada y sus miembros neutralizados. Si existiese el “index de los libros prohibidos” que vigoró hasta 1966, sus manuales y cartillas elaborados en Puerto Libre o en Burgos (?) no envenenarían a los misioneros y a la pobre gente de por aquí. Si aún tuviese vigor el “Juramento antimodernista” que el Papa San Pío X estableció para los clérigos hace cien años atrás (fue Pablo VI que lo suprimió), no hubiéramos padecido las arbitrariedades y las locuras de sacramentos y liturgias celebradas de cualquier forma, desvirtuando su sentido propio… y configurando “otro modelo de iglesia”.

Pero bueno, los tiempos cambian. No se trata, para profesar la fe, de restaurar cosas del pasado como inquisiciones o anatemas. Se trata de hacer lo que hace el papa Francisco: adaptar las estructuras de la Iglesia para que, precisamente, sirvan mejor a la fe, a la esperanza y a la caridad, sirvan mejor al pueblo de Dios.

Estas tres Encíclicas vienen maravillosamente a iluminar el caminar de los fieles, en medio de la oscuridad que nos impone el materialismo y el relativismo en boga.

Sobre Lumen Fidei, como catequesis especialmente apropiada para nuestro Vicariato, es oportuno leer y meditar los capítulos segundo y tercero (numerales 28 al 63) que nos hablan de cosas que causan ojeriza en Isamis: Fe y verdad, fe y teología, la Iglesia, madre de nuestra fe, los sacramentos y la transmisión de la fe, unidad e integridad de la fe, etc.

Si la fe no es una, no es fe” (47), “La fe debe ser confesada en toda su pureza e integridad” (48), “Se ha intentado construir la fraternidad universal entre los hombres fundándose sobre la igualdad (…) esta fraternidad, sin referencia a un Padre común como fundamento último, no logra subsistir” (54), “En la hora de la prueba, la fe nos ilumina y, precisamente en medio del sufrimiento y la debilidad, aparece claro que no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor” (56), “la autoridad viene de Dios para estar al servicio del bien común” (55); ¡parecen enseñanzas dirigidas directamente a los que desvirtúan la fe o apostatan de ella en este sufrido rincón del oriente ecuatoriano!

La encíclica concluye con menciones a María, la bienaventurada que ha creído… y no la mujer “de lucha que busca y grita liberación”, “porque no hay plata para vivir”, “contra los dueños del dinero, de nuestras tierras y del país”, “que lucha contra la explotación”, etc. Así celebran a la Madre de Dios nuestros hermanos separados, como si la Virgen María fuese un miembro más de la escuálida FMS.

Es que aquí, en Sucumbíos, se trata de otra María, de otra iglesia y de otra fe.

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