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miércoles, 10 de abril de 2013

La salvación (… según Pedro Pierre, leer con precaución)


La salvación 
Pedro Pierre
Jesús está muy claro sobre este punto: nuestra salvación depende de nuestra actitud con los que pasan necesidades, porque con ellos se identifica el mismo Jesús. “He tenido hambre y me han dado de comer, he tenido sed y me han dado de beber, estaba desnudo y me han vestido, estaba enfermo y me han visitado, estaba en la cárcel y me vinieron a ver”.
Por eso dan mucha tristeza, pena y vergüenza las riñas entre cristianos. Hoy Jesús como ayer botaría de los templos tanto a los católicos como a los evangélicos cuando hablan mal los unos de los otros. Es cierto que muchas devociones católicas aparecen como adoración. Por ejemplo, lo decimos los mismos católicos el viernes santo: adoración de la cruz en vez de veneración. ¿No habrá “adoración de la Biblia” de parte de los evangélicos cuando la interpretan de una manera literal, fundamentalista, sectaria, sin ver que cada cultura y cada época dejan en ella huellas que no son Palabra de Dios?
Todos los cristianos tenemos que replantearnos dónde está la salvación. El Concilio Vaticano 2°, hace 50 años, abandonó la expresión: “Fuera de la Iglesia (católica) no hay salvación”. El Concilio proclamó que el Reino anunciado por Jesús es mayor y más extenso que la Iglesia. Entonces se dijo: “Fuera del Reino no hay salvación”. El Reino no se limita a nosotros, que consideramos los seguidores de Jesús: está en todas partes donde viven sus valores no solo mujeres y hombres de buena voluntad sino también religiones y humanismos de toda clase.
El gran desafío de las religiones es nuestra unión para construir el Reino, es decir, el ejemplo de Jesús, sacar a los pobres del hambre, de la sed, de la miseria, de la opresión. Jesús no habló ni actuó principalmente contra el sufrimiento y todo lo que destruía a sus compatriotas.
Felizmente los pobres en todas las religiones están despertando: se reconocen los “bienaventurados de Dios” y su “debilidad es más fuerte que la sabiduría de los estudiados”. “Los últimos serán los primeros”. Los pobres son el camino de las religiones y las que dejarán de emprender este camino, sencillamente desaparecerán.
Ayudémonos entre todas las religiones y todos los humanismos a purificarnos de nuestras debilidades, miedos y errores para el servicio mancomunado del Reino de Dios, es decir, la construcción de una fraternidad sin fronteras donde se pueda decir como en las primeras comunidades cristianas: “Entre ellos no había ningún necesitado porque todo lo ponían en común y lo repartían según las necesidades de cada uno”.


Comentario: 

El columnista Pedro Pierre, a pesar de ser sacerdote católico –así se presenta entre nosotros- no vive ni confiesa nuestra fe. Escribe en El Telégrafo cosas opuestas a nuestra religión. No es la primera vez que lo hace ni será la última; al menos nos consuela que sus actos y escritos son contabilizados en las balanzas divinas para el día de su juicio que se aproxima. Efectivamente, como él dice, alcanzaremos la salvación en la medida en que practiquemos las obras de misericordia, cosa que él no hace al difundir el error y apartar así a la gente de salvación.

Sería interminable refutar los disparates que el Padre Pierre publica, digamos apenas dos o tres cosas:

Una es su diatriba contra la adoración de la cruz ¡Si el diablo hablase, no diría cosas diferentes! Por lo visto de nada le sirvieron a este cura francés los estudios teológicos del seminario (si es que los hizo) ni las celebraciones litúrgicas del culto católico… que por lo visto desconoce totalmente.

Considerada como símbolo por antonomasia de la pasión de Jesucristo, que en ella sufrió muerte para redimirnos del pecado, la cruz representa al mismo Jesucristo en el acto de su inmolación. Por eso debe ser adorada con un acto de adoración de latría relativa, como imagen de Cristo y por razón del contacto que con Él tuvo. Así se explica la doctrina teológica siguiendo, entre otros, a Santo Tomás quien escribe al respecto en la Suma Teológica, Tercera Parte, cuestión 25, artículo 4.

A la devoción al Papa los isamitas la llaman “papolatría”. Y ahora subestiman al instrumento de nuestra redención, la cruz bendita!

Otra cosa digna de nota es que escribe también: “El Concilio Vaticano 2°, hace 50 años, abandonó la expresión: “Fuera de la Iglesia (católica) no hay salvación”.

Esto es una mentira, pues el Concilio Vaticano II no cambió la doctrina sino que cristalizó casi 1900 años de desarrollo teológico.

En Lumen Gentium el Concilio confirmó la doctrina de que la Iglesia es necesaria para la salvación porque Cristo, hecho presente para nosotros en Su Cuerpo, que es la Iglesia, es el único Mediador y único camino de salvación. La Iglesia es el "sacramento universal de salvación". Toda salvación viene por la Iglesia de Cristo, fuera de esta gracia no hay esperanza de vida eterna. Dice textualmente el Concilio:

“Esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto, es el único mediador y camino de salvación que se nos hace presente en su Cuerpo, en la Iglesia. El, al inculcar con palabras, bien explícitas, la necesidad de la fe y del bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia en la que entran los hombres por el bautismo como por la puerta. Por eso, no podrían salvarse los que, sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o perseverar en ella (Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 14)

Es claro que, “los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna” (Lumen Gentium 16; y DS 3866-3872).

¿Cómo puede mentir y falsear tanto las cosas el Padre Pierre, a punto de inventar otro disparate “El Concilio proclamó que el Reino anunciado por Jesús es mayor y más extenso que la Iglesia. Entonces se dijo: “Fuera del Reino no hay salvación”?

Claro, como el columnista de El Telégrafo no es católico, se permite de decir lo que se le antoja. El no hace profesión de fe católica y sí de un culto donde valen “todas las religiones y todos los humanismos”, lo que supuestamente nos llevará “a purificarnos de nuestras debilidades, miedos y errores para el servicio mancomunado del Reino de Dios, es decir, la construcción de una fraternidad sin fronteras”.

Lo de “sin fronteras” es otra mentira y pura utopía, pues en ese reino no caben los heraldos, ni el Opus Dei, ni el Nuncio Apostólico, ni los católicos normales. Solo caben las demás religiones y humanismos, bajo la batuta de los isamitas. Es el reino del diablo.


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