Rimini, 27 de abril de
2013 (Zenit.org) Rocío Lancho García
Monseñor Rino
Fisichella, presidente del Pontificio Consejo por la promoción de la nueva
evangelización, celebró ayer por la tarde la eucaristía que concluyó la segunda
jornada en la Feria de Rímini de la 36ª Asamblea Nacional de la Renovación
Carismática Católica. Después de la señal de la cruz, monseñor Fisichilla dio
un mensaje inesperado y que provocó la alegría de las 15.000 personas
presentes, dirigió a todos un saludo afectuoso del papa Francisco. "Antes
de iniciar esta celebración, os traigo un saludo. Esta mañana, antes de salir,
he estado con el papa Francisco. Le he dicho: "Santo padre, dentro de poco
me tengo que marchar. Voy a Rímini, donde hay miles y miles de fieles de la
Renovación Carismática: hombres, mujeres, jóvenes". El papa con una gran
sonrisa me ha dicho: ¡Diles que les quiero mucho! Como si no fuera suficiente,
al despedirse ha añadido: "Mire, dígales que les quiero mucho porque yo en
Argentina era el responsable. Por eso, a ellos les quiero mucho".
Durante la homilía,
monseñor Fisichella se dirigió con palabras afectuosas dando las gracias por la
gran obra de nueva evangelización "que ya desde hace tiempo vosotros
realizáis pero que se abre delante al compromiso de todos a través del Plan
nacional para la nueva evangelización que se os ha entregado y que a partir de
este momento se convierte en la brújula con la que trabajar y actuar en el
corazón de la Iglesia".
Monseñor Fisichella
en una breve y muy concreta predicación habló principalmente de la labor de la
nueva evangelización y de Jesús como maestro que nos acompaña y no nos abandona
en un mundo en el que muchas veces, el cristiano debe caminar contracorriente.
Continuó recordando
que Jesús es el camino, la verdad y la vida, es la "revelación" que
indica el recorrido que Dios desde siempre ha diseñado para nosotros. "La
pregunta de Tomás es la nuestra: Señor, tu eres el camino, pero ¿cómo podemos
conocerlo? El secreto de nuestra existencia, la plena realización de la
felicidad, se tiene en la medida en la que conocemos el plan de Dios sobre
nosotros y lo ponemos en práctica. Pero no siempre lo que el corazón comprende
encuentra una plena y concreta realización". Sobre esta "realización"
matizó que está solo en Cristo que nunca nos deja solos: "El camino nos
permite conocer quien somos, donde está yendo, indicarnos la meta. La nueva
evangelización nos llama a hacer nuestra la certeza de la fe, a fundar la vida
en Jesús". El testimonio no puede, por tanto, prescindir del anuncio de la
esperanza, de la resurrección que se contrapone a la tendencia de la cultura de
la muerte, en el que la falta de Dios quita la perspectiva y orientación al
futuro. "Debemos hacernos peregrinos: la meta es Él, Jesús. Y en esta meta
debemos encontrarnos a nosotros mismos".
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