Esta comunidad que se exhibe aquí, es una
comunidad en que se aprecia una jerarquía. Todos recordaban que sólo a Pedro
Jesús le había dicho: “Tu eres Pedro y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt. 16, 18). Jesús dejó una
Iglesia Jerárquica: por eso eligió a doce apóstoles y a setenta y dos
discípulos; a Pedro lo nombró como su principal representante aquí en la
tierra.
Más adelante, en este mismo capítulo, San
Juan va a recordar cómo el Señor le renovó a Pedro su carisma de ser su vicario
aquí en la tierra. En presencia de los demás discípulos, sólo a Pedro el Señor
le va a decir “Apaciente mis corderos…
apacienta mis ovejas…”.
La comunidad que Jesús quiere, es una
comunidad en donde todos sepan dejarse guiar en obediencia por sus legítimos
pastores. Que cuando Pedro diga: “Vamos”,
todos, a una, añadan: “Vamos también
nosotros contigo”.
Si no, no somos Iglesia. No somos la Iglesia
que Él edificó sobre Pedro. Seremos iglesia comunidad ministerial, utopía del
reino, movimiento de amigos/as de Jesús, sembradores de vida, organización
laical y popular, escuela de asambleas, mingas, protestas y rebeliones… etc.,
etc. Pero no estaremos siendo, ni haciendo Iglesia.
Se va a pescar (a misionar) siempre con Pedro
y, además, por obediencia a Jesús. Con Pedro, Obispo de Roma, sea como se llame
en el tiempo: Pío, Juan, Pablo, Benedicto o Francisco. Y, por supuesto, con el Jesús
del Evangelio y no con un Jesús revolucionario imaginado por teologías humanas.
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