En nuestros país, un nuevo payaso se suma al circo (no es ecuatoriano, es de nacionalidad francesa y es sacerdote… ¿adivinen quién es?)
Su avanzada edad, el desgaste por la espera de una utopía que nunca llega y la banalidad de su discurso rayado, ya no entretiene a sus espectadores (a los lectores).
El circo se va marchitando, siguiendo las huellas del finado comandante inmortal.
Eso, mientras la santa Iglesia, sobria y triunfal, aclama al nuevo sucesor de Pedro, pastor universal y pontífice (puente) entre Dios y los hombres.
Los malos ecuatorianos (que los hay!), los falsos sacerdotes, los animadores de circo, están en otra cosa.
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