Ahí se nos explica que la Pascua sería “el paso de Dios por nuestra historia” y que, convencidos de este acontecimiento, podremos “evangelizar esta religiosidad de nuestro pueblo”. La Pascua nos remitiría a “los acontecimientos finales de la vida humana de Jesús, de donde surgirá el Cristo de la fe”. Después siguen unas consideraciones pseudo históricas y unas aplicaciones desencajadas de ese misterio a los días que corren.
Se trata de “teología de la liberación” pura y dura, y no de la percepción cristiana del acontecimiento pascual que proviene de la fe -don de Dios, de la tradición -don de la historia y del magisterio -don de la Iglesia.
Habría cataratas de cosas a aclarar y a decir, pero vamos a lo esencial.
El Misterio Pascual de Jesús es la permanencia viva del Señor Resucitado y su comunicación a la Iglesia a través, sobre todo, de la celebración sacramental; es la realidad básica de toda la liturgia y de toda la vida cristiana. Es una de las convicciones que más claramente formuló el Concilio Vaticano II. “La redención humana y la perfecta glorificación de Dios, Cristo la realizó principalmente por el Misterio Pascual” (SC 5). “Por el Bautismo los hombres son injertados en el Misterio Pascual de Jesucristo… La Iglesia nunca ha dejado de reunirse para celebrar el Misterio Pascual, leyendo lo que se refiere a él en toda la Escritura, celebrando la Eucaristía, en el cual se hace de nuevo presente la victoria y el triunfo sobre la muerte” (SC 6).
El Catecismo de la Iglesia Católica, por su vez, nos dice en su numeral 1085 algo importante: “Cuando llegó su hora, Jesús vivió el único acontecimiento de la historia que no pasa. Es un hecho real, pero absolutamente singular: todos los demás acontecimientos suceden una vez, y luego pasan y son absorbidos por el pasado. El misterio Pascual de Cristo, por el contrario, participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos y en ellos se mantiene presente”.
Por lo tanto, hablar del “escenario histórico de nuestra salvación”, de los “acontecimientos finales de la vida humana de Jesús”, de “acontecimientos vividos humanamente por Jesús”, de “opciones tomadas por Jesús de Nazaret” y cosas del género para explicar el Misterio Pascual, es empobrecer y masacrar el Misterio Pascual. Es quitarle lo que tiene de misterio y de pascua. Porque la Pascua no es “el paso de Dios por nuestra historia” (en realidad Dios no hace sino pasar permanentemente por nuestra historia); Pascua es el paso de la esclavitud a la libertad, del pecado a la santidad, de la muerte a la vida; es una realidad sobrenatural omnipresente para el pueblo de Dios y no un momento que se da en una fracción del tiempo.
Además, no se “evangeliza la religiosidad de nuestros pueblos”, sino que se evangeliza a nuestros pueblos para que se hagan religiosos según el Evangelio… y no según la concepción inmaculada del indígena que se tiene en ISAMIS, donde se asume los soportes paganos e idolátricos, a veces brutales y hasta inhumanos, de los sujetos de la evangelización: sean los bárbaros salvajes de ayer, o los neo barbaros salvajes de la sociedad post moderna de hoy (estos últimos son peores).
La evangelización es también un paso, una Pascua. Cuando el Papa Francisco (al que llaman desconsideradamente “hermano mayor” y no obispo, padre o pontífice) nos habla de buscar a la oveja perdida o alejada, es precisamente un convite a provocar y a vivir la Pascua mediante el cambio y la conversión de las almas.
Decir que “Jesús incomodaba a los poderes de aquel tiempo” y que “le pasaron la factura” llevándole a la cruz es una simplificación elaborada por una mente atea. La pasión y muerte de Jesús es una obra prima de la sabiduría divina y corresponde a un decreto eterno sapiencial para llevar a cabo la redención del género humano y la ruina del demonio. Jesús se entregó voluntariamente a la muerte, en obediencia al Padre. Él determinó su hora y no fue muerto sin más, por la violencia de otros, sean potentados religiosos o civiles.
Suprema estupidez es decir que la Pasión de Cristo se vive siendo “apasionados/as del reino del Dios de la Vida”, y siendo condenados y crucificados por un “anti reino”… etc. Esto del “reino” es un caballo de batalla de ISAMIS nunca explicado cabalmente. “Mi reino no es de este mundo” dijo Jesús. “Reino”, según ellos, es una realización que se da en el tiempo y “vida”, es la que se agota en la tierra. No es la consumación de la creación ni, mucho menos, la visión beatífica. ¿Creen en esas cosas espirituales? No parece, nunca nos las dicen…
También, es una grave injusticia y un error histórico equiparar –veladamente- el Sanedrín al Vaticano; lo mismo se diga sobre la pretendida identidad entre la ruina de ISAMIS y la condenación de Jesús. Todo eso raya, además, en la blasfemia.
Por fin, como los fariseos, se rasgan las vestiduras ante la trama urdida en común entre Pilatos, Herodes y el Sanedrín contra Jesús… y pasan por alto la agresiva intromisión del gobierno ecuatoriano en los asuntos religiosos del Vicariato, cuando se opuso, empujado por los carmelitas, a las decisiones de nuestra Iglesia.
¡Señor, líbranos de los desatinos de la teología de la liberación que pretende encadenarnos y danos obediencia incondicional a tu Palabra liberadora!
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