Publican y elogian una pintura disparatada donde el pincel entremezcla la historia, la religión y la política.
Espantoso es el mural de la catedral de Riobamba de un Cristo en cruz… no crucificado! y la idea –tan espantosa o peor- de un tal Pérez Esquivel de que por no estar crucificado, representa la esperanza de los pueblos latinoamericanos.
Definitivamente se trata de una “espiritualidad” no concorde no solo con la carmelitana, con la misma espiritualidad católica. La espiritualidad de nuestra Iglesia quiere lo mejor para los indígenas y los pobres, no esas luchas, venganzas y odios animados por una mentalidad marxista y atea. Venera a los verdaderos profetas y a los mártires pero no los utiliza como bandera política.
¡Qué descamino! Los carmelitas infectados por el virus isamita se apartan de la fe y hacen causa común con gente tan quemada por una ideología ya fracasada.
Cuidado que de repente Monseñor Parrilla hace que un día (o una noche) esa pared de la catedral aparezca renovada con alguna imagen o pintura artística acorde con la piedad cristiana, con escenas de esas que encantan a nuestra gente sencilla, un mural que despierte el ánimo de practicar la virtud y el deseo de cielo.
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