Su crítica a lo que llaman sacramentalismo y clericalismo lleva a negar el valor a esos signos sagrados que trasmiten la gracia sobrenatural a los fieles, los sacramentos, y para lo cual es necesario que exista el sacerdocio ministerial que los administre.
Su desprecio por el espiritualismo importa en negar lo trascendental del destino de los hombres y apunta a que la felicidad definitiva se realiza en esta tierra. Es el tal “reino” utópico de que nos hablan, sin dar mayor explicación…
Su objeción contra la noción de cristiandad lleva, por su parte, a negar siglos de civilización cristiana y de evangelización, lo que equiparan a explotación e imposición.
Según ellos, solo con el Concilio Vaticano II y con Medellín (entendidos a la luz de su óptica retorcida) se comienza a servir al Cristo histórico de Nazaret. Antes estábamos oprimidos por la pompa de la corte Vaticana y por los decretos del Santo Oficio. Y en materia teológica, por el peso de los dogmas y por las infantilidades del tipo del fruto prohibido del paraíso y otros “mitos”. Su concepto de religión es muy particular y se distingue de la concepción católica. Lo que no quita que aprecien mitos y leyendas indígenas, y las prefieran a nuestra fe.
En esa onda, para los cristianos de perfil isamita parece que ha llegado la hora de liberarse de la jerarquía y de dar el poder a los laicos. Así lo dicen y actúan.
ISAMIS quisiera que los laicos sean promovidos para mandar y enseñar en la Iglesia, destronando a los Obispos y a los sacerdotes. Por lo tanto, construir una “iglesia” nueva u “otro tipo de hacer iglesia”, como dicen.
Los isamitas, sin embargo, ignoran o contestan que los laicos ya han sido promovidos por el sacramento del bautismo a la enorme dignidad de ser hijos de Dios y herederos de su gloria. Han sido ungidos y participan del sacerdocio, del profetismo y de la realeza de Jesucristo, son el pueblo santo de Dios. Pero eso les parece poco. Critican a la Jerarquía, pero sueñan con ser jerarcas y mandones. Idearon unos “ministerios” (que son una forma de distinción y privilegio…) y ahora solo falta que nos cambien los sacramentos, los mandamientos, el catecismo y el derecho canónico ¿Qué falta para que se pronuncien a favor de la ordenación de mujeres o del casamiento de sacerdotes? No lo escriben, pero lo dicen.
Cuidado: la gente tiene sed de Dios y de sobrenatural. La tentativa isamita de desvirtuar la religión o de modificarla se volverá contra ellos mismos, pues no se suplanta impunemente la religión por la política ni lo espiritual por lo social. Ni Dios por el hombre… o la mujer.
La religión no es el opio de los pueblos sino su nervio y su energía vital. Quítese la religión al pueblo o désele una religión falsa, y este se vengará. La naturaleza no perdona.
Procesiones en Nueva Loja promovidas por clérigos de la congregación Heraldos del Evangelio - Semana Santa 2011 |
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