A ver si enumeramos las incongruencias… por llamarlas así.
1.- El título tiene poco o nada que ver con el cuerpo del artículo. Casi no habla del el papa Juan XXIII y si del concilio Vaticano II.
2.- La primera cita ya es calamitosa. Dice que el sueño de Juan XXIII era la iglesia de los pobres pero resulta que, el enunciar su “sueño”, el papa bueno dice que es “la iglesia de todos”. Después, agrega, “más particularmente de los pobres”, lo que no es una novedad singular ni un “giro inesperado”, pues la Iglesia siempre tuvo ese sentimiento. Lo prueba la historia y la vida de los santos.
3.- Después dice que ese “sueño” fue plasmado por un documento del concilio, Gaudium et Spes, del que cita las primeras palabras… pero no aparece para nada algo sobre los pobres ni lo del sueño. Es que la Iglesia no tiene ningún sueño, tiene un ideal claro que está confirmado por la promesa de Cristo de que las fuerzas del infierno no prevalecerán: el reino de Dios. Los isamitas sí tienen un “sueño” al que llaman utopía, pero que en realidad es una pesadilla.
4.- Un concilio no “es la mayor autoridad”, como dice este columnista hereje y sin cultura. La autoridad mayor es la del sucesor de Pedro. Y el Concilio tiene validez si está en comunión con el Papa. Si deliberan en concilio todos los Obispos del mundo sin el Papa o contra el Papa, ese concilio no tiene ningún valor. Si el Papa delibera solo, contra la opinión de todos los Obispos juntos, prevalece la autoridad y la opinión del Papa. Eso es una verdad de fe revelada y lo contrario es la llamada herejía conciliarista que fue condenada por la bula Pastor aeternus en 1516 durante el Concilio de Letrán.
5.- El papa no es precisamente “el primero entre iguales”, comparado con el resto de los obispos. El primado papal es uno de los atributos más importantes del obispo de Roma. Además de la primacía jurisdiccional, el papa tiene una primacía de honra. Los cristianos llamados ortodoxos o cismáticos, que no aceptan la supremacía del Obispo de Roma sobre los demás obispos, piensan como el Padre Pierre. Ahí tenemos una prueba más de que el columnista que nos ocupa no es católico y es peor que ortodoxo: es heterodoxo.
El Concilio Vaticano II desmiente claramente lo que dice Pedro Pierre: Cristo “formó una especie de colegio o grupo estable y eligiendo de entre ellos a Pedro lo puso al frente de él" (LG 19). "Así como, por disposición del Señor, san Pedro y los demás apóstoles forman un único Colegio apostólico, por análogas razones están unidos entre sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los obispos, sucesores de los Apóstoles"(LG 22). Unidos en concordia y con el papa al frente del colegio apostólico, y no desunidos en la rebelión, como pregona Isamis. “Consta que también el colegio de los apóstoles, unido a su cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro" (LG 22) El papa es “cabeza”, no es uno más… El Sumo Pontífice, obispo de Roma y sucesor de san Pedro, "es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles "(LG 23).
"El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad" (LG 22). "El colegio o cuerpo episcopal no tiene ninguna autoridad si no se le considera junto con el Romano Pontífice [...] como Cabeza del mismo". Como tal, este colegio es "también sujeto de la potestad suprema y plena sobre toda la Iglesia" que "no se puede ejercer a no ser con el consentimiento del Romano Pontífice" (LG 22). "No existe Concilio Ecuménico si el sucesor de Pedro no lo ha aprobado o al menos aceptado como tal" (LG 22). –LG significa Lumen Gentium, que es “el mayor documento pastoral del concilio”, en el decir del columnista Pierre.
Se podrían multiplicar las citas del Concilio que ponen al papa en su lugar primacial, tan detestado por el comunista, perdón, por el columnista de El Telégrafo.
6.- Supremo disparate y falsa información es eso de que “una de las mayores novedades fue definir a la Iglesia como pueblo de Dios dejando la imagen de la pirámide y como servidora de los mejores anhelos de la humanidad”. De muchas maneras se definió la Iglesia a lo largo de la historia y sería una estupidez pretender que el Concilio impuso una nueva definición, como si la Iglesia Católica fuese una secta cambiante más, de esas que aparecen y desaparecen constantemente.
Se ha definido a la Iglesia como sociedad perfecta, como cuerpo místico de Cristo, como misterio, como pueblo de Dios, como asamblea santa, como sacramento de comunión, como comunidad de discípulos, etc. Todas esas expresiones las recoge el Concilio Vaticano II. En concreto, dice la Lumen Gentium sobre la Iglesia: “La Iglesia es en Cristo como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano" (LG, 1) También ha dicho el Concilio que la Iglesia es “comunidad de fe, de esperanza y de caridad” (LG 8), sacramento de comunión salvífica universal (LG 9)
¿De dónde saca el columnista de El Telégrafo que el Concilio definió a la Iglesia como Pueblo de Dios, como siendo una novedosa re-definición?
7.- No es solo eso. Dice Pedro Pierre que el concilio dejó de lado “la imagen de la Iglesia como pirámide”. Este es otro invento e ilusión de los isamitas que no aceptan que haya desigualdades naturales, orgánicas y necesarias en la Iglesia. El Concilio presenta a la Jerarquía eclesiástica como un servicio para la edificación de la Iglesia y enseña que el episcopado tiene como ministerio enseñar, gobernar y santificar. ¿Cómo se podría ejercer esos servicios sin una estructura piramidal? Solo desde la perspectiva utópica del “sueño” (pesadilla) isamitica es que se “entiende” ese contrasentido. Así es su iglesia popular, democrática e igualitaria, donde no hay lugar para el mando ni para la obediencia, como sucede en las asambleas que lideraba el padre Edgar Pinos.
8.- No es verdad que el concilio “permitió cambios significativos en las celebraciones litúrgicas”; lo cierto es que, sencillamente, reformó la liturgia y punto. Hay que expresarse bien, porque la palabra “permitir” suena como que se está haciendo algo medio fuera de la norma y parece irregular, y la verdad es que todo fue muy claro y natural. Digamos, como atenuante, que como el columnista es francés, se expresa mal en castellano…
9.- Es mentira (y que lo pruebe, sino) que el concilio reconoció que el primer sacerdocio es de los bautizados, que abrió la comunión con las demás iglesias cristianas (¿se referirá al ecumenismo? ¡Eso es otra cosa!) y que reconoció la presencia del Verbo en las demás religiones (?). Son los delirios de un mal sacerdote, de un mal columnista y de un buen charlatán.
10.- Cuanto a la iglesia de los pobres en América Latina, las Cebs y la teología de la liberación, el tema está por demás tratado y demasiado esclarecido.
El “concilio” del que escribe el Padre Pierre no es el concilio verdadero con sus documentos y decretos. Es más bien el del “Pacto de las Catacumbas”, es una invención de “teólogos” descarriados que tristemente dio lugar a revueltas, guerrillas y apostasías. Es el concilio como el columnista PPP hubiera gustado que fuese y que no fue. El Concilio no fue un “julio de 1789” o un “mayo del 1968”, y Juan XXIII no se identifica con Roberspierre ni con Daniel Cohn Bendith.
Una última cosa: ¿Juan 23 o Juan XXIII? Todo el mundo sabe cómo debe escribirse, hasta los más analfabetos o ajenos a las cosas eclesiales ¿Por qué PPP no lo escribe correctamente? Porque es un seudo columnista de pacotilla.
Padrecito Pierre, por favor: deje de escribir tan mal, váyase de vuelta a Francia y déjenos en paz.
A continuación el artículo comentado:
Juan
23, el ‘Papa bueno’
Pedro
Pierre
El papa
Juan 23 va a ser reconocido santo oficialmente en Roma. Ya en vida el
pueblo de Dios lo había calificado como el ‘Papa bueno’ hace 50
años. Ejerció el papado de 1958 a 1963. Del que decían que iba a
ser un ‘papa de transición’, fue el papa que dio un giro
inesperado a la Iglesia Católica con la convocación del Concilio
Vaticano 2°.
Su sueño
era la Iglesia de los Pobres: “Frente a los países
subdesarrollados, la Iglesia se presenta tal cual es y quiere ser: la
Iglesia de todos y más particularmente la Iglesia de los Pobres”
(11 de septiembre de 1962). Este sueño fue retomado en sus primeras
líneas por el mayor documento pastoral del Concilio, ‘Alegría y
esperanza’: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las
angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres
y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y
angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente
humano que no encuentre eco en su corazón. La Iglesia por ello se
siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su
historia”.
Recordemos
que un ‘concilio’ es la reunión de los obispos católicos
alrededor el Papa para orientar el rumbo de toda la Iglesia: es la
mayor autoridad. El concilio Vaticano 2° tuvo lugar en la Ciudad del
Vaticano, Roma, donde residen los papas, por ser el lugar del
martirio de San Pedro, cabeza del grupo de los 12 apóstoles, pero
primero entre iguales.
En esta
reunión estuvieron presentes 3.058 obispos de 145 países. Esta
reunión duró de 1962 a 1965, con una sesión de 2 meses al año.
Una de las mayores novedades fue definir a la Iglesia como pueblo de
Dios dejando la imagen de la pirámide y como servidora de los
mejores anhelos de la humanidad. Permitió cambios significativos en
las celebraciones litúrgicas. Reconoció que el primer sacerdocio
era el de los bautizados, al servicio del cual está el sacerdocio de
los obispos y sacerdotes. Abrió la comunión con las demás iglesias
cristianas y reconoció la presencia del Verbo de Dios en todas las
grandes religiones.
Felizmente
fue en América Latina donde se concretó lo mejor del Concilio, o
sea la Iglesia de los Pobres deseada por el papa Juan 23. Fue la obra
de miles y miles de cristianos pobres reunidos en las Comunidades
Eclesiales de Base, obra sistematizada en la Teología de la
Liberación.
Nos
alegramos de que el actual papa Francisco esté retomando las mejores
intuiciones del Concilio Vaticano 2° y el espíritu de la Iglesia de
los Pobres de América Latina.
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