Lo peor – dejando de lado a los dos personajes episcopales- es una constatación: la desolación en que están las Diócesis de Saltillo, de San Cristóbal de las Casas (Chiapas) y de Sucumbíos.
Hay que aprender las lecciones de la historia y estar atentos a los signos de los tiempos. Ver, juzgar y actuar. ¿O no?
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México: el jubileo del obispo “rojo”
De pequeño le llamaban el “rojo”, por sus cabellos cobrizos. Para algunos aquel apodo es reforzado por sus acciones actuales como obispo de Saltillo en México. Se trata de Raúl Vera López, quien este 6 de enero cumplió 25 años de ministerio episcopal. Un jubileo que ha congregado a simbólicos exponentes de la teología de la liberación latinoamericana, desde el “padre” de esa corriente Gustavo Gutiérrez hasta el jesuita Jon Sobrino, ya censurado por la Santa Sede. Pero el festejado tiene una deuda.
Nacido el 21 de junio
de 1945 en Acámbaro (Guanajuato), ingresó al seminario tras haber obtenido el
título de ingeniero químico en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Miembro de la Orden de los Predicadores, recibió dos consagraciones
papales: la sacerdotal de manos de Pablo VI en 1975 y la episcopal por Juan Pablo
II el 6 de enero de 1988.
Tras ser pastor de
Ciudad Altamirano, en 1995 fue nombrado como obispo coadjutor de San
Cristóbal de las Casas, en Chiapas. A su llegada en esa sureña diócesis
mexicana campeaba el proyecto de la “Iglesia autóctona”, forjado durante
décadas por Samuel Ruíz, el “obispo rebelde”.
El joven pastor debía
llevar aires nuevos a una circunscripción cuyo modelo pastoral estaba
en abierta ruptura con la doctrina católica: con un desmedido número de
diáconos permanentes, indígenas casados convencidos que pronto serían
sacerdotes; con un innegable derrumbe en el número de nuevos bautizados; con
una distorsión en el papel de los catequistas y con una casi nula captación de
seminaristas locales.
Pero Vera no promovió
cambio alguno sino, más bien, fue absorbido por el entorno. Se
convirtió en el principal defensor de un modelo que estuvo a punto de concretar
un cisma, de no mediar la intervención del Vaticano. Por eso Juan
Pablo II lo transfirió a Saltillo el 30 de diciembre de 1999.
En su nueva diócesis siguió
los pasos de Samuel Ruíz. Así se volvió un ícono de la izquierda mexicana y
latinoamericana, tanto civil como eclesiástica. Terminó transformándose en un
líder social, pero según dejó de lado su principal misión: ser obispo.
Escribió el prólogo
de un libro que presenta a la Iglesia como una mafia al servicio de criminales
sexuales, aceptó cargos al frente de dos centros de derechos humanos, apoyo la
marcha por la paz del poeta Javier Sicilia, emprendió giras por el país para
defender encarcelados y arremetió, una y otra vez, contra el gobierno por su
lucha al narcotráfico. Tanta ocupación lo dejó sin tiempo para pastorear a su
grey.
Estas “situaciones
desconcertantes” -al menos así las consideraron en Roma- y su abierta
promoción al homosexualismo llevaron a las autoridades del Vaticano a
convocarlo en agosto de 2011. En Roma recibió “jalones de orejas” de los
prefectos de las congregaciones para los Obispos, Marc Ouellet y para la
Doctrina de la Fe, entonces William Levada. Pero estos llamados de atención no
surtieron mayor efecto.
En aquellas reuniones
Vera había acordado con los cardenales que escribiría una carta pastoral que
dejase clara su posición respecto a la homosexualidad, conforme con la doctrina
de la Iglesia. Un documento que debía ser publicado antes de diciembre de
2011 pero que actualmente, a más de un año de distancia, no ha visto la luz.
Aún así el obispo
decidió celebrar su jubileo episcopal con varios íconos de la teología de la
liberación. Durante una jornada de estudio que tuvo lugar el pasado fin de
semana en el Seminario Mayor de Saltillo bajo el título “Construyendo
la Iglesia profética, con la fortaleza del Espíritu respondemos a los signos de
los tiempos”. Los nombres de los expositores fueron elocuentes: Jesús Espeja,
Clodomiro Siller, Javier Sicilia, Miguel Concha, Jon Sobrino y Gustavo
Gutiérrez. La primera línea de la “disidencia católica” latinoamericana.
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