Por ello, "si queremos entender el mundo y la vida, debemos ser capaces de permanecer en silencio y en meditación, en la reflexión silenciosa y prolongada, debemos saber pararnos y pensar", dijo durante la celebración del Te Deum de Acción de Gracias por el año que finaliza y las Vísperas de la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios.
El Papa, de 85 años, ataviado con una capa pluvial de ricos bordados y mitra doradas, zapatos rojos y sujetando el báculo llegó sobre una plataforma móvil hasta el sillón pontificio, donde, presidió las Vísperas y la solemne ceremonia del Te Deum en la imponente Basílica de San Pedro, como es habitual cada 31 de diciembre, una tradición que inició el papa Pablo VI en su "Marialis Cultus".
En el último día del año, el papa teólogo recordó que "el cristiano es un hombre de esperanza, sobre todo en las tinieblas que a menudo hay en el mundo y que no dependen del plan de Dios sino de las decisiones equivocadas del hombre, porque sabe que el poder de la fe mueve montañas".
El broche de la alocución del papa fue el canto del Magnificat entonado por las voces del coro de la Sixtina. Tras la exposición y adoración del Santísimo ante el que oró Benedicto XVI en imponente silencio de la Basílica, se procedió al canto del Te Deum de Acción de Gracias, para luego finalizar con la Bendición Eucarística del papa con el canto del Tantum Ergo, himno eucarístico compuesto por santo Tomás de Aquino.
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