¿Por qué hay obispos timoratos,
irrelevantes e inoperantes? Responde un psicólogo militar clásico
Gestores correctos en tiempos de paz,
en tiempos de conflicto entorpecen a otros
¿Por qué hay obispos timoratos,
irrelevantes e inoperantes? Responde un psicólogo militar clásico
P. J. Ginés / ReL17 junio 2016
Steve Weatherbe, un columnista del portal
de noticias provida y profamilia LifeSiteNews, ha encontrado quién puede
responder a una pregunta que se hacen muchos cristianos: ¿por qué hay tantos obispos cobardes, o incompetentes, o pusilánimes,
obispos que no dan la cara en el debate público o no intentan fortalecer a la
Iglesia para que dé testimonio en tiempos duros?
Responde a esto el psicólogo y doctor en
Filosofía y Ciencias Norman Dixon, en su libro clásico de 1976 “Sobre la
psicología de la incompetencia militar”.
Dixon sirvió como ingeniero en el ejército
británico durante la Segunda Guerra Mundial. Observó la actuación de distintos
líderes, cómo llegaban al cargo y qué
hacían con él. Especialmente observó lo que hacían los incompetentes. ¿Cómo es
que un incompetente podía llegar tan alto?
Steve Weatherbe señala que lo que Dixon
aprendió sobre los incompetentes en la carrera militar se puede aplicar a los
incompetentes en la carrera eclesiástica.
Incapaces de ser valientes y
determinados
Lo que Dixon estudió es la razón
psicológica y organizativa que hace que lleguen al liderazgo personas incapaces
de tomar decisiones audaces, firmes y
claras.
Dixon observó que los generales incompetentes
a menudo podían ser valientes en combate, pero lo que les faltaba era la
capacidad de desarrollar estrategias creativas, no convencionales…
simplemente,
no se atrevían a arriesgarse, a dar la cara. Eso les hacía ineficaces,
predecibles e inoperantes…
Dixon detallaba dos tipos de líderes: uno
eficaz y resolutivo, al que llama “autócrata”; otro inoperante pero que está
allí ocupando un puesto de autoridad, al que llama “el autoritario”.
El “autócrata”, líder eficaz, curiosamente
logra ascender y destacar en las situaciones de guerra real: Napoleón, su rival
Wellington o el Almirante Nelson serían autócratas.
Este "autócrata" eficaz se fía de
su propio juicio, se arriesga, si se equivoca aprende de los errores, toma
decisiones audaces y las lleva a cabo… y busca, sobre todo, lograr sus
objetivos, que tiene muy claros: vencer claramente un enemigo, ganar tal o cual
guerra…
Sus métodos audaces y determinación al
final logran resultados y victorias. Puesto que en tiempos de guerra los
incompetentes tienden a ser castigados y apartados con rapidez, los competentes
y eficaces pronto suben en rango y autoridad real.
El autoritario inoperante
Por el contrario, el autoritario, según el
psicólogo Dixon, duda de su valía y capacidad. Llega al cargo porque fue el
ayudante o primer oficial de un buen general, y era capaz de realizar sus
encargos. Cuando su mentor se jubila o muere, se queda con su puesto.
Sus dotes eran buenas en tiempos de paz,
cuando la burocracia y la rutina bastaban para el día a día, pero en la guerra
sus virtudes se convierten en vicios. Dixon dice que se comprobó con los
liderazgos desastrosos de los generales mediocres ingleses en el ejército de
tierra en las primeras fases de ambas guerras mundiales (pero no con los
líderes navales, que fueron buenos).
Estos autoritarios que dudan de su valía se
bloquean en tiempos de guerra. A ellos
les gustaba la gestión cotidiana en paz, sin líos, sin conflictos, sin
publicidad… Pero ahora, en guerra, buscan evitar todo riesgo… especialmente
para su carrera y su persona.
El autoritario inoperante sabe que ya está
en lo más alto de la carrera, o casi. Si se arriesga y vence, ganará poco para
su beneficio (aunque quizá salve un país y millones de personas). Pero si se
arriesga y pierde, le perjudicará mucho. Por eso el incompetente prefiere no
hacer nada o casi nada, prefiere no dar la batalla.
Puede que envíe unas pocas tropas contra el
enemigo… pero lo justo para evitar críticas. Hará lo mínimo para cumplir el
expediente. Ni siquiera pondrá a la población civil a construir refugios
antiaéreos o defensas locales: no quiere asustarlos. Él quiere desesperadamente
ser popular, quiere gustar o, más bien,
no ser criticado. ¡No quiere ganar la guerra, ni sueña con ello! Solo quiere
que no le critiquen.
Por supuesto, un general motivado para
ganar probablemente logrará algunas victorias, quizá incluso decisivas,
mientras que uno que sólo está motivado para proteger con triquiñuelas su
reputación pública nunca ganará nada. Probablemente se rinda incluso sin
disparar un tiro.
Los obispos inoperantes... e incluso
traidores
Steve Weatherbe aplica estos análisis del
psicólogo Dixon a los líderes del clero cristiano actual, especialmente a los
obispos que, como los generales, tienen a su cargo grandes organizaciones
jerárquicas.
En tiempo de paz, a un obispo, como a un
general, le basta con ser un buen gestor, asegurarse de que la logística se
mantiene, que los edificios se cuidan, los sueldos se pagan, etc…
Pero en la guerra se requiere otra cosa. Y los obispos mediocres no harán nada eficaz, porque no ven
posibilidades de vencer al mal, no le ven ninguna ventaja a presentar batalla
al enemigo, sea éste un régimen secularista, la ideología de género, una
campaña anticristiana, etc…
El líder inoperante sólo ve que si presenta
batalla le criticarán, será impopular, la prensa y los políticos hablarán mal
de él, y quizá hasta le lleven a los tribunales.
Estos obispos, aunque en homilías prediquen
bien de los mártires antiguos o de los cristianos de Oriente, cuando entraron
en el clero no lo hicieron pensando en enfrentarse al mundo y a las
televisiones, en ir a manifestaciones o vigilias, en soportar citaciones en el
juzgado o incluso pasar por prisión. (La excepción serían los obispos formados
en la clandestinidad durante regímenes comunistas, que hoy tienen cargos en
Europa Oriental y países postcomunistas).
Muchos de los obispos de países
occidentales, en cuanto fueron ordenados sacerdotes, automáticamente recibieron
el respeto de su rebaño, y cuando llegaron a ser obispos encontraron un
personal a sus órdenes y una serie de edificios para gestionar. Pasar de ser
reverenciados a ser vilipendiados por la prensa y las autoridades y la sociedad
hedonista y relativista les da ahora mucha pereza.
Combatir la ideología de género, las
doctrinas transexuales, el aborto, el matrimonio del mismo sexo, el divorcio,
los vientres de alquiler, la fecundación in vitro… les haría impopulares. En
otras épocas les habría hecho impopulares defender los matrimonios
interraciales o condenar los duelos de honor o combatir la esclavitud (tres
causas firmes en la doctrina cristiana de todos los tiempos pero en las que
muchos obispos evitaron implicarse con fuerza).
“Un ejército o una flota que rechaza dejar
su base e ir a la guerra es ineficaz. Generales, almirantes y obispos que son
responsables de tal inacción son, por definición, incompetentes. Los obispos que buscan ser populares entre la gente a la que
deberían oponerse se aproximan a la traición”,
explica Weatherbe usando el símil militar.
La Iglesia jerárquica... y la
carismática
Weatherbe no amplía su explicación, pero
queda claro que está muy basada en la naturaleza del liderazgo jerárquico de la
Iglesia. Esos líderes están ahí por razones jerárquicas. Por supuesto, en la
iglesia hay otro tipo de liderazgo (es decir, de servicio) que no es
jerárquico, sino carismático: personas movidas por el Espíritu Santo para
actuar. En la Biblia las encontramos, por ejemplo, en el libro de los Jueces:
líderes, a veces incluso mujeres, que Dios inspira y saca de sus casas para
combatir a los enemigos de Israel, pese a no tener ningún cargo
"oficial".
El cardenal brasileño Joao Braz Aviz,
prefecto de la Congregación para la Vida Consagrada, comentando el nuevo
documento Iuvenescit Ecclesia sobre la relación entre la jerarquía católica y
los nuevos movimientos y congregaciones, puso el ejemplo de dos iniciadores
audaces.
“San Francisco no pidió permiso para
comenzar. San Benito no le pidió permiso a nadie para iniciar lo suyo. Él
comenzó y después verificó para saber si eso era inspiración de Dios o de su
cabeza. Ahí interviene la jerarquía y es fundamental. Y esta relación tiene que
ser más bien una relación de.., digamos, igualdad, sin miedo”, comenta el
cardenal a la agencia Zenit.
Parece prudente que los iniciadores
dispuestos a dar la batalla ética, cultural o evangelizadora se lean el libro
de Dixon “Sobre la psicología de la incompetencia militar” a la hora de buscar
el jerarca adecuado que apoye sus iniciativas.
En fin... para meditar.
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