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domingo, 5 de junio de 2016

Con qué desvergüenza… (IV)

Continuamos con el penoso artículo que estamos comentando.
Afirma fray Eduardo Sans de Miguel:

Mientras tanto, los nuevos misioneros intentaron enfangar la memoria del antiguo obispo y de sus colaboradores con todo tipo de acusaciones

No se puede escribir algo tan grave sin dar una sola prueba o argumento que justifique la afirmación.

Lo escrito es tan gratuito como falso; es difamación.

Que al menos el calumniador cite una sola de las que llama “todo tipo de acusaciones”. Una sola, nada más. Citar con la prueba que dé crédito a la acusación. Que diga, por ejemplo, en qué día, en qué lugar, qué persona, o en qué escrito o circunstancia, etc. los nuevos misioneros intentaron enfangar la memoria del antiguo obispo y de sus colaboradores.

Seguro que no lo dirá nunca, a no ser que siga inventando mentiras con irrespeto total a sus lectores, eventuales traumas para su conciencia sacerdotal (?) y el riesgo de ser procesado judicialmente.

Todos sabemos en Sucumbíos que los “nuevos misioneros” fueron bien correctos, inclusive en relación a los que le hacían la guerra. Ni siquiera tendrían tiempo de enfangar a nadie, ocupados en las labores de evangelización.

Los isamitas inventaron algunas fábulas nunca comprobadas: que los padrecitos heraldos iban a cerrar la radio Sucumbíos, que distribuían sacramentos en masa y sin preparación, que iban a quitar la Virgen del Cisne y suplantarla por la de Fátima, etc. La Federación de Mujeres de Sucumbíos, hechura de Mons. Gonzalo, llegó a escribir al presidente Correa pidiendo que se saque a los Heraldos del Evangelio de Sucumbíos porque decían que las mujeres son impuras… ¡Hasta eso se dijo!

Padre Eduardo: pruebe la grave acusación o retráctese. Si no lo hace (probar lo que dice o reconocer su error) no estará capacitado para celebrar la Eucaristía; y si la celebra lo hará sacrílegamente, porque hay que reconciliarse con el hermano antes de ofrecer el santo sacrificio. En atención  a la memoria de nuestro difunto obispo, anímese a dar ese paso.
Le choca que el fango haya manchado al Obispo Gonzalo y a sus colaboradores. ¿Es usted indiferente al fango que sus admirados isamitas lanzaron y siguen lanzando contra los “nuevos misioneros”?

¿Estos no son dignos de consideración ni de lástima, ni siquiera en este año de la misericordia?

Así es la ecuanimidad “isamo-carmelita”: Toda la compasión para los antiguos misioneros y para los nuevos, la discriminación y el linchamiento.



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