Continuamos con el
penoso artículo que estamos comentando.
Afirma fray Eduardo
Sans de Miguel:
Mientras tanto, los nuevos misioneros intentaron enfangar la memoria del
antiguo obispo y de sus colaboradores con todo tipo de acusaciones
No se puede escribir algo tan grave sin dar una
sola prueba o argumento que justifique la afirmación.
Lo escrito es tan gratuito como falso; es
difamación.
Que al menos el calumniador cite una sola de
las que llama “todo tipo de acusaciones”.
Una sola, nada más. Citar con la prueba que dé crédito a la acusación.
Que diga, por ejemplo, en qué día, en qué lugar, qué persona, o en qué escrito
o circunstancia, etc. los nuevos misioneros intentaron enfangar la memoria del
antiguo obispo y de sus colaboradores.
Seguro que no lo dirá nunca, a no ser que
siga inventando mentiras con irrespeto total a sus lectores, eventuales traumas
para su conciencia sacerdotal (?) y el riesgo de ser procesado judicialmente.
Todos sabemos en Sucumbíos que los “nuevos misioneros” fueron bien correctos,
inclusive en relación a los que le hacían la guerra. Ni siquiera tendrían
tiempo de enfangar a nadie, ocupados en las labores de evangelización.
Los isamitas inventaron algunas fábulas nunca
comprobadas: que los padrecitos heraldos iban a cerrar la radio Sucumbíos, que
distribuían sacramentos en masa y sin preparación, que iban a quitar la Virgen
del Cisne y suplantarla por la de Fátima, etc. La Federación de Mujeres de
Sucumbíos, hechura de Mons. Gonzalo, llegó a escribir al presidente Correa
pidiendo que se saque a los Heraldos del Evangelio de Sucumbíos porque decían
que las mujeres son impuras… ¡Hasta eso se dijo!
Padre Eduardo: pruebe la grave acusación o
retráctese. Si no lo hace (probar lo que dice o reconocer su error) no estará
capacitado para celebrar la Eucaristía; y si la celebra lo hará sacrílegamente,
porque hay que reconciliarse con el hermano antes de ofrecer el santo
sacrificio. En atención a la memoria de
nuestro difunto obispo, anímese a dar ese paso.
Le choca que el fango haya manchado al Obispo
Gonzalo y a sus colaboradores. ¿Es usted indiferente al fango que sus admirados
isamitas lanzaron y siguen lanzando contra los “nuevos misioneros”?
¿Estos no son dignos de consideración ni de
lástima, ni siquiera en este año de la misericordia?
Así es la ecuanimidad “isamo-carmelita”: Toda
la compasión para los antiguos misioneros y para los nuevos, la discriminación
y el linchamiento.
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