Los “teólogos”, “misioneros”, “poetas” y gentes isamitas de otras profesiones celebran la renuncia del Papa. Casi todos creen que ha llegado su hora; algunos, como los emblemáticos fray Betto y José Arregui, dicen que habrá que esperar aún un tiempo más.
Como no consideran a la Iglesia como una institución de origen divino y para ellos el “Espíritu” no es la tercera Persona de la Santísima Trinidad sino una experiencia subjetivo-comunitaria-laico-profética (perdón por esta idea… pero es de ellos), se enmarañan en cálculos y pronósticos y llegan a hablar de colapso y hasta de agonía de la esposa mística de Cristo. Creen que ha llegado su hora.
Sus apuestas se basan en una percepción de la historia mal enfocada, ya que opinan sobre el pasado con criterios y mentalidades orientadas por su ideología. A lo que le suma, para embarrar más su postura, un deseo frenético y mal confesado de que, por fin, salte todo por los aires y “otra iglesia” se cristalice. Ellos creen que con la abdicación de Benedicto, está llegando su hora.
Mientras tanto, la barca de la Iglesia sigue y seguirá atravesando los siglos serena y triunfalmente. Los pecados de los hombres no afectan su santidad intrínseca ni su infalibilidad luminosa. La Iglesia ya pasó por momentos más trágicos y difíciles, y no serán los Arrios y los Luteros modernos los que mudarán el rumbo o hundirán la nave de Pedro. Por más que crean que ha llegado su hora.
Hans Kung, por ejemplo, aboga por el fin definitivo del papado, Leonardo Boff por un Papa sin certezas y abierto a todos los caminos (?) y el Padre Pierre anhela que la Iglesia se sitúe en el surco de las revoluciones francesa, comunista y sorboniana. Eufóricos, creen que ha llegado su hora.
Así se expresa un isamita español llamado José Arregui (a no confundir con Mons. Antonio Arregui, nuestro Arzobispo de Guayaquil): “Ahora se va Benedicto del Vaticano dejando intacto un sistema esencialmente corrupto. La tiara y el trono, la terrible infalibilidad, el terrible poder absoluto, siguen intactos, esperando al siguiente candidato. Y no faltarán aspirantes. Ya se traman oscuras estrategias, ya se urden alianzas, ya se hacen quinielas. Se maquina y se conspira. Es pura farsa mediática, pura pornografía religiosa. Y cuando salga la fumata blanca dirán: “El Espíritu Santo ha elegido”. Más obsceno todavía”. ¿Qué tal? Este pobre ex sacerdote impenitente parece que piensa que aún no ha llegado la hora…
Fray Betto también piensa que su hora no es tan inminente: “El nuevo Papa jamás hará algo que desagrade a su antecesor. Por lo tanto mantendrá la prohibición de que se debatan en la Iglesia temas como el aborto, el fin del celibato sacerdotal, el derecho de las mujeres al sacerdocio, el uso de preservativos, la aplicación de células madre, la unión de homosexuales, etcétera. Después de la muerte de Benedicto XVI entonces sí sabremos qué piensa y qué quiere el nuevo pontífice”. ¡Menudo “teólogo” que reduce el pastoreo de la Iglesia a un problema estrictamente personal!
Es que para ellos su “Jesús de Nazaret” no habla por la voz del magisterio de la Iglesia, ni nos benéfica con su gracia que da copiosa mediante los sacramentos, ni nos espera en el cielo para regalarnos la visión beatífica. Todo eso son infantilidades superadas. Jesús de Nazaret es un profeta que viene a cambiar las estructuras sociales y a instaurar un reino milenarista. No es el Hijo Unigénito del Padre, ni la segunda Persona de la Santísima Trinidad, ni el Salvador concebido en las entrañas purísimas de la Virgen María. Es un revolucionario vulgar y radical.
Sus apuestas se basan en una percepción de la historia mal enfocada, ya que opinan sobre el pasado con criterios y mentalidades orientadas por su ideología. A lo que le suma, para embarrar más su postura, un deseo frenético y mal confesado de que, por fin, salte todo por los aires y “otra iglesia” se cristalice. Ellos creen que con la abdicación de Benedicto, está llegando su hora.
Mientras tanto, la barca de la Iglesia sigue y seguirá atravesando los siglos serena y triunfalmente. Los pecados de los hombres no afectan su santidad intrínseca ni su infalibilidad luminosa. La Iglesia ya pasó por momentos más trágicos y difíciles, y no serán los Arrios y los Luteros modernos los que mudarán el rumbo o hundirán la nave de Pedro. Por más que crean que ha llegado su hora.
Hans Kung, por ejemplo, aboga por el fin definitivo del papado, Leonardo Boff por un Papa sin certezas y abierto a todos los caminos (?) y el Padre Pierre anhela que la Iglesia se sitúe en el surco de las revoluciones francesa, comunista y sorboniana. Eufóricos, creen que ha llegado su hora.
Así se expresa un isamita español llamado José Arregui (a no confundir con Mons. Antonio Arregui, nuestro Arzobispo de Guayaquil): “Ahora se va Benedicto del Vaticano dejando intacto un sistema esencialmente corrupto. La tiara y el trono, la terrible infalibilidad, el terrible poder absoluto, siguen intactos, esperando al siguiente candidato. Y no faltarán aspirantes. Ya se traman oscuras estrategias, ya se urden alianzas, ya se hacen quinielas. Se maquina y se conspira. Es pura farsa mediática, pura pornografía religiosa. Y cuando salga la fumata blanca dirán: “El Espíritu Santo ha elegido”. Más obsceno todavía”. ¿Qué tal? Este pobre ex sacerdote impenitente parece que piensa que aún no ha llegado la hora…
Fray Betto también piensa que su hora no es tan inminente: “El nuevo Papa jamás hará algo que desagrade a su antecesor. Por lo tanto mantendrá la prohibición de que se debatan en la Iglesia temas como el aborto, el fin del celibato sacerdotal, el derecho de las mujeres al sacerdocio, el uso de preservativos, la aplicación de células madre, la unión de homosexuales, etcétera. Después de la muerte de Benedicto XVI entonces sí sabremos qué piensa y qué quiere el nuevo pontífice”. ¡Menudo “teólogo” que reduce el pastoreo de la Iglesia a un problema estrictamente personal!
Es que para ellos su “Jesús de Nazaret” no habla por la voz del magisterio de la Iglesia, ni nos benéfica con su gracia que da copiosa mediante los sacramentos, ni nos espera en el cielo para regalarnos la visión beatífica. Todo eso son infantilidades superadas. Jesús de Nazaret es un profeta que viene a cambiar las estructuras sociales y a instaurar un reino milenarista. No es el Hijo Unigénito del Padre, ni la segunda Persona de la Santísima Trinidad, ni el Salvador concebido en las entrañas purísimas de la Virgen María. Es un revolucionario vulgar y radical.
Imaginan que un nuevo Papa podrá aprobar todos los horrores que desea Fary Betto, más las guerrillas latinoamericanas y las liturgias indígenas…, ya que, dicen, con el Concilio Vaticano II se abrieron las puertas y las ventanas de la Iglesia… ¡Pero resulta que las ventanas se abrieron para que la Iglesia pase su influencia benéfica al mundo y no para que ella se contamine con los errores en boga! Renovar la Iglesia es, para ellos, traicionarla y crear otra.
Dicen horrorizarse con los escándalos económicos y sexuales y con las dictaduras, también con la pompa y categoría Vaticanas; pero se encantan con todo lo que es vulgar, con el cisma, la herejía, la rebelión; con los tiranos militares de turno como Castro o Chávez, ambos al borde de la tumba. Pero siguen creyendo que ha llegado su hora.
No olvidemos que el diablo es un derrotado: fue vencido por Jesús en la cruz. Alimenta la ilusión de destronar a Dios y permanece en esa inútil y fatal fantasmagoría. Sus corifeos y quinta-columnas le acompañan en esa alucinada utopía. Y ahora, con la partida de Benedicto XVI, creen que ha llegado su hora. Como si la Iglesia fuese gobernada por alemanes, italianos, latinoamericanos o africanos, y no por su cabeza y fundador, Dios mismo.
El salmo 2 profetiza: El que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos. Luego hablará a ellos en su furor, y los turbará con su ira.
Dios se reirá de ellos, aunque ellos persistan en la creencia de que, por fin, está llegando su hora.
Dicen horrorizarse con los escándalos económicos y sexuales y con las dictaduras, también con la pompa y categoría Vaticanas; pero se encantan con todo lo que es vulgar, con el cisma, la herejía, la rebelión; con los tiranos militares de turno como Castro o Chávez, ambos al borde de la tumba. Pero siguen creyendo que ha llegado su hora.
No olvidemos que el diablo es un derrotado: fue vencido por Jesús en la cruz. Alimenta la ilusión de destronar a Dios y permanece en esa inútil y fatal fantasmagoría. Sus corifeos y quinta-columnas le acompañan en esa alucinada utopía. Y ahora, con la partida de Benedicto XVI, creen que ha llegado su hora. Como si la Iglesia fuese gobernada por alemanes, italianos, latinoamericanos o africanos, y no por su cabeza y fundador, Dios mismo.
El salmo 2 profetiza: El que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos. Luego hablará a ellos en su furor, y los turbará con su ira.
Dios se reirá de ellos, aunque ellos persistan en la creencia de que, por fin, está llegando su hora.
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