Autor: HANS
URS VON BALTHASAR
SI
LA SAL SE TORNA INSÍPIDA
La sabiduría del necio es un montón de piedras;
La inteligencia del tonto un hablar no inteligible
(Ecclo. 21,21)
El benévolo comisario: Camarada
cristiano, ¿puedes escanciarme de una vez vino claro sobre lo que pasa con
vosotros los cristianos? ¿Queréis aun realmente algo en nuestro mundo? ¿En qué
veis la justificación de vuestra existencia? ¿Cuál es vuestra misión?
El cristiano: Por lo pronto somos hombres como los demás, que cooperamos en la obra de construir el futuro.
El comisario: Lo primero lo creo, y lo segundo lo quiero esperar.
El cristiano: Sí, desde fecha muy reciente estamos “abiertos al mundo” y algunos de nosotros se han “convertido” seriamente “al mundo”,
El comisario: Eso me parece una sospechosa habladuría de curas. Mucho más bonito, fuera, en efecto, que vosotros, “hombres como los demás”, os convirtierais de una vez a una existencia digna del hombre. Así pues, al grano. ¿Por qué sois aún cristianos?
El cristiano: Por lo pronto somos hombres como los demás, que cooperamos en la obra de construir el futuro.
El comisario: Lo primero lo creo, y lo segundo lo quiero esperar.
El cristiano: Sí, desde fecha muy reciente estamos “abiertos al mundo” y algunos de nosotros se han “convertido” seriamente “al mundo”,
El comisario: Eso me parece una sospechosa habladuría de curas. Mucho más bonito, fuera, en efecto, que vosotros, “hombres como los demás”, os convirtierais de una vez a una existencia digna del hombre. Así pues, al grano. ¿Por qué sois aún cristianos?
El cristiano: Hoy día somos cristianos mayores de edad; pensamos y obramos por propia responsabilidad moral.
El comisario: Lo primero quisiera esperarlo, pues os las dais de hombres. Pero ¿creéis en algo especial?
El cristiano: Eso tiene poca importancia; lo que importa es la palabra de la época, el acento se pone hoy en el amor al prójimo. El que ama a su prójimo, ama a Dios.
El comisario: En caso de que existiera; pero como no existe, no lo amáis.
El cristiano: Lo amamos implícitamente inobjetivamente.
El comisario: ¡Hola! Vuestra fe no tiene objeto. ¡Adelante! La cosa se va aclarando.
El cristiano: Pero ¡no es tan sencillo, eh! Nosotros creemos en Cristo.
El comisario: Algo he oído hablar de él, Pero parece que se sabe históricamente de él terriblemente poco.
El cristiano: ¡De acuerdo! Prácticamente nada. Por eso creemos menos en el Jesús histórico que en el Cristo del kerygma.
El comisario: ¿Qué palabra es esa? ¿Chino?
El cristiano: Es griego. Significa la predicación del mensaje. Nos sentimos afectados por el acontecimiento verbal del mensaje de la fe.
El comisario: ¿Y qué hay al cabo en ese mensaje?
El cristiano: Depende de cómo es afectado uno por él. A uno le puede prometer el perdón de los pecados. Esta fue desde luego la experiencia de la primitiva Iglesia. A ello hubo de ser estimulada por los acontecimientos en torno al Jesús histórico, del que, a la verdad, no sabemos bastante para estar ciertos de que...
El comisario: Y a eso llamáis conversión al mundo. Sois en efecto los mismos oscurantistas de siempre. ¿Y con esa palabrería difusa pensáis colaborar en la construcción del mundo?
El cristiano (jugando su última carta): ¡Tenemos a Teilhard de Chardin! ¡En Polonia produce ya impresión!
El comisario: Eso también lo tenemos nosotros y no necesitamos adquirirlo de vosotros. Pero enhorabuena por fin estáis tan delante también vosotros. Sólo que tenéis que tirar a la calle todos esos cachivaches místicos que no tienen nada que ver con la ciencia. Entonces podremos entablar entre nosotros diálogo sobre la evolución. En el resto de historias no me meto. Si vosotros mismos sabéis tan poca cosa de ellas, ya no sois peligrosos. Y os ahorráis una bala. En Siberia tenemos campamentos muy útiles, allí podéis demostrar vuestro amor a los hombres y trabajar activamente en la evolución. Y ahí sacaréis más que en vuestras cátedras alemanas.
El cristiano (algo desilusionado): Usted desconoce la dinámica escatológica del cristianismo. Nosotros preparamos el advenimiento del reino de Dios. Nosotros somos la verdadera revolución universal. Egalité, liberté, fraternité: esta es originariamente nuestra causa.
El comisario: La lástima es que otros hubieron de dar la batalla por vosotros. Pasada la refriega, no es difícil patrocinar la causa. Vuestro cristianismo no merece un tiro de pólvora.
El cristiano: ¡Usted está ya con nosotros! Sé quién es usted. Usted es sincero, usted es un cristiano anónimo.
El comisario: No se propase joven. También yo sé ahora bastante. Os habéis liquidados a vosotros mismos y nos hacéis ahora la persecución ¡A otra cosa!
Seriedad con las cosas. Córdula o el caso auténtico. Sígueme. Salamanca, 1967 cap. 14 pp. 121-124.-
(Trad. Daniel Rauiz Bueno de Cordula oder der Ernstfall. Johannes Verlag. Einsiedeln. 1966)
Este
diálogo imaginario de hace más de 50 años atrás compuesto por un teólogo de
verdad (nada de Pagolas, Boffes o Queirugas), bien podría
darse hoy entre un ateo perseguidor y un cristiano isamita.
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