En primer lugar confunde (o asimila) el instinto de sociabilidad que tenemos los seres humanos y que nos lleva a relacionarnos y a construir un tejido social, a la vida comunitaria, sin más, en que personas que comparten algo en común (nunca necesariamente todo), pueden actuar colectivamente en función de una meta compartida. La historia conoció comunidades aberrantes como los campos de concentración del régimen nazi o la comunización forzada que instalaron los kmer rouge en Camboya, a costa de tanta sangre. Aquello era comunidad, sí o sí, nos guste o no. Y el que desentonaba ¡al paredón!
Es verdad que la familia es de hecho una “comunidad”, pero antes se la define mejor como la célula básica de la sociedad. Los clubs, comités, redes, etc., son también comunidades, sí, pero más bien son segmentos específicos que comprometen parcialmente a la personalidad de los que en ellos participan, no al ser humano como un todo.
Justamente, la libertad, el deseo de superación, el esfuerzo por destacarse –que Pedro Pierre llama de egoísmo, dominación y agresividad- es lo que construye las sociedades justas y prósperas, las “comunidades” armónicas y sanas. La nivelación igualitaria y populista, donde se neutraliza todo instinto de excelencia, es lo que crea las dictaduras tiránicas, sean de derecha o de izquierda. En esas realidades, lo que el Padre Pierre llama “comunidad”, en realidad lleva el nombre de “estado patrón”. Leyendo su artículo, más adelante se aclarará este concepto.
Más sorprendente y heterodoxo aún, es su concepto de que los seres humanos venimos de los animales y, más remotamente, de las plantas. La teoría de la evolución de Darwin ha sido condenada por la Iglesia y terminada de sepultar por los científicos. Pero el Padre Pierre la sustenta olímpicamente diciendo “no hemos eliminado la violencia que impera en el mundo animal de donde venimos ni el individualismo del mundo vegetal, nuestro más antiguo ancestro”. Esta afirmación es de dar risa. Pero bueno, son cosas que pueden llegar a afirmarse cuándo se pierde la fe y el sentido común.
Despotrica contra el capitalismo evidenciando su enamoramiento enternecido y cómplice con el comunismo. Llega a decir -sin la más mínima explicación que lo demuestre- que “el 1% capitalista se impone al 99% del resto de la población”. No solo venimos de las plantas sino que un 1 por ciento nos domina al resto de los 99.
Su diatriba le lleva a concluir que “la organización es el camino de solución de nuestros problemas”. ¡Qué descubrimiento genial! Hasta los indios más atrasados de nuestras selvas, con sus culturas salvajes y rudimentarias, saben de eso. Solo faltaba que venga un francés a decírnoslo. Pero lo peor no es eso. Lo peor son los ejemplos que nos sirve como “símbolos de una humanidad reconciliada” (?): marxistas y asesinos como Fidel Castro, Mandela o Hugo Chávez (este último, cuenta con un sucesor llamado Maduro que más que maduro podría apellidarse podrido…)
También Gandhi, un pagano inflado por la propaganda, más mito que realidad; un ambientalista de izquierda brasileño que fue asesinado (¿esa será su gloria?) llamado Chico Méndez y un obispo controvertido y ya tragado por la historia reciente: Leónidas Proaño.
Es bueno saber que, entre otras cosas, ese Chico Méndez escribió cierta vez: “Al principio pensaba que estaba luchando para salvar a los árboles de caucho. Luego pensé que estaba luchando para salvar a la selva amazónica. Ahora me doy cuenta de que estoy luchando por la humanidad” ¿Es de esa idea –bastante banal, por cierto- que el columnista de El Telégrafo concluye que descendemos de los vegetales?
De paso, que se constate que de Jesucristo, el símbolo por excelencia de la humanidad reconciliada, ni una palabra en la pluma de este supuesto sacerdote.
Al terminar su lamentable libelo, nos dice que el papa Francisco recibió a un argentino llamado Juan Grabois e invitó en esa ocasión “a las organizaciones populares a construir una sociedad y un mundo distinto y mejor”. Como es su desleal estilo, el comunista, perdón, el columnista de El Telégrafo, no pone las referencias necesarias, no hay la cita precisa de lo que dijo el Papa.
El Papa recibe a media humanidad y confraterniza con griegos y troyanos. Es muy fácil recuperar –o diabolizar- un gesto o una declaración que haga. Entre paréntesis, los isamitas son maestros en ese arte.
Por fin, hay que preguntarse ¿Cómo puede una persona tan descalificada como Pedro Pierre, escribir en el periódico que se ufana de ser el “Decano de la prensa nacional”? La respuesta es simple: como todo el mundo sabe, El Telégrafo es un órgano isamita.
Aquí adjuntamos el artículo comentado:
Apostar por la organización popular
Pedro Pierre |
Los humanos estamos hechos para vivir en
comunidades. Nadie es una isla ni nadie puede vivir sin los demás. Crecemos gracias
a la cohesión y participación familiares, nos capacitamos en la comunidad
educativa, nos desarrollamos gracias a asociaciones, clubes, comités, redes,
relaciones estables…
Lastimosamente en nosotros anida el egoísmo, el
deseo de dominación, el afán de tener siempre más, la agresividad: no hemos
eliminado la violencia que impera en el mundo animal de donde venimos ni el
individualismo del mundo vegetal, nuestro más antiguo ancestro. Lastimosamente
también nos hemos organizado o hemos dejado que nos organicen según el modelo
capitalista en que lo material prima sobre lo humano, la competición sobre el
compartir, la violencia sobre el perdón, el consumismo sobre el respeto a la naturaleza.
Esto contribuye a la gran crisis actual. En un
mundo globalizado, el 1% capitalista se impone al 99% del resto de la población
y nos obliga a sacrificarlo todo sobre el altar sagrado del mercado y de la
ganancia… de ellos. Los más débiles pagan el precio alto: los empobrecidos, las
mujeres, los jóvenes, las personas especiales y mayores.
La organización es el camino de solución de
nuestros problemas. Siempre ha sido así pero nos cuesta creerlo, nos cuesta
superar nuestro orgullo, nos cuesta ser hermanas y hermanos de verdad. Grandes
figuras mundiales nos muestran el camino y son parte de los mejores símbolos de
una humanidad reconciliada: Gandhi, Mandela, Chico Méndez, Fidel Castro, Hugo
Chávez, monseñor Leonidas Proaño, con su lucha por y con los pueblos indígenas
de Ecuador y América Latina… Todos han optado por los pobres y su organización,
a fin de que logren ser los actores de su propia liberación.
Es el desafío del actual Gobierno, porque los
ecuatorianos esperamos más que dádivas y beneficios materiales. Necesitamos ser
un pueblo, es decir una nación, una unión ecuatoriana que construye su
identidad y su futuro a partir de la fraternidad activa y creativa. Necesitamos
autoridades locales, provinciales y nacionales humanistas que fomenten la organización
de todos, particularmente de los más golpeados por las dificultades de la vida.
El papa Francisco
acaba de invitar a las organizaciones populares a construir una sociedad y un
mundo distinto y mejor en su reciente reunión con Juan Grabois, dirigente
popular argentino y fundador del Movimiento de Trabajadores Excluidos,
organización cartonera conocida a nivel mundial. Entonces, ¡manos a la obra!
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