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miércoles, 5 de febrero de 2014

Que el lector imagine un título para esta nota.

El comunista, perdón, el columnista de El Telégrafo, Pedro Pierre es un personaje fuera de serie. Es sacerdote católico aunque lo oculte y no ejerza su ministerio a la altura; no es ecuatoriano por más que se enarbola como gran patriota, y tampoco se llama como firma, sino que su verdadero nombre es Pierre Riouffrait. Se dedica a envenenar las redes sociales y a difamar a los que considera enemigos, con lo que se demuestra un campeón de la intolerancia y de la exclusión. Asimismo, profesa un fuerte culto a la personalidad a gente como Hugo Chávez o Fidel Castro. Despotrica contra la liturgia, los sacramentos y el ceremonial de nuestra Iglesia, pero se fascina con los ritos paganos de los indígenas. Todo muy singular.

Este señor, no cesa de publicar en El Telégrafo insensateces y mentiras, especialmente cuando se pone a opinar sobre nuestro Vicariato y Provincia, Sucumbíos. Una vez más lo ha hecho en el día 5 de febrero en un artículo que tiernamente titula: “Sucumbíos, tierra amada y esperanzadora”.

Supuestamente quiere homenajear la llegada del nuevo Obispo de Sucumbíos. Pero dice que lo “quiere ubicar” como Obispo con olor a oveja, cómplice de los sacerdotes diocesanos rebeldes y con mentalidad de pobre y no de príncipe. ¡Qué recibimiento cariñoso! Es un verdadero desplante que, dicho en castellano claro, significa: “si… pero, no tanto. O sea, prácticamente, no”.

Como no podía dejar de ser, “Pedro Pierre” se escuda en su supuesta fidelidad incondicional al Papa Francisco, al que ahora elogia con frecuencia, aunque lo pone a la altura de Mandela y de Chávez como personaje del 2013... Pero sus críticas reiteradas a los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, a la Conferencia Episcopal y al Nuncio Apostólico, lo dejan en una situación muy comprometedora, pues lo revela como siendo falso, parcial y oportunista.

Su amor a la “tierra amada y esperanzadora” se tizna cuando declara que “la batalla no está ganada” y con su diatriba contra “los Heraldos del Evangelio y los obispos y sacerdotes enviados para suplirlos que ha creado mucha confusión y funestas divisiones”. Mete en el mismo saco a los Obispos Paolo, Ángel Polivio y Celmo.

Lo que pudimos comprobar hasta la saciedad en Sucumbíos es que la población se esclareció y se unió después de la salida del Obispo Gonzalo. Con los padrecitos heraldos y con los “prestaditos” que nos mandó la conferencia episcopal, la fe y la vida eclesial se fueron normalizando progresivamente, a pesar de la cizaña que no dejó en ningún momento de tentar de sofocar al trigo; cizaña que aquí se llama Radio Sucumbíos (Radio Mentiras), padres diocesanos, ciertas monjitas nada ejemplares, algunas mujeres pretenciosas y cierto columnista francés, incondicional de la revolución francesa que, en el auge del terror, hizo caer por millares las cabezas en la guillotina… en nombre de la fraternidad. ¡Pobre de nuestro pueblo si Riouffrait tuviese el poder!

En todo caso, lo que pretendió ser un artículo de acogida al nuevo Obispo, se desenmascara como un himno autorreferencial lleno de jactancia: “Hacemos votos y oraciones para que se cumpla lo que decía Jesús: “No temas, pequeño rebaño, porque al Padre de ustedes le agradó darles el Reino de Dios”. ¡Larga vida y muchos éxitos a esta Iglesia de los Pobres, reconocida y muy amada nacional e internacionalmente!”.

¿Será necesario que recordemos una vez más la calidad de los apoyos internacionales de Isamis?

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