También querríamos saber si su culto a Hugo Chávez y a Nicolás Maduro lo lleva a despreciar el sentir popular que se hace presente en las manifestaciones masivas de estudiantes y trabajadores que no hacen sino decir a Venezuela y al mundo el fracaso de ese engendro detestable llamado socialismo bolivariano.
Y también, por último, si el descontento militante y generalizado del valiente pueblo ucraniano contra un estado corrupto y pro Rusia (o pro Unión soviética…) es de su agrado, al punto de compararlos con las “primaveras árabes” tan de su gusto, o si lo ignora como ignoró el sentir de nuestro vicariato cuando tuvo que manifestarse cotidianamente en la vía pública entre el modelo isamita de Gonzalo y el modelo católico romano. Solo que en Lago Agrio la gente no salía a hacer desórdenes ni violencias sino a peregrinar, a rezar y a cantar.
A la vista de estos reveses y de estas evidencias, el columnista podría dejar definitivamente el Ecuador, pues aquí la democracia no responde a su ideología.
Lo ideal es que se vuelva a Francia, su país de origen (como el Obispo Gonzalo se volvió a España de donde vino). Aunque en Francia, el presidente socialista ostenta un record de desprestigio popular nunca alcanzado antes por ningún gobernante. De repente con sus cebs y sus columnas, logra paliar el fracaso rotundo que tienen en Francia las ideas igualitarias y libertarias del partido gobernante.
Lo mejor es que deje de destilar su veneno en Ecuador y que se vaya para no volver. Si quiere, antes de viajar, puede hacer una huelga de hambre “por la reconciliación en Ecuador” en algún parque de Guayaquil (pidiendo previamente permiso a Jaime Nebot), aunque es seguro que no tendrá las cámaras de la prensa y de la TV a su favor, como las tuvo el “Caballero de la Orden Nacional al Mérito”…
Pero probablemente no se irá, pues allá tampoco lo quieren ver ni pintado. En Ecuador, el “proyecto” político sin duda continuará en su cabeza de utopista crónico.
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