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martes, 22 de octubre de 2013

“Conflicto eclesial”

Una vez más los isamitas nos hablan de “conflicto eclesial”. También de su tal “vigilia” que no se sabe bien cuándo comenzó, en dónde se realiza y, sobretodo, si tiene verdadera continuidad…

En Sucumbíos, el tal “conflicto” habría empezado hace tres años, “por una intervención creada desde fuera con la evidente intención de destruir el proceso de esta Iglesia Comunidad trabajada por 40 años…”

Vamos a dejar la pasión a un lado y a usar la razón, dando a las palabras su verdadero significado. Primero hablemos en tesis y después vamos a referirnos a Sucumbíos.


El diccionario de la Real Academia Española (es una referencia segura) define primariamente lo que es un conflicto así: combate, lucha, pelea. El mismo diccionario explica lo que significa la palabra eclesial: Perteneciente o relativo a la comunidad cristiana o Iglesia de todos los fieles. Ahora vamos a nuestro caso.

Todos sabemos que el supuesto “conflicto eclesial” no comenzó hace tres años sino que lleva décadas. Consistió en un progresivo distanciamiento de los sacerdotes y misioneros que trabajaban en Sucumbíos (orientados por los carmelitas de Burgos) distanciamiento de la fe, de la moral y de la comunión con la Iglesia Universal. Los frutos de esta apostasía están a la vista.

Si esta “Iglesia comunidad pueblo de Dios al Servicio del Reino” se considera ajena, extraña a la Iglesia Católica, al punto de declarar que una intervención de Roma es algo “desde afuera”, (recordemos que el Obispo de Roma preside a todos los Obispos, es quien los nombra y los saca y los pone en las diócesis), pues se concluye que el tal “conflicto” no es “eclesial”, ya que si lo fuese, sería un conflicto relativo a “la Iglesia de todos los fieles”, a “toda la comunidad cristiana”… y no solo a la de Isamis, a la de ellos. Isamis se ha constituido en un cuerpo aparte, un segmento seco, desprendido del tronco y de la sabia de la Iglesia.

“La evidente intención de destruir el proceso de 40 años” no fue sino un acto de caridad y de justicia que quedó patente, después de demasiada tolerancia…, con el envío por parte de Roma de un Visitador Apostólico y, posteriormente, de otro Administrador. En términos claros se explicó a Monseñor Gonzalo que era necesario “organizar el Vicariato e implantar de manera diferente todo el trabajo pastoral”. Con esa intención, aunque con un resultado discutible, fueron mandados los Heraldos, nombrado un Delegado Pontificio y, por fin, un nuevo Obispo.

Pero ni el Visitador, ni el Administrador, ni el Delegado, ni el Obispo pudieron con la insolencia y los errores de los isamitas que, habiendo elaborado una nueva religión diferente de la católica, rompieron sus vínculos con la Jerarquía. Ahora, dicen que aplauden al papa Francisco, después de haberlo criticado al inicio de su pontificado. Pero no olvidemos que resistieron al Papa Benedicto, a la Conferencia Episcopal, a la Nunciatura Apostólica y al Vicariato local que fue gobernado respectivamente, después de la renuncia de Monseñor Gonzalo, por un Administrador, un Delegado Pontificio y otro Obispo.

El “conflicto” no es, entonces, “eclesial” (que atañe a toda la Iglesia) sino del tipo que se vivió en la Iglesia en la época del protestantismo en que algunas provincias alemanas rompieron con la Iglesia, o, más recientemente, cuando ciertos “católicos” contrarios al Concilio y al mando del Obispo Lefebre se separaron de Roma y fundaron su iglesia cismática.

La Iglesia navega como una barca majestuosa en el mar tempestuoso de la historia. Su cabeza y capitán es Cristo y su Vicario está al timón. En la barca permanecen a bordo los que le son fieles. Y se arrojan irresponsablemente al mar para ahogarse o ser comidos por los tiburones los que no obedecen al capitán y hacen su propia voluntad y capricho. Ya lo decía Jesús en el Evangelio. “El que no junta conmigo, desparrama”.

La Iglesia no es nuestra ni la hacemos nosotros. Somos de ella y a ella nos conformamos. Así es la convicción y el sentimiento en la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.

Pero en la dicha Iglesia Comunidad Pueblo de Dios al Servicio del Reino no es así. Qué triste, qué grave y qué doloroso es esto ¿Hasta cuándo habrá que soportarlo?


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