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miércoles, 1 de enero de 2014

Llamar a las cosas por su nombre…

Los isamitas hablan y hablan del “proyecto” de Jesús (cuando no del “sueño” de Jesús) y dale que dale con la palabra proyecto en todos sus escritos que firman pagolas, tamayos y/o boffs.

La palabra “proyecto” no es la más adecuada para materias religiosas. Un proyecto está a menudo asociado a una idea (ideología), a una empresa (lucro), a un cálculo (presupuesto), a una actividad (“hacer”, mucho más que “ser”). El cristianismo o la Iglesia -o el “reino”, como gustan también de decir los isamitas- poco tienen que ver con un proyecto. Es rebajar la Buena Nueva del Evangelio equipararla a un proyecto. Por otro lado, la palabra proyecto se presta bien para ser concebida tanto en un sistema socio-político neoliberal cuanto totalitario; aquí, los proyectos son sencillamente “decretos”.

Y entonces, ¿qué es el reino o qué es la Iglesia? Vamos a la Biblia:


En cuanto al reino: En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo llegaría el Reino de Dios, Jesús les respondió: El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: "Vedlo aquí o allá", porque el Reino de Dios ya está entre vosotros (Lucas 17, 20-25). Y en cuanto a la Iglesia: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos” (1 Corintios 12:13-14).

O sea que para un cristiano, unirse a Cristo por medio de la vida de gracia es el camino a seguir en comunión con los demás. En el cuerpo hay muchos miembros. Así se vive la fe y se profesa en Evangelio. “Camino”, por lo tanto, y no “proyecto”. Camino que Cristo recorrió en obediencia al Padre y con la fuerza del Espíritu. Esto, más que un proyecto, es un don que hay que acoger con humildad y piedad… y para nada con cronogramas, asambleas, “vigilias” o catarsis.

La conversión a que nos llama Jesús es un acto libre y personal, propio de individuos. Jesús hace un convite a cada uno, no a una masa impersonal. Los isamitas huyen de este mandato y se escudan en un supuesto “proyecto comunitario”. ¡Muy fácil es, por cierto, convertirse y mudar de vida “en comunidad” es decir… en el mundo de la luna! Lo que es seguro es que hay que negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguir a Jesús. Si evado esa responsabilidad personal, aunque cante loas a las organizaciones populares y al Dios de la vida, soy un impostor, no soy cristiano, mucho menos católico. Y ni qué digamos apostólico y romano.

Lo peor es que Isamis nos ilusionó alguna vez con su “proyecto” pero al mismo tiempo nos dice a todo momento que es una utopía (!?) A menuda pesadilla nos convidan.

Todas las reglas clásicas de santificación como lo son la oración, los sacramentos, los retiros espirituales, en fin, todo lo que es devoción popular, es para ellos ritualismo, sacramentalismo y paternalismo. Mandamiento es imposición, y obediencia es servilismo.

En realidad, el “proyecto” de Isamis consiste en revelarse contra lo que determina la autoridad, reivindicar siempre e inventar alguna novedad que sea más cómoda que la moral cristiana que pide austeridad y pureza. El “proyecto” de estas singulares personas se define por oposición: Nada de leyes, ni de dogmas, ni de rúbricas. Pero, ojo!, acojamos a chamanes de religiones ancestrales y a guerrilleros “idealistas”, y demos culto a la madre tierra, una neo-diosa tan arcaica como la serpiente del paraíso.

En estos días, estamos viendo en las lecturas de la Misa como María y José cumplieron con el Niño todo lo que prescribía los ritos de la sinagoga, no se ahorran nada para cumplir con detalle todo lo que la Ley manda, porque cumplir aquello que Dios quiere es signo de fidelidad, de amor a Dios. ¿Por qué no vale eso para nuestra provincia? ¿Cómo es que su proyecto puede realizarse al margen de la disciplina y de la jerarquía?

La explicación es sencilla: se trata de hacer aterrizar en nuestro suelo la revolución que armó Lucifer en el cielo antes de ser precipitado en el infierno.

Actualmente parecen estar de luna de miel con Francisco. Al inicio del su pontificado, estaban con un pie atrás, pero ahora dicen que van en lo onda de este papa. Pero si adhieren Vaticano ¿contra quién van a reivindicar, si su culto específico es la protestar contra la autoridad?

¡Que el 2014 nos traiga aires nuevos y límpidos! Peor que el petróleo contaminador que destruye la naturaleza y a los cuerpos, es el pecado de rebelión que además de ofender a Dios, pierde a las almas.

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