“La Navidad
nos ha llenado de luces por todas partes, las unas más sofisticadas que las
otras. Árboles, casas, vitrinas, supermercados, papanoeles… hasta el punto que
uno se pregunta qué es lo que queda de la primera Navidad. La sencillez, la
pobreza, el compartir, la solidaridad no caben en este sistema neoliberal
consumista y engañador”. Así comienza Pedro Pierre un artículo
pretendidamente navideño en El Telégrafo.
Esto es llorar con el ojo izquierdo e ignorar
que “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; habitaban tierras de
sombras, y una luz les brilló» (Is. 9,1). Navidad es luz, es esplendor. ¡Es el
inicio del Reino! Esa gran luz que brilló con el Divino Niño es mucho mayor que
la de los supermercados y papanoeles. Si el columnista Pedro Pierre no entendió
esto, pues puede abandonar su columna y dedicarse a otra cosa. Además, en Belén
brilló también la estrella misteriosa, brillaron los rostros de pastores y de
magos, brillaron, más que todo, los ojos enternecidos de María y de José.
Navidad y luz van juntas. Pero Pedro Pierre se indigna porque “la Navidad nos
ha llenado de luces por todas partes”. Esas luces deforman el sentido de la
Navidad, pero son aún un eco remoto que nos la recuerda. Al menos a los
católicos…
Por otro lado, el columnista Pedro Pierre no
concatena “la sencillez, la pobreza, el compartir, la solidaridad” que imagina,
con la majestad, la dignidad y la suprema elevación del misterio del nacimiento
de Dios que no es una cosa banal, ni filantrópica, ni reivindicativa social o
políticamente… ¡Es el mismo Dios que nace de María Inmaculada para redimir y
salvar a toda la humanidad!
Si es verdad que el “sistema neoliberal
consumista y engañador” no es compatible con la auténtica Navidad, tampoco lo
es el sistema socialista o comunista que son los modelos que entusiasman al
columnista Pedro Pierre.
Ahí están los países de este perfil sociopolítico
que persiguen a la Iglesia, prohíben el culto católico y martirizan a los
cristianos. Pero no solo los socialistas (en Venezuela, por ejemplo, el
gobierno cambió la fecha de la Navidad y sustituyó al Niño Dios por el difunto
Chávez); también en los países árabes y musulmanes que varias veces Pedro
Pierre ha ensalzado en su columna, se odia la luz navideña. Martirizan a los
cristianos, ponen bombas en iglesias, secuestran a monjas y aprisionan a
Obispos y sacerdotes. La lista es interminable: Irak, Arabia Saudí, Siria, Libia,
Afganistán, Somalia, Sudán, Irán, Yemen, Malí, Eritrea, Maldivas, Nigeria,
Etiopía, Egipto… En estos países no brilla la pseudo luz neoliberal consumista,
pero brilla la “luz” de regímenes fundamentalistas y autocráticos que gobiernan
en nombre de una religión cuya gloria es matar a los infieles. Y matan tanto los
gubernistas como los disidentes contestatarios; todos devotos de Allah. ¿No
sabe eso el columnista de El Telégrafo?
Para terminar, algo que nos toca más de
cerca. Gran parte de nuestros indígenas, en nuestra Amazonía, por ejemplo, permanecen
en el paganismo y tampoco conocen el misterio grandioso de la encarnación y
nacimiento de Dios. Pero eso no preocupa en lo más mínimo a Pedro Pierre… que
nos dice ser sacerdote católico (?). Él adora otros dioses, admira otros cultos
y practica otras religiones. No hace causa común con los misioneros y los
evangelizadores que trabajan para la conversión de ateos, paganos y de personas
que siguen religiones falsas, para las cuales no brilló aún la luz.
Es que para él en Belén no brilló la luz. Su
dios no es el Príncipe de la Paz e Hijo de David sino un che Guevara desgreñado
y guerrillero, un palestino terrorista y suicida que se explota en un coche
bomba, o un chamán taciturno que está animado por espíritus malignos.
¡Gloria a Dios en las alturas y paz a los
hombres de buena voluntad!
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