Mientras el país caribeño y el pueblo venezolano se derrumba en medio de las protestas y el descontento por el desabastecimiento, la violencia, la militarización y la censura a los medios de prensa, el presidente Maduro se solidariza con el futbolista brasileño Neymar que tuvo un pequeño accidente irrelevante, se dispone a encontrarse con el castro-drogadicto Maradona que le ofrece sus servicios, y se apresura a felicitar a Argentina por su victoria sobre Bélgica…
En Venezuela lo único que crece es la pobreza, y se ha llegado a un tal grado de totalitarismo que ni pan ni circo. En los peores tiempos del imperio romano había qué comer y con qué entretenerse. En el socialismo bolivariano, tan del gusto de isamis, ni eso. Es una utopía en la que solo levanta cabeza el tiranuelo megalomaniático bajo la inspiración del “pajarito chiquitico”.
Cada vez menos comida, más presos y más militares. Ni el petróleo les salva. Las cosas ya no huelen a maduro, huelen a podrido.
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