No me duele la Iglesia, al contrario: me conforta, me alegra, me encanta… ¡es mi madre! ¿Qué más decir?
No la juzgo, ni la critico, ni la quiero diferente: ella es santa y bella como una novia sin manchas ni arrugas (Ef. 5, 27), plena de esplendor y de bellezas.
Y solo me duele tener un corazón duro que no se enternece ante su amor y que le ofende con sus reclamos, como lo hacen ciertos hijos rebeldes con sus madres. Al final de su vida suelen arrepentirse de sus desvíos y piden perdón, aunque el mal queda hecho.
Ese arrepentimiento le deseamos a Alfonso Llano Escobar SJ (que por cierto está llegando a su fin), a un tal Boya y a los adláteres de Isamis2012
La Iglesia me llena de gozo.
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