Lo “bueno” de Pedro Pierre es que, al menos, siempre
dice lo mismo; en sus artículos jamás se encontrará una originalidad, una
novedad, una riqueza. El veneno y la estupidez de siempre, especialmente en lo
que se refiere a la crítica permanente a nuestra Iglesia por los tesoros de su religiosidad
popular, su ministerio sacerdotal, sus sacramentos, su Misa…
A cambio de lo que es la Iglesia santa en la
que nos bautizamos la inmensa mayoría de los ecuatorianos y de la que somos
piedras vivas, aunque imperfectas, nos propone, como buen isamita, un supuesto “Dios
de la Vida” (?) (como si nuestro Dios, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob,
fuese un dios de muertos); un “Reino” que no define pero que se intuye que es
algo así como una especie de Unión Soviética con su secuela de Gulags. También
su “iglesia” solo exalta a “los pobres”, como si apenas ellos fuesen dignos de
atención, con el agravante de discriminar a las personas por el tamaño del
bolsillo o de los bienes materiales. (Porque no se trata de pobreza de
espíritu, la que es evocada por Jesús en el sermón de la montaña)
¡Trasnochadas ideas marxistas sobreviven en
la mente de este articulista!
¡Cuánta arbitrariedad e irrespeto al exaltar
la figura de un ateo para denigrar la de los creyentes que, precisamente por
falta de formación y del mal ejemplo de sacerdotes como PPP, a veces no
celebran la Navidad como se debe. El hijo fiel de Noé cubrió su desnudez y no
se burló de él como el hijo maldito… PPP se mofa de la Iglesia. Para estos
marxistas la Biblia vele menos que El Capital.
¡Este deshonesto columnista pone en la boca
de un supuesto ateo lo que él mismo piensa y no se atreve de confesarlo abiertamente!
El desprecio al sacerdocio “de los varones”
(¿quiere que su querida reciba el ministerio del Orden? (Así lo pretenden
centenas de sacerdotes “casados”, en rebeldía con la disciplina de la Iglesia);
desprecio a la “obediencia ciega a normas de siglos antepasados”… (La
obediencia es plena o no es obediencia. A no ser que nos proponga la
“obediencia” isamítica que es, pura y simplemente, rebelión).
Junto con su amigo ateo, PPP “No puede creer
en una iglesia que pregone estas cosas en tiempos como hoy”. Pero si, precisamente,
la Iglesia va a contracorriente, lo dice muy seguido el Papa Francisco:
paganismo, guerras, olvido de Dios. PPP quiere componendas con el mundo… y así
le va. Le interesa el calentamiento global pero no la salvación eterna.
PPP dice que “Jesús tiene otros rostros”, otros…
¿en relación a qué?. Algo nos aclara cuando dice: “…como los que manifiesta el
papa Francisco: cercana, sencilla, acogedora, pobre y defensora de los
pobres…”. ¿Y los 265 papas anteriores a Francisco eran lejanos, complicados,
antipáticos, ricos y contrarios a los pobres??? Eso es una injuria a tantísimos
santos, beatos, mártires, héroes y pastores que gobernaron la iglesia desde San
Pedro hasta nuestros días. Pero para PPP solo cuenta la iglesia después del
Concilio Vaticano II interpretado por él, cuentan “los 40 años de América
Latina”, para no decir los 40 años de isamis en Sucumbíos…
Qué penoso que un sacerdote como PPP oponga los
descubrimientos científicos a la Biblia (con desprecio evidente hacia ésta
última) y también desprecio a la Misa, al Rosario, a las novenas, a los
sacerdotes, a la devoción popular, a los sacramentos, a la gente ecuatoriana.
Sumando y restando, entre PPP y un supuesto
ateo, nos quedamos con el ateo que vale más que el pretendido “creyente”…
En realidad, al título de su artículo bien
podría haberle sacado las comillas y poner su firma sin más. Lo que pasa es que
él cree en Dios, lo odia y lo combate. ¿La prueba? Su estúpido, deshonesto y
venenoso artículo.
Veamos lo que dice el artículo citado:
Pedro Pierre
Eso me dijo el otro día un amigo, refiriéndose a
las costumbres religiosas de la Navidad. “¿Y en qué cree?”, le pregunté. “Yo
creo en la organización, en la lucha, en la fuerza de la vida y de la
fraternidad”. -“Yo también”, le contesté. Y nos pusimos a conversar.
Mi amigo no creía en esas manifestaciones de la
religiosidad popular que se parecían más, para él, a la magia, veía en ellas un
negocio con Dios: ‘Yo hago eso por ti y tú tienes que hacerme este milagro’. No
entendía en un dios que interviniera en la vida personal y los acontecimientos
locales, nacionales e internacionales como si lo tuviera todo controlado bajo
su poder omnipotente. No aceptaba unas instituciones eclesiales de puros
varones, con obediencia ciega a normas de siglos antepasados que no permiten ni
derechos ni participación en decisiones que conciernen a todos. No comprendía
por qué la mujer era tan marginada ni en nombre de qué se le prohibía ser
sacerdotisa… “No puedo creer en una iglesia que pregone estas cosas en tiempos
como hoy”, concluyó.
Y seguimos conversando. Le dije que no creía en un
dios fuera de nosotros, pero sí más grande que nosotros y muy respetuoso de
nuestra libertad, de nuestros errores y de nuestra creatividad. No me interesaba
una institución eclesial patriarcal y piramidal y que la Iglesia de Jesús tenía
otros rostros, como los que manifiesta el papa Francisco: cercana, sencilla,
acogedora, pobre y defensora de los pobres… Y que aquí en América Latina, hace
40 años, había integrado esta Iglesia de los Pobres como uno más, al servicio
de la solidaridad, del compartir, de hacer mías las causas de los pobres y de
tomar sus criterios de análisis y de fe como norma de mi conducta…
Luego a solas, pensé que de hecho prefería esta clase
de no creyentes honestos, serviciales, transparentes, organizados, solidarios,
a los que sí se dicen cristianos, pero que negocian la salvación de su alma a
cambio de rosarios y misas, que interpretan la Palabra de Dios tal como está
escrita en la Biblia sin relacionarla con los descubrimientos científicos
modernos, que hacen del sacerdote una persona sagrada, la más cercana a Dios, y
lo desposeen de su humanidad, que le rezan oraciones y novenas a los santos
sobándoles las piernas y dando buenas limosnas para atraer sus favores
interesados… pero que no son capaces de compartir un pan, una sonrisa y la mano
con aquel que la está pasando mal, ni de solidarizarse con las y los que luchan
organizadamente para la vigencia de sus derechos y el respeto de sus anhelos.
Gracias, amigas y
amigos no creyentes y de la Iglesia de los Pobres, que me enseñaron otro dios:
el Dios de la Vida, otro Jesús: el Jesús del Reino, otro querer: el querer de
los pobres. Por eso decía Jesús a los ‘condenados’ por las autoridades religiosas:
“No están lejos del Reino de Dios”. La religiosidad popular, los sacramentos,
los sacerdotes, la Iglesia vienen después para tomar sentido como celebración
de este Dios de la Vida, del Reino y de los pobres. (O)
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