La muerte es implacable. Ella llega tarde o temprano.
Parece ser ella el medio por el cual la providencia nos va librando de los “teólogos” libertarios, pródigos en compromisos políticos e ideológicos, que tanta confusión han causado entre los fieles y tanto daño han hecho a la comunidad.
Gracias a Dios, los cuadros no se renuevan, de manera que es una cuestión de cálculo cronológico: dentro de algunos años, la teología de la liberación estará muerta y enterrada.
Recemos, pues, por el alma del Padre Fernando Cardenal, jesuita nicaragüense, ex ministro sandinista (suspendido como sacerdote por San Juan Pablo II y, posteriormente, rehabilitado). También recemos por la conversión de su hermano, el ex sacerdote, marxista e igualmente “teólogo” y poeta, Ernesto, que carga 80 años sobre sus espaldas y está al borde de la tumba.
La oración cuenta mucho y es una obra de misericordia. Pero parece que el Padre superior jesuita nicaragüense Zubizarreta que ofició la Misa de responso, ya considera que el padre Cardenal está gozando de la visión de Dios: “Ya ganó la batalla, ya está en la presencia del Señor, gozando del abrazo del Padre Eterno”, dijo durante la Misa de cuerpo presente.
Salvo mejor opinión de un teólogo (verdadero), la Misa de Responso es la última oración que la liturgia de la Iglesia celebra, pidiendo por el descanso del alma del que ha muerto. ¿Para qué el P. Zubizarreta celebra una Misa por un difunto del que afirma, en la propia Misa, que ya está en la gloria???
Cuando el P. Jesús Arroyo falleció, también lo canonizaron enseguida… pero celebraron Misas por su eterno descanso.
Son las contradicciones isamíticas que imaginan ser hijas del Concilio Vaticano II y de la Conferencia de Medellín, pero que en realidad salen de una caja de Pandora venida no de la mitología griega, sino de la “espiritualidad” de los carmelitas de Burgos y de sus seguidores de Puerto Libre…
Uno se pregunta: ¿Creen en la Misa? ¿Creen en el cielo?... ¿creen en el infierno?
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