Desde
sus cargos públicos son la llave para acceder a los favores del régimen
Nicolás Maduro y
Cilia Flores tienen
cuatro hijos. «Nicolasito» –hijo del presidente con su exmujer Adriana Guerra
Angulo– y Walter Jacob, Yoswal y Yosser, los tres hijos de Cilia Flores con su
exmarido Walter Ramón Gavidia Rodríguez. La caraqueña Cilia Flores es una
abogada nacida en un hogar humilde de cinco hermanos. Fuentes de la oposición
aseguran que, antes de convertirse en primera dama en el año 2013, y siendo
presidenta de la Asamblea Nacional en 2008, «enchufó» a cuarenta y siete familiares y
allegados en
la Administración pública, desoyendo las críticas contra este descarado
nepotismo. Una práctica que, además de ser éticamente reprobable, está
prohibida por las leyes venezolanas.
De los cuatro
vástagos presidenciales destacan los dos mayores que ocupan los
mejores cargos de la administración pública y manejan presupuestos
jugosos: «Nicolasito» Maduro Guerra y Walter Jacob Gavidia Flores.
Tanto «Nicolasito» como Walter son los
hijos consentidos de papá y mamá. Son la envidia de los ricos herederos de la
burguesía chavista. Ambos compiten por exhibir la mayor fortuna entre los
«boliburgueses (burgueses bolivarianos)». Son codiciados y disputados por
aspirantes a conseguir una contrata pública, una recomendación o un favor
oficial.
«Nicolasito» Maduro es el jefe
de la Villa del Cine bolivariana. También fue designado inspector de las
empresas expropiadas por el gobierno. Su padre le otorgó el título de
«economista social» de la Universidad Nacional de las Fuerzas Armadas (UNEFA).
Ha protagonizado una meteórica carrera. A «Nicolasito» le encanta la «dolce
vita», cantar karaoke y bailar bajo una lluvia de dólares. A «Nicolasito»Maduro
le grabaron un vídeo en el Club Sirio en el que se le ve cómo ejecuta varios
pasos de baile mientras unos contratistas árabes le arrojan una lluvia de
billetes. De ahí lo de su danza del dólar.
En
el avión presidencial También
le fascinan los viajes al extranjero, en los que por cierto intenta gastar lo
menos posible de su bolsillo. Siempre se reserva el segundo asiento del avión
presidencial para no perderse ninguna gira internacional de su padre.
Walter Jacob
Gavidia Flores, hijo mayor de la también denominada «primera combatiente»,
Cilia Flores, preside la fundación «Pro-Patria 2000», organización
responsable de la construcción del complejo urbanístico de la Gran Misión
Vivienda Venezuela en los terrenos expropiados a Empresas Polar (una de las
principales empresas de alimentación y bebidas del país) el pasado 29 de julio.
El año pasado
Walter Gavidia Flores manejó un presupuesto de 4.000 millones de bolívares (634
millones de dólares al cambio oficial de 6,30). Entre las obras más vistosas
que contrató se encuentra La Flor de los Cuatro Elementos, complejo monumental
que decora el sarcófago que guarda los restos mortales de Hugo Chávez en su
mausoleo del Cuartel de la Montaña. Y para que no le falten cargos, Walter Jacob Gavidia también
es juez de primera instancia de Caracas para casos penales.
Cilia Flores,
esposa del presidente, la mujer más poderosa de Venezuela y
quien maneja algunos de los hilos más sutiles del poder en Venezuela, también
ha sido generosa a la hora de repartir cargos con su exmarido Walter
Gavidia Rodríguez, el padre de sus tres hijos, a quien le asignó la
dirección de la fundación Misión Negra Hipólita con un jugoso presupuesto.
Algunos medios opositores acusan al ex de Cilia Flores de haber estado en
contacto con los denominados «grupos de exterminio», bandas organizadas para la
ejecución extrajudicial de presuntos delincuentes. Walter Gavidia tiene una
turbia fama de personaje violento y autoritario. Un vídeo en Youtube lo muestra
agrediendo y amenazando a un grupo de trabajadores adscritos a un programa
social.
En una de las escasas entrevistas que
ha dado a la prensa nacional, Cilia Flores afirmó que se había separado de su
primer marido porque no estaba dispuesta a aceptar ningún tipo de violencia de
género.
Cursos
de inglés en el Caribe La
primera dama ha suspendido su programa dominical «Con Cilia en Familia» que
transmitía por la cadena pública Venezolana de Televisión sin explicar las
razones de esta decisión. Maduro anunció que su mujer, diez años mayor que él,
se iba de viaje para hacer un cursillo de inglés en las caribeñas islas de Las
Granadinas, a las que el líder bolivariano ha donado decenas de casas y una
planta de electricidad.
Y sin embargo todos
estos escándalos parecen menores ante la noticia conocida ayer de que dos
sobrinos de Cilia Flores habían sido detenidos por EE.UU. en Haití acusados de
narcotráfico en Haití. Es la primera vez que su privilegiada prole deja en tan
mal lugar a la pareja presidencial. El gobierno no ha explicado por qué
ambos jóvenes portaban pasaportes diplomáticos. Pero el líder opositor
Henrique Capriles ya se ha apresurado a exigir una aclaración. Maduro no
desmintió los nexos familiares de los dos detenidos pero fiel a su estilo, como
si el escándalo no fuera con él respondió que «la Patria seguirá su Camino».
Y los isamitas proponen el modelo popular y
bolivariano de Venezuela como democracia ideal-utópica…
Pero Venezuela se va al tacho, como se fue
al tacho “Isamis”. Ni la familia Maduro, ni la familia
Carmelo-diocesano-isamítica (todos cocaineros) lo reconocen.
En Caracas y en Lago Agrio la tierra
tiembla.
Maduro dice que sufre “acoso permanente” de
los EEUU. Lo mismo han dicho los isamitas al querer pasar por víctimas del
Vaticano.
Pero el tiempo va poniendo las cosas en su
lugar.
El proceso que comenzó en 2010 desestabilizó
las cosas y posibilitó nuevos caminos para la fe, los sacramentos y el mismo
progreso social.
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