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viernes, 12 de mayo de 2017

Nuestra riqueza es la fe católica

El país está políticamente dividido. Y probablemente Sucumbíos sea la provincia más representativa del conjunto del Ecuador: 50,49 para un candidato; 49, 51 para el otro.

Políticamente, Sucumbíos está dividido. Pero es interesante hacer notar que entre las provincias del oriente Sucumbíos es la excepción; en todas las otras ganó Lasso.

Lo que une a los sucumbienses dentro de la provincia y con el resto del país, no es la política sino la religión. ¿Qué religión? La religión Católica, la de la Iglesia fundada por Jesucristo, el Hijo de María, hace dos mil años.

En vano se tentó durante cuatro décadas implantar aquí una nueva religión: isamis. Ese intento no dio resultado, aunque la fe se debilitó notablemente… y eso acabó influyendo hasta en la opción política.

Pero es indudable que la ideología isamita fue un fenómeno de superficie, a tal punto que las mismas sectas evangélicas han tenido más suerte que isamis en recaudar adeptos. Inclusive entre los indígenas (los supuestos beneficiados de la pastoral isamita) que en su mayoría se inclinaron al protestantismo… por obra y arte de carmelitas, teresas, anas, consolatos, lauritas y afines. ¡Qué tristeza!

Desde el cielo, Teresa de Jesús, Enrique de Ossó, María Ráfols, José Alamano o Laura Vicuña trabajaron intercediendo para el fracaso de esa pretendida “evangelización”.

La llamada “pastoral indígena” fue un engaño que nos vendió la administración carmelita de Mons. Gonzalo. El intento principal de esta “pastoral” era la de tratar de salvar de la muerte a los ritos paganos ancestrales como el culto a la Pachamama y cosas del género, lo que consiguieron… a medias.

El resultado es que el Evangelio de Jesucristo no fue predicado en su autenticidad y las semillas del reino no dieron flor ni fruto. Una vez más, ¡Qué tristeza!

A pesar de todo esto, la religión católica es mayoría y sobrevive invicta en Sucumbíos. La devoción a la Virgen y el respeto por la Iglesia y sus ministros es una muestra de esa presencia.

Además de los desvíos pastorales de las congregaciones infieles a su carisma fundacional, ha habido por parte de los sacerdotes y monjas, religiosos/as o diocesanos, compromisos políticos partidarios que han quitado prestigio a la Iglesia, tanto a nivel parroquial, provincial o nacional.

Otro punto sensible: la cordialidad mal disfrazada de los isamitas con guerrilleros colombianos. Eso dejó con un pie atrás a nuestra gente que no es manipulable como imaginaron los “misioneros” importados o nacionales que tuvimos… y aún tenemos.

Pero esos desvíos han servido también para abrir los ojos de la gente del oriente que ha visto la coherencia de esas posturas con el descuido en la administración de los sacramentos y en la presentación de los ministros de Dios que fueron abandonando los hábitos y las costumbres respetables. Siendo así, felizmente dejaron de atraer al pueblo fiel.

Al fin y al cabo, la intuición de nuestro pueblo inteligente ayudado por la gracia de Dios, salvó la presencia católica en la provincia que se mantiene unida al resto del país en la profesión de una misma fe.

La fe católica, esa es nuestra riqueza. No es, como quieren convencernos los isamitas, la variedad de culturas originarias, ni la ecología o el petróleo. Nuestra riqueza es la fe en la que fuimos bautizados, aunque haya sido a cambio de unos dólares y de “trabajo forzado” llamado “social”. En esa fe deseamos morir para resucitar para la vida eterna y encontrarnos en el cielo con tantos misioneros, héroes y mártires, que nos predicaron en Evangelio. A ellos, eterna gratitud.

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