El país está políticamente dividido. Y
probablemente Sucumbíos sea la provincia más representativa del conjunto del
Ecuador: 50,49 para un candidato; 49, 51 para el otro.
Políticamente, Sucumbíos está dividido. Pero
es interesante hacer notar que entre las provincias del oriente Sucumbíos es la
excepción; en todas las otras ganó Lasso.
Lo que une a los sucumbienses dentro de la
provincia y con el resto del país, no es la política sino la religión. ¿Qué
religión? La religión Católica, la de la Iglesia fundada por Jesucristo, el
Hijo de María, hace dos mil años.
En vano se tentó durante cuatro décadas
implantar aquí una nueva religión: isamis. Ese intento no dio resultado, aunque
la fe se debilitó notablemente… y eso acabó influyendo hasta en la opción
política.
Pero es indudable que la ideología isamita
fue un fenómeno de superficie, a tal punto que las mismas sectas evangélicas
han tenido más suerte que isamis en recaudar adeptos. Inclusive entre los
indígenas (los supuestos beneficiados de la pastoral isamita) que en su mayoría
se inclinaron al protestantismo… por obra y arte de carmelitas, teresas, anas,
consolatos, lauritas y afines. ¡Qué tristeza!
Desde el cielo, Teresa de Jesús, Enrique de
Ossó, María Ráfols, José Alamano o Laura Vicuña trabajaron intercediendo para
el fracaso de esa pretendida “evangelización”.
La llamada “pastoral indígena” fue un engaño
que nos vendió la administración carmelita de Mons. Gonzalo. El intento
principal de esta “pastoral” era la de tratar de salvar de la muerte a los
ritos paganos ancestrales como el culto a la Pachamama y cosas del género, lo
que consiguieron… a medias.
El resultado es que el Evangelio de
Jesucristo no fue predicado en su autenticidad y las semillas del reino no dieron
flor ni fruto. Una vez más, ¡Qué tristeza!
A pesar de todo esto, la religión católica es
mayoría y sobrevive invicta en Sucumbíos. La devoción a la Virgen y el respeto
por la Iglesia y sus ministros es una muestra de esa presencia.
Además de los desvíos pastorales de las
congregaciones infieles a su carisma fundacional, ha habido por parte de los
sacerdotes y monjas, religiosos/as o diocesanos, compromisos políticos
partidarios que han quitado prestigio a la Iglesia, tanto a nivel parroquial,
provincial o nacional.
Otro punto sensible: la cordialidad mal disfrazada
de los isamitas con guerrilleros colombianos. Eso dejó con un pie atrás a
nuestra gente que no es manipulable como imaginaron los “misioneros” importados
o nacionales que tuvimos… y aún tenemos.
Pero esos desvíos han servido también para
abrir los ojos de la gente del oriente que ha visto la coherencia de esas
posturas con el descuido en la administración de los sacramentos y en la
presentación de los ministros de Dios que fueron abandonando los hábitos y las costumbres
respetables. Siendo así, felizmente dejaron de atraer al pueblo fiel.
Al fin y al cabo, la intuición de nuestro
pueblo inteligente ayudado por la gracia de Dios, salvó la presencia católica
en la provincia que se mantiene unida al resto del país en la profesión de una
misma fe.
La fe católica, esa es nuestra riqueza. No
es, como quieren convencernos los isamitas, la variedad de culturas
originarias, ni la ecología o el petróleo. Nuestra riqueza es la fe en la que
fuimos bautizados, aunque haya sido a cambio de unos dólares y de “trabajo
forzado” llamado “social”. En esa fe deseamos morir para resucitar para la vida
eterna y encontrarnos en el cielo con tantos misioneros, héroes y mártires, que
nos predicaron en Evangelio. A ellos, eterna gratitud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario