El
Papa Francisco en la audiencia general de este miércoles (Foto Petrik Bohumil /
ACI Prensa)
VATICANO, 26 Nov. 14 / 09:43 am (ACI).- En su catequesis de este miércoles en la habitual audiencia general, el Papa Francisco explicó qué es el Cielo, el destino final después de la muerte hacia el cual camina toda la Iglesia.
Al día siguiente de su visita a los organismos oficiales de la Unión Europea en la ciudad francesa de Estrasburgo, el Pontífice resaltó que la “Iglesia que peregrina hacia el cielo”.
“Al presentar la Iglesia a los hombres de nuestro tiempo, el Concilio Vaticano II tenía bien presente un verdad fundamental, que no hay que olvidar jamás: la Iglesia no es una realidad estática, detenida, con fin en sí misma, sino que está continuamente en camino en la historia, hacia la meta última y maravillosa que es el Reino de los cielos, del cual la Iglesia en la tierra es el germen y el inicio”, indicó.
Sobre el fin de los tiempo es, el Papa dijo que “la Constitución conciliar Gaudium et spes (del Concilio Vaticano II), de frente a estos interrogantes que resuenan desde siempre en el corazón del hombre, afirma: ‘Ignoramos el tiempo en que se hará la consumación de la tierra y de la humanidad. Tampoco conocemos de qué manera se transformará el universo. La figura de este mundo, deformada por el pecado, pasa, pero Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la justicia y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano’”.
Para el Pontífice, la meta a la que aspira la Iglesia es la “Jerusalén nueva”, el “Paraíso” o el Cielo, como comúnmente se le conoce. Pero “más que de un lugar, se trata de un ‘estado’ del alma, en el cual nuestras expectativas más profundas serán cumplidas de manera superabundante y nuestro ser, como criaturas y como hijos de Dios, alcanzará la plena maduración”.
El Papa dijo luego que “es bello pensar en el cielo”, que “todos nos encontraremos allí”. Esto “da ¡fuerza al alma!”, exclamó.
En relación a esta idea, es también “bello” percibir “cómo hay una continuidad y una comunión de fondo entre la Iglesia que está en el cielo y aquella todavía en camino sobre la tierra”, porque, además, “aquellos que ya viven en la presencia de Dios, de hecho, nos pueden sostener e interceder por nosotros, rezar por nosotros”.
El Santo Padre dijo además que los cristianos también están invitados desde la tierra a “ofrecer buenas acciones, oraciones y la Eucaristía” para “aliviar las tribulaciones de las almas que todavía están esperando la beatitud sin fin”.
“El universo será renovado y liberado de una vez para siempre de todos los rastros del mal y de la misma muerte”, lo que “es llevar cada cosa a su plenitud de ser, de verdad, de belleza”.
Qué
interesante. Nunca se nos dijo esto en Isamis, no se nos hablaba del cielo, de
la Jerusalén nueva, del Paraíso…
Ellos
nos hablaban de un “reino”, de un estado no definido (temporal? espiritual?).
Sus
“vigilias”, “asambleas”, “marchas”,
“mingas” y cosas de esas, eran actos reivindicativos donde la piedad y lo
sobrenatural estaba ausente y donde reinaba el amor propio… propio del “reino”
que nos quieren implantar: un reino humano, pagano, lejos del ideal cristiano y
evangélico.
“Realidad
fundamental”, dice el Papa: para la Iglesia, “la meta última y maravillosa es
el Reino de los Cielos”.
Francisco
llama a esta verdad “realidad fundamental”. Isamis llama a su indefinido reino
(con minúscula) de “utopía”.
Nos
hablaban de los pobres sin cesar. Y no nos enriquecían con la fe verdadera y la
apetencia del cielo.
“Es
bello pensar en el cielo”. “Da fuerza al alma”. Francisco nos habla también de
la necesidad de la oración, de la Eucaristía, de rezar por las almas del
Purgatorio… ¡Es otro lenguaje! ¡Es otra religión!
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