Hace cinco años tuvo lugar la Conferencia de Obispos en Aparecida. Toda la Iglesia latinoamericana incorporó sus enseñanzas. Pero en Sucumbíos nos hemos enterado de la cosa… todo al revés.
En Isamis hablaban de Aparecida. Pero es una “Aparecida” a su manera, reinterpretada, no la del Documento Oficial definitivo, ni mucho menos la que el Papa orientó en el mensaje inaugural que dio en el santuario de Aparecida aquel 13 de mayo de 2007.
Dijo Benedicto XVI en la inauguración de Aparecida: “En efecto, el anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña”. Y en Isamis se nos decía que hay que resucitar las culturas indígenas y que el cristianismo fue algo traído de Europa e impuesto arbitrariamente.
Dijo Benedicto XVI en la inauguración de Aparecida: “La utopía de volver a dar vida a las religiones precolombinas, separándolas de Cristo y de la Iglesia universal, no sería un progreso, sino un retroceso. En realidad sería una involución hacia un momento histórico anclado en el pasado”. Y en Isamis se nos hablaba contantemente de esa y de otras utopías, y se ponía como modelo a los habitantes ancestrales de la Amazonía al margen de la luz de la fe.
Dijo Benedicto XVI en la inauguración de Aparecida: “En las Comunidades eclesiales de América Latina es notable la madurez en la fe de muchos laicos y laicas activos y entregados al Señor, junto con la presencia de muchos abnegados catequistas, de tantos jóvenes, de nuevos movimientos eclesiales y de recientes Institutos de vida consagrada. Se demuestran fundamentales muchas obras católicas educativas, asistenciales y hospitalarias. Se percibe, sin embargo, un cierto debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto de la sociedad y de la propia pertenencia a la Iglesia católica debido al secularismo, al hedonismo, al indiferentismo y al proselitismo de numerosas sectas, de religiones animistas y de nuevas expresiones seudorreligiosas”. Y en Isamis se especificaba que las comunidades eclesiales son las “de base” (y no la cantidad de otras comunidades cristianas que existen). En todo caso, ni las “de base” ni las otras, son la panacea que nos decían, pues su fe está debilitada por el secularismo, la indiferencia y la influencia de otras religiones.
Dijo Benedicto XVI en la inauguración de Aparecida: “Convendrá por tanto intensificar la catequesis y la formación en la fe, tanto de los niños como de los jóvenes y adultos. La reflexión madura de la fe es luz para el camino de la vida y fuerza para ser testigos de Cristo. Para ello se dispone de instrumentos muy valiosos como son el Catecismo de la Iglesia católica y su versión más breve, el Compendio del Catecismo de la Iglesia católica”. Y en Isamis se promocionaba la labor social y no la catequesis, se desconoció el Catecismo de la Iglesia Católica y el Compendio. Conocimos, en cambio, un extraño catecismo isamita llamado “Iglesia comunidad ministerial al servicio del reino” (?)
Dijo Benedicto XVI en la inauguración de Aparecida: “De aquí la necesidad de dar prioridad, en los programas pastorales, a la valorización de la misa dominical. Hemos de motivar a los cristianos para que participen en ella activamente y, si es posible, mejor con la familia. La asistencia de los padres con sus hijos a la celebración eucarística dominical es una pedagogía eficaz para comunicar la fe y un estrecho vínculo que mantiene la unidad entre ellos. El domingo ha significado, a lo largo de la vida de la Iglesia, el momento privilegiado del encuentro de las comunidades con el Señor resucitado. (…) ¡Sólo de la Eucaristía brotará la civilización del amor, que transformará Latinoamérica y El Caribe para que, además de ser el continente de la esperanza, sea también el continente del amor!”. Y en Isamis no se valoró la Eucaristía, ni la Misa dominical, ni los sacramentos. Se los combatió. Y se criticó a los heraldos, carismáticos y otros sacerdotes católicos por propiciar Misas y sacramentos.
Dijo Benedicto XVI en la inauguración de Aparecida: “Este trabajo político no es competencia inmediata de la Iglesia. El respeto de una sana laicidad –incluso con la pluralidad de las posiciones políticas– es esencial en la tradición cristiana. Si la Iglesia comenzara a transformarse directamente en sujeto político, no haría más por los pobres y por la justicia, sino que haría menos, porque perdería su independencia y su autoridad moral, identificándose con una única vía política y con posiciones parciales opinables”. Y en Isamis se propiciaba el compromiso político, las marchas y las luchas de tendencia partidaria. Se apoyaron en el partido gobernante para librarse de los heraldos, y se aprovecharon de la Radio Sucumbíos (radio diocesana) para proyectarse a cargos y puestos políticos.
Dijo Benedicto XVI en la inauguración de Aparecida: “La familia, “patrimonio de la humanidad”, constituye uno de los tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos”. Y en Isamis no se nos hablaba de familia, de uniones matrimoniales, de los peligros del aborto o de la infidelidad. Además, se nos ponían trabas para bautizar a nuestros niños. La familia estaba a la deriva.
Dijo benedicto XVI en la inauguración de Aparecida: “Los primeros promotores del discipulado y de la misión son aquellos que han sido llamados “para estar con Jesús y ser enviados a predicar” (cf. Mc 3, 14), es decir, los sacerdotes.
Para cumplir su elevada tarea, el sacerdote debe tener una sólida estructura espiritual y vivir toda su vida animado por la fe, la esperanza y la caridad. Debe ser, como Jesús, un hombre que busque, a través de la oración, el rostro y la voluntad de Dios, y que cuide también su preparación cultural e intelectual”. Y en Isamis nos dijeron que la Iglesia era laical y no ministerial ni clerical, y los pocos sacerdotes que teníamos, actuaban y trabajaban como cualquier laico, sin ninguna piedad y con escasa o nula preparación cultural o intelectual.
Dijo Benedicto XVI en la inauguración de Aparecida a los religiosos y religiosas: “Os invito a todos a colaborar siempre con los obispos, trabajando unidos a ellos, que son los responsables de la pastoral. Os exhorto también a la obediencia sincera a la autoridad de la Iglesia. Tened como único objetivo la santidad, de acuerdo con las enseñanzas de vuestros fundadores”. Y en Isamis los religiosos y religiosas contestaban a los Obispos, no brillaban por la obediencia, la santidad y el seguimiento de sus fundadores. Todo lo contrario.
Dijo Benedicto XVI en la inauguración de Aparecida a los laicos: “Deben sentirse corresponsables en la edificación de la sociedad según los criterios del Evangelio, con entusiasmo y audacia, en comunión con sus pastores”. Y en Isamis se decía que los laicos eran responsables y dirigentes (y no corresponsables). Eso de “la comunión con los pastores” funcionaba solo con el Obispo Gonzalo López Marañón y con ningún otro, aunque sea Arzobispo, Nuncio, Cardenal, Papa, o tan solo Administrador apostólico…
Dijo Benedicto XVI en la inauguración de aparecida: “Muchos de vosotros pertenecéis a movimientos eclesiales, en los que podemos ver signos de la multiforme presencia y acción santificadora del Espíritu Santo en la Iglesia y en la sociedad actual. Estáis llamados a llevar al mundo el testimonio de Jesucristo y a ser fermento del amor de Dios en la sociedad”. Y en Isamis se combatió a los movimientos, pues solo valoraban a isamitas y coim. Porque todo lo demás rebasaba la particularidad de ellos y se encajaba en la Iglesia Católica que es universal.
Entonces, a propósito de la tan citada Aparecida: ¿”Discípulos y misioneros de Jesucristo”? o “Discípulos y misioneros de Gonzalo López Marañón o de Jesús… (Arroyo, no el de Nazareth)”?
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