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martes, 22 de mayo de 2012

Un texto que no será muy del gusto de Isamis

Hablar de “nueva evangelización” presupone una primera evangelización, lo que “implica en la práctica –escribieron los Obispos latinoamericanos en el documento de Puebla, n° 457- reanudar un diálogo pedagógico, a partir de los últimos eslabones que los evangelizadores de antaño dejaron en el corazón de nuestro pueblo”.

Ello requiere desechar aquellas posiciones ideológicas que afirman, contra toda evidencia, que nuestros pueblos no están aún evangelizados. La “leyenda negra” sobre la evangelización americana, periódicamente reactualizada, la ha considerado mero barniz ideológico del “oscurantismo” español, destinado a cubrir y justificar la opresión de los indígenas, después retomada por la vulgata marxista sobre el opio de los pueblos.

Similar actitud era la de los liberales europeizados que oponían la “civilización” a la “barbarie”. Hoy día (…) no faltan los “pastoralistas” que repiten, con soberbia secularizante, que nuestros pueblos han sido sacramentalizados pero no evangelizados. Son paradigmas ideológicos que se sustituyen a una mirada seria y verdadera sobre la realidad, y que ofenden a nuestros pueblos.

Tiene razón Benedicto XVI cuando señala en Aparecida, el 13 de mayo de 2007, que el patrimonio más precioso de américa Latina es el don providencial de la tradición católica que ha gestado a sus pueblos y que “ha animado su vida y cultura (…) durante más de cinco siglos”. “Este es el rico tesoro del continente americano –decía el Papa en esa oportunidad- este es su patrimonio más valioso: la fe en Dios amor que reveló su rostro en Jesucristo (…). No es una ideología política, ni un movimiento social, como tampoco un sistema económico; es la fe en Dios amor, encarnado, muerto y resucitado, el auténtico fundamente de esta esperanza que produjo frutos tan magníficos desde la primera evangelización hasta hoy”.

(…) Si el compromiso misionero no se alimenta con la participación frecuente de la vida litúrgica y sacramental de la Iglesia, no obstante sus ímpetus de generosidad, tenderá a resecarse, a suscitar cansancio y escepticismo, a anteponer los propios “puntos de vista”, a buscar otras formas de gratificación. El arraigo sacramental salva, sea de todo espiritualismo pietista evanescente y de corta duración, sea del deslizamiento de la misión a mero activismo social. (Prof. Guzmán Carriquiri Lecour, Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina. “Reflexiones sobre la Nueva Evangelización en América Latina”, Tipografía Vaticana, 2011, pags. 69-70, 82)

¿No parece una descripción de la fracasada experiencia de Isamis? Todo el texto citado hace pensar en la funesta deriva que vivimos en nuestra provincia durante décadas: aquí conocimos la crítica a los evangelizadores de antes, el desprecio a los sacramentos, la primacía de lo social y político sobre lo moral y religioso. Bien dice el Prof. Carriquiri Lecour que con esos presupuestos, la labor misionera se reseca y cansa, y hace de los propios puntos de vista, de las ventajas personales y del activismo social, el ideal “misionero”… Fue lo que pasó en Sucumbíos.

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