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miércoles, 15 de febrero de 2017

Elogios de fatalistas

La muerte de Monseñor Luna ha sido ocasión de numerosos pronunciamientos, algunos muy poco felices por el tono politizado e ideológico que no honran su memoria y que perturban la paz a su tumba.

Es indiscutible que Monseñor Luna tuvo una línea progresista y que fue coherente con ella. Pero hay que reconocer que su cultura y su savoir faire lo dejan muy a distancia de mucho demagogo que ahora quiere recuperar su figura para favorecer posturas ideológicas y políticas que hoy están en franco declive. En Ecuador y en el mundo.

Esto escribe, por ejemplo, Anastasio Gallego en Religión Digital "...Se nos va, se nos fue apagando una estrella que pobló un tiempo el firmamento eclesial ecuatoriano. El cardenal Pablo Muñoz Vega, Monseñor Leonidas Proaño, Monseñor Víctor Garaigordovil, Monseñor Jesús Martínez Ezquerecocha, Monseñor César Antonio Mosquera, Monseñor Ernesto Álvarez, Monseñor Gonzalo López Marañón. Una verdadera constelación que vivió el Concilio, Medellín, Puebla. Otras se nos están apagando y el firmamento está quedando casi a oscuras. Menos mal que comienza a brillar alguna que otra..."

Las semblanzas biográficas que se publican post mortem nos dicen que Mons. Luna acogió en Cuenca a Leonardo Boff y a otros “teólogos” censurados por el Vaticano, que fue amigo entrañable de Gonzalo López Marañón, que fue un cura comunista y rojo adepto de la Teología de la Liberación, que le “jubilaron” a la fuerza llevándole a un asilo de ancianos… cuando todo el mundo sabe que ya le agobiaba una enfermedad degenerativa que le impedía gobernar su diócesis y que ya había pasado (como el propio Mons. Gonzalo) la edad reglamentaria para continuar sus labores pastorales ¡El tiempo huye y los ídolos no son inmortales!

Hay que decir que Monseñor Luna conoció a la Misión Carmelita en Sucumbíos, se encantó con ella y le despertó su vocación religiosa. Pero esto ocurrió mucho antes de que los carmelitas del Vicariato de San Miguel de Sucumbíos degenerara en la secta isamita. Era allá por los años 30; estábamos lejos de los cuarenta años de utopía.

Los correligionarios de isamis lloran porque se fue el último exponente episcopal de tales ideas. Estamos hablando de una persona referente con fuerte personalidad y valor intelectual… porque los Sádabas, Corrales o Ruizes no le llegan ni al tobillo.

Lloran pero no rezan por su alma. Dicen celebrar su Pascua, es decir, su supuesto paso de la muerte a la Vida. Para ellos, los clásicos novísimos del hombre de toda la vida (la muerte, el juicio, el cielo o el infierno) son quimeras o fábulas… Gallego lo confiesa: “se nos están apagando y el firmamento está quedando casi a oscuras”. La llamada “Pascua” de ellos es una fatalidad.

En Sucumbíos, los católicos seguimos rezando por Mons. Gonzalo y ahora lo hacemos por su amigo, Mons. Luna.

No hemos sabido de una Misa en la catedral la Lago por su memoria, y ni siquiera una semblanza de su persona en Radio Mentiras.

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